Feliciano-Verdasco: la pareja del año

Señores, antes de proceder a los elogios, a construir una teoría alrededor de los nuevos héroes de Mar del Plata, bajemos la cabeza y confesemos: nunca creímos, cuando se conoció la baja de Rafa Nadal, que España derrotaría a Argentina en la final de la Copa Davis. Si alguien afirmó públicamente que Verdasco y Feliciano iban a ganar a un equipo con Nabaldian y Del Potro —dos 'top 10'— en sus filas, que presente ahora mismo las pruebas en el juzgado más cercano. Nos gustaría decir que lo escribimos y se nos borró, que siempre confiamos en la fortaleza mental de estos dos tenistas, en su consistencia y en su juego brillante, pero nada más lejos de la realidad.

¿Aguantaría la pareja de guaperas oficiales la presión de la hinchada albiceleste? Imposible. Seguro que Verdasco andaba con la cabeza en lo más alto del tenis femenino, y Feliciano quizá estuviera preparándose para un posado en cualquier revista. Sus nombres se han asociado demasiado a un mundo muy lejano al sacrificio. Frente a la vida discreta y la dureza de Nadal, un ejemplo de deportista, aparecían ellos. Su calidad era indiscutible, pero no suficiente para contentar a una afición acostumbrada a las heroicidades. En la era A.N (antes de Nadal), Feliciano fue el hombre señalado para convertirse en el sucesor de Santana en Wimbledon: un saque durísimo, el revés cortado que tanto daño hace sobre la hierba y una buena volea podían ser suficiente para ganar en Londres. ¿Qué le faltaba entonces?, nos preguntábamos según transcurrían los años —el tenista de Toledo ya tiene 27—. Cabeza, claro, y esfuerzo. Feliciano López sólo ha ganado un título en su carrera profesional y jamás ha alcanzado las semifinales de un torneo de Grand Slam —ha sido dos veces cuartofinalista en Wimbledon—. Verdasco es algo más joven —acaba de cumplir 25 años—. Con su tenis, más completo que el de Feliciano, es probable que llegue lejos. Este año ha disputado dos finales —ganó en Croacia— y tres semifinales, y ocupa el puesto número 16 de la ATP. Pero Verdasco iba en el mismo saco que Feliciano: revistas, novias espectaculares, fiestas nocturnas, amigos de la farándula...

Lo que ha ocurrido en Mar del Plata demuestra que estábamos equivocados. No hace falta llamarse Nadal para ser un atleta con mayúsculas. Muchas veces echamos de menos a aquellos deportistas que tenían 'algo más', una vida interesante fuera de la cancha. Los aficionados recordamos a Vilas, su brazo izquierdo y también sus aventuras principescas; a Borg, con su cinta en el pelo y las quinceañeras enloquecidas; a Clerc, a McEnroe, a Nastase o a Agassi. Quizá ahora tenemos a dos de esta estirpe y, por tenerlos tan cerca, los menospreciemos. No todos los tenistas quieren ocupar el número uno del mundo ni están dispuestos a entregarse al cien por cien por una causa imposible para la mayoría. Si Verdasco y Feliciano han ganado a Argentina, en Argentina —todo un 'maracanazo' del tenis—, frente a dos tenistas superiores en el escalafón, con la sombra de Nadal y el escepticismo absoluto —por ser benévolos con nosotros mismos— de periodistas y aficionados, sólo cabe una verdad: nos encontramos ante la pareja del año, dos hombres de los pies a la cabeza y dos deportistas a los que nunca más podremos contemplar de la misma forma. 

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