La teleoperadora

Entrenada para contestar lo mismo, Penélope se revela como la musa de los teleoperadores. Nuestra estrella internacional teme a Internet, a los estereotipos y a proyectar cualquier imagen. Envuelta en un exagerado escudo protector promociona la última película de Woody Allen, más tensa y distante que nunca y con un discurso tan antinatural que impresiona.

(EFE)

Penélope repitiéndose mecánicamente, "lo natural es hablar de mi trabajo"

Es imposible olvidarse de la Penélope Cruz menor de edad, con quince o dieciséis años, que amarrada a la mano de Nacho Cano paseaba por fiestas y conciertos del Madrid de los noventa. Una niña a la que las conversaciones de su recién estrenado novio famoso con otros colegas le resultaban tan aburridas que siempre permanecía callada y en un segundo plano, absorta en su mundo de adolescente. Melena larguísima, morritos y pose típica de bailarina de paisano. Saltaba a la vista que no estaba cómoda. Sus padres debían confiar mucho en la madurez de su pequeña para permitirle tantas madrugadas fuera de casa. Igual compartían ya el mismo objetivo: la fama.

Conseguida esa meta, Penélope ya no necesita hacerse la foto enroscada a la estrella masculina de turno para ganar enteros en la meca del cine. Tras su nominación al Oscar como mejor actriz en 2007 por la película 'Volver' de Pedro Almodóvar, la conveniencia de otro Tom Cruise en su vida no era imprescindible. El cachas Matthew McConaughey le sustituyó en las fotos de los estrenos como pareja-objeto que queda ideal en las instantáneas de alfombra roja, contribuye a mantener la fama y da esplendor. Sin embargo, nuestra Pe, libre de corpóreos de papel cartón gracias al nivel de popularidad internacional adquirido, opta por hacer borrón y cuenta nueva. Siguiendo el ejemplo de numerosas famosas habituales de la prensa rosa patria, decide que no volverá a utilizar su vida sentimental -prefabricada o no- para copar portadas. Porque ella lo vale, se lo ha asegurado L'Oreal al contratarla para publicitar sus productos e inundar con su rostro miles de revistas de todo el planeta.

Y en esas llega Woody con su 'Vicky Cristina Barcelona' y le ofrece un papel que es el paradigma de los estereotipos que ella tanto rehuye. Una latina, en los términos tópicos en que un norteamericano medio imagina a una mujer que habla castellano, italiano o griego, dramática y excesiva. Resulta, por lo menos curioso, que en la entrevista que publica la revista Glamour en su número de octubre, ya en los quioscos, responda a la pregunta "¿Te consideras romántica?" con un "no puedo contestar porque no quiero establecer estereotipos". La misma negativa con que se topa el periodista Jorge Patrón cuando trata de establecer un símil entre el personaje masculino de la peli de Woody (Javier Bardem) y su vida. "¿Alguna vez te has enamorado de un hombre al que le gusten tanto las mujeres?". "No voy a contestar a esa pregunta. Lo siento", repite como con la profesionalidad de un teleoperador al que han instruido para mantener un discurso idéntico hable con quien hable, al margen de la reacción que dé su interlocutor.

Internet, "ese monstruo donde vale todo"

La escritora Elvira Lindo tampoco logró obtener nada más allá de esta frase en su entrevista con la actriz cuando pretendió abordar el tema tabú. "No quiero indagar sobre tu vida pero, ¿puedo preguntar cómo te sientes si te preguntan por Javier Bardem?; si te sientes mal, acosada..." "Pero, ¿qué es lo que me estás preguntando? Es que no te voy a contestar". Y zanja, tan tensa como en Glamour la estudiada pregunta. Confiesa en El País del pasado domingo 21 de septiembre que el miedo le viene de Internet, "ese monstruo donde vale todo". Y leyéndola da cierta pena comprobar que Penélope no es la fantasía que nos hemos fabricado. Que a pesar de ser una estrella internacional, de conocer la globalización y sus efectos, está atemorizada ante el ogro internetero, que se siente desprotegida ante la opinión directa que tanto los fans como los menos fans vierten directamente sobre su trabajo y sobre la imagen que ella misma se ha ocupado de transmitir.

"Me parece muy poco natural que alguien a quien no conozco de nada, me pregunte cosas que nunca le preguntaría a nadie por la calle", reflexiona en la revista Glamour. Y también en El País, donde se aferra a la naturalidad como el que ha descubierto la pólvora y le suelta a Elvira Lindo idéntica retahíla aprendida como un papagayo: "Para mí lo normal es hacer aquello en lo que uno se sienta cómodo. Lo natural es hablar contigo de mi trabajo". Nadie de su entorno debe atreverse a decirle a Penélope que no hay nada más antinatural que pretender ser espontánea a base de frases tan de cartón piedra como los novios de los que antaño presumía. Al menos Cruz parece encantada en su nuevo papel de 'celebrity' sin derecho a roce mediático.