Cómplices

¿Alguien se puede negar a que se investigue la desaparición de las víctimas de una dictadura? Sólo aquellos con miedo a conocer la verdad. Por eso siento asco cuando escucho a Rajoy decir una y otra vez, en esa cinta sin fin que es CNN +, que no es "partidario de reabrir las heridas del pasado". La frase suena repugnante por pusilánime, por cínica, por partidista, por perversa. Por fascista. Es una frase que podría salir de la boca de cualquier esbirro de Pinochet, de Pol Pot, de Idi Amin, de Videla, de Franco. Es una frase indigna de un aspirante a un gobierno democrático.

Javier Luengo (EFE)

Rajoy no es "partidario de abrir las heridas del pasado".

La repetición obsesiva de CNN+, la ausencia de renovación en las noticias, convierte en manta la oración del líder del PP. Una plegaria que acaba sonando a blasfemia. Porque todos, hasta Rajoy, deberíamos saber que la democracia es mucho más que un sistema, es un valor que goza de universalidad y va más allá del espacio y el tiempo. Mirar para otro lado es de cobardes. O peor aún, de cómplices.

Para ser libres, debemos ser capaces de pensar contra el pasado. Un reto de proporciones descomunales para algunos políticos que, no lo olvidemos, se alimentan de pasado. Por eso adquieren especial importancia las palabras de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, que ayer apoyó la investigación promovida por el juez Garzón: "se ha dado un paso para que el crimen perfecto del franquismo deje de serlo".

Un motivo para no ver la televisión

El diario de Ana Frank

Ana Frank

Editorial Debolsillo

A Rajoy no le gustaría este libro: reabre las heridas del pasado. Es decir, cuenta la barbarie de la ocupación nazi, el sufrimiento de los judíos deportados, el dolor que se vivió en los campos de concentración… Habla de las miserias del fascismo.

A mucha gente, Ana Frank les parece un ser excepcional: no tenía miedo a la verdad. Es más, dejó escrita esa verdad para generaciones futuras. ¿Por qué "reabrir las heridas del pasado"?, insistirá el político popular mientras se sumerge en las páginas de Marca, una lectura menos conflictiva, más conciliadora, perfecta para su tensión intelectual.