La ciudad donde llueve seis meses (seguidos) al año

SAN JOSÉ (COSTA RICA).-  Si hay algo que puede definir a la ciudad de San José son, sin duda, las tardes lluviosas. Cualquiera que haya estado por estos lugares entre mayo y noviembre sabe muy bien a lo que me refiero, aunque esto no significa que en los otros meses te asegures un sol esplendoroso.

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Arturo Pacheco

Aquí llueve, llueve y llueve...

El mes de octubre es el que definitivamente se lleva los honores en cuanto a llover sobre mojado se refiere. Mientras que en otras latitudes el mal tiempo te asegura un peligroso resbalón sobre una acera congelada, aquí una misteriosa capa verde-negruzca nos da resultados muy similares a la hora de apurar el paso para llegar al trabajo, la clase, el bus que ya va arrancando o sencillamente al buscar refugio ante un nuevo aguacero.

Es en esta época cuando se vuelve cotidiano llegar todos los días a casa completamente mojado de las rodillas para abajo; eso, siempre y cuando no te haya tocado una de esas trombas de agua donde la lluvia parece venir en todas direcciones menos desde arriba, o también cuando has sido víctima del deporte de temporada en que se convierte el robo de paraguas. Podría decirse que al paraguas casi debería declarársele símbolo patrio, pues todo el mundo lleva uno consigo, aquel que no, definitivamente es un mal costarricense y retaría a cualquiera que me dijera honestamente que nunca se ha robado uno. Los auditorios y cafeterías universitarias son terreno fértil para el robo de paraguas perdidos; este mismo servidor se declara tanto víctima como victimario de este fenómeno social. Y pues bueno, la cuestión es que los josefinos pasamos las tardes de esta época entre saltar charcos, esquivar el agua que te salpican los carros a toda velocidad, agenciárselas para que el viento no te vuelva al revés el paraguas y correr como alma que lleva el diablo cuando a las nubes les da por apedrearnos a punta de granizos.

Pero vamos, como no hay mal que por bien no venga, tanta lluvia también trae sus cosas buenas. Primero que nada, que quede muy claro que la lluvia está confinada a las tardes; las mañanas son de mucho sol y limpios cielos azules (claro, con la que ha caído el día anterior como no van a estar limpios), al menos hasta las 11 de la mañana, cuando ya empiezan a hacer su presencia las nubes, a eso de la una de la tarde los truenos, y luego ya sabemos el resto de la historia.

Entonces lo que viene a mi mente es lo que muchos 'ticos' siempre nos preguntamos: ¿qué hacen los pobres turistas de paso por San José en esta época? Porque claro, una cosa es la lluvia en el bosque lluvioso, todo es parte de ese 'Rain Forest Experience' que tanto vendemos, es normal y casi atractivo empaparse todos los días envueltos de flora y fauna; pero en San José la historia es muy distinta. Aun así, en estas tardes, uno puede encontrar el encanto de una ciudad gris.

Al turista promedio que decide quedarse en San José un par de días probablemente se le recomendará aprovechar las mañanas para tomar una que otra excursión corta a alguno de los volcanes que rodean San José. Excelente decisión, sobre todo si se sale lo más temprano posible, como aquí el sol aparece desde las cinco de la mañana, vale la pena utilizar esas horas. ¿Pero qué pasa en la tarde al regresar al hotel? Quedarse viendo la lluvia rebotar contra la ventana no es una opción. Desgraciadamente hay lugares de San José, como por ejemplo sus museos, que están sumamente subestimados por nosotros mismos y muchas veces pasan inadvertidos para el turista.

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A. P.

Lo mejor: tómate un café y mira la gente pasar.

Así que, si decides venir por aquí, la opción es: ponte unos zapatos bien cerrados, toma un paraguas y sal a conocer estos lugares que están todos a muy pocos minutos caminando uno del otro.

Qué museos puedes visitar

En cuanto a los museos, hay tres opciones imperdibles. El Museo de Jade, que se encuentra en la primera planta del edificio del Instituto Nacional de Seguros (frente al Parque España, entre las calles 9-11 y las avenidas 7-9), presenta la colección de jade más importante en Latinoamérica, aparte de otras piezas precolombinas de piedra, cerámica y oro. A lo largo de sus salas de exhibición se explican los procesos de elaboración de las piezas de jade y sorprende saber que en el actual territorio de Costa Rica no se han descubierto yacimientos de esta piedra. Se cree que todas las piezas arqueológicas fueron en su mayoría traídas a Costa Rica a través del comercio entre los indígenas mesoamericanos; principalmente de grandes yacimientos de este material como el de Motagua en Guatemala.

En la misma zona donde se encuentra el museo de Jade, vale la pena detenerse a observar una de las edificaciones más importantes que aún se conservan en el centro de San José. La escuela Buenaventura Corrales, más conocida como el 'Edificio Metálico'. Está ubicado entre el parque España y el parque Morazán y fue inaugurado en 1896 como un símbolo de la revolución educativa e industrial del país. La curiosidad que tiene este edificio es precisamente que toda su estructura es de hierro sólido. Fue diseñado y fabricado por la fabrica Societé des Forges de Aiseau en Bélgica y, entre lo mucho que se ha dicho sobre sus piezas de metal, está el que éstas fueron producto de la fundición de los desechos de los cañones usados por Napoleón Bonaparte en la batalla de Waterloo.

Alexander H.M. Cascone (Flickr)

Un paseo por el centro, una mañana sin lluvia.

Otra opción para pasar una tarde lluviosa es el Museo Nacional, que se encuentra en el antiguo Cuartel Bellavista, sede del Ejército nacional hasta su abolición, en 1948. A través de sus salas de exhibición se cuenta la historia nacional desde la época precolombina hasta la Segunda República. El Cuartel se encuentra entre avenidas Central y Segunda, junto a la plaza de la Democracia, sobre lo que llamamos 'cuesta de Moras', así que desde las zonas verdes del museo hay una buena vista de la capital.

El otro museo que no hay que pasar por alto se encuentra en el nivel inferior del complejo subterráneo de museos del Banco Central, este sería el Museo del Oro. Este complejo está construido bajo la plaza de La Cultura (entre avenidas central y 2, calles 3 – 5) o, más fácil, junto al Teatro Nacional, punto de referencia para cualquier extranjero en la ciudad. El tiquete de entrada al museo de Oro también permite la visita a las galerías de arte en los niveles superiores, al igual que al museo de Numismática. Su plato fuerte se encuentra en los dos últimos niveles del museo, donde el Banco Central de Costa Rica mantiene en exposición permanente una gran cantidad de piezas arqueológicas de oro encontradas a lo largo y ancho del país.

Otros atractivos de la ciudad

Aparte de los museos también se le puede dedicar un buen tiempo a recorrer los mercados de artesanía que hay por distintos sectores de la capital. Lugares como 'La Casona' (Avenidas central y 1, calle 0), el Mercado Central (Central y primera, calles 6 – 8) o el mercadillo en la Plaza de la Democracia, son excelentes opciones para comprar artesanía original y a buenos precios, incluso con opción a regatear con algunos comerciantes, costumbre que es muy poco común en Costa Rica si se compara con otros países en la región.

También es verdad que, como típica zona cafetalera que es el Valle Central, uno de los grandes placeres que nos podemos dar es tomar una buena taza de café caliente, mientras vemos la lluvia caer y hablamos o dicho de una manera mas típica 'tertuliamos' con los amigos.

A lo largo de la Avenida Central (la peatonal más antigua), hay varios sitios buenos con cafeterías para sentarse tranquilamente, conversar y ver a cientos de personas bajo sus paraguas pasar hacia arriba y hacia abajo camino a sus respectivos destinos. Hay sitios como los hoteles Balmoral, Presidente o Costa Rica para aquellos con bolsillos más holgados, también están los lugares que son a la vez casinos, pero más vale evitarlos... Están también las viejas cafeterías con ya algo de historia y tradición a cuestas como 'Manolos', en la esquina de la Central con la calle 2. Sentarse allí es sencillamente único.

Así, esperamos a que, a finales de noviembre, los rayos del sol del atardecer se abran paso entre los oscuros nubarrones, porque entonces no faltará nada para que el verano se haga espacio, seque las calles, los parques, las casas y los ánimos de más de uno.