Cazadores de hombres

Tengo una opinión muy elevada de la ficción española. Tanto, que pienso que en una ocasión incluso alcanzó el nivel de las mejores series norteamericanas. Como lo oyen. Fue con 'Los Serrano'. No porque la idea fuese sorprendente, el guión brillante, los actores creíbles o la producción potente. Sino porque su título tenía similitudes fonéticas, e incluso el mismo número de letras, que 'Los Soprano'. Ahí terminaba el parecido. Pero no lo olviden, porque nunca hasta el día de hoy estuvieron tan cerca las ficciones española y de EEUU.

Los protagonistas de la serie

La ficción española es, pese a lo que puedan insinuar las audiencias, un subproducto televisivo. Un bolso de marca comprado en un mercadillo, un reloj Trolex, una película de la manta, una hamburguesa del McDonalds. Bazofia. Por eso cualquier conato de imaginación o de ingenio debería ser recibido con los brazos abiertos. Fue el caso de 'Vientos de agua' (Telecinco), una gran serie destrozada por la ineptitud de una cadena que no supo ni valorarla ni programarla. Y es el caso de 'Cazadores de hombres', nueva e interesante serie de Antena 3.

'Cazadores de hombres' está realizada con mentalidad cinematográfica. Eso quiere decir que, a nivel visual, resulta cálida, realista y muy atractiva. Y que la narración tiene ritmo, gracias a un montaje ágil, una fotografía cuidada y una digna selección musical. Por fin buenas canciones en una serie española. Un comienzo potente para un primer capítulo mucho más que esperanzador.

'Cazadores de hombres' juega con una situación límite: una policía (Emma Suárez) busca al asesino de su hija. Forma parte de una brigada policial de élite, inspirada en el Grupo de Localización de Fugitivos de la Comisaría General de la Policía Judicial, que se encarga de capturar a delincuentes especialmente escurridizos. En el primer capítulo se mezclan dos casos: la que imagino larga y compleja búsqueda de Sergei Yakutov, el asesino de la familia de la protagonista, y la de Joseph Okelo, un criminal de guerra africano.

'Cazadores de hombres' hace grandes esfuerzos por despertar, o mantener viva, nuestra curiosidad por la maldad, por el dolor, por los habitantes del lado oscuro. Una atracción por la crueldad, por lo vil y lo depravado, que nos producen las buenas series de policías, de forenses y asesinos en serie. Visualmente aguanta el tirón. Y los actores, especialmente la protagonista, alcanzan un gran nivel. La tercera pata del banco son los guiones.

El primer capítulo arranca bien, con dureza pero sin sensacionalismos (excepto el regreso a la casa donde matan a su familia). Y continúa de manera verosímil, con momentos de gran intensidad y un interesante giro final (que nos les develo por si pueden ver el capítulo). ¿Mantendrán esta línea? En ese caso sólo me preocuparía una cosa: que estemos ante una serie española demasiado buena para los tiempos que corren.

Un motivo para no ver la televisión

Northline.

Autor: Willy Vlautin.

Editorial: La otra orilla.

Willy Vlautin es el cantante de Richmond Fontaine, una de las bandas más interesantes de los últimos años. Además de canciones, de excelentes canciones, Vlautin escribe libros. Grandes libros. La editorial La otra orilla, que el pasado año editó el magnífico 'Vida de motel', repite con un nuevo trabajo, 'Northline', en el que nuestro músico-escritor insiste en los temas comunes de la América profunda: el desamor, la miseria, el desarraigo, la inocencia, la violencia, el alcohol, la marginación, la ausencia de futuro.

Vlautin escribe sobre perdedores, y lo hace desde las calles perdidas en los malos barrios de las peores ciudades. En esta ocasión cuenta, con el ritmo de un guión cinematográfico minimalista, la triste historia de una chica sin suerte que escapa de un novio bebedor, pendenciero y acosador. Como la vida misma. Allison, así se llama ella, sobrevive gracias a una peculiar forma de escapar de la realidad: baños calientes y la imaginaria relación con un comprensivo Paul Newman.

En Reno, Allison encuentra trabajo y conoce a una persona con casi tan mala fortuna como ella. Una balada escrita de manera sencilla, directa, inquietante, perfecta. Como un blues acústico. Como una pequeña obra maestra.

Háganse un favor: lean los libros de Willy Vlautin. Y escuchen los discos de su banda, Richmond Fontaine. En esas páginas, en esos acordes, encontrarán lo mejor y lo peor de Estados Unidos.