Bangkok, ¿la revolución amable?

BANGKOK (TAILANDIA).-  Tailandia se encuentra bajo el estado de emergencia, pero nadie lo diría. Los niños van al colegio y saludan a los soldados por las ventanillas de los autobuses, mientras las casas de masajes de los alrededores están llenas de manifestantes que necesitan recuperarse de las noches durmiendo al aire libre sobre el asfalto, y unos barrios más allá, en el céntrico Sukhumvit, la vida transcurre con la normalidad más absoluta.

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DIEGO AZUBEL (EFE)

Miles de manifestantes protestan en la Casa de Gobierno de Bangkok, esta mañana.

Bienvenidos a Tailandia, donde incluso las revueltas populares tienen un tono amable que no hace perder la sonrisa a manifestantes y sitiados. Eso sí, los que no deben estar sonriendo ahora mismo son el primer ministro Samak y los miembros de su Gabinete, ya que los sindicatos de las principales empresas públicas de electricidad, agua, teléfono y transporte han amenazado con cortar el suministro a los edificios gubernamentales para unirse a la protesta y provocar su dimisión. Y ante esta medida de presión, Samak ha puesto pies en polvorosa y ha trasladado su base de operaciones a las afueras de Bangkok.

Mientras tanto los manifestantes han anunciado su decisión de permanecer frente a la Casa de Oro, el equivalente a la Moncloa española, y hacer frente a las fuerzas policiales. Desde hace una semana, llevan acampando allí en un ambiente más de picnic que de manifestación política. Gente de todas las edades, señoras mayores e incluso bebés, dan un tono festivo a la concentración. Para hacer frente a los imprevistos y pasarlo lo mejor posible, se han provisto de todo tipo de accesorios, que el sufrimiento no añade méritos.

Veamos qué contiene el kit del manifestante tailandés: gafas de sol, gorro, caramelos, una toalla para el cuello, chubasquero, paraguas (estamos todavía en época de lluvias), esterilla de plástico, almohada, inhalador con una sustancia mentolada muy parecida al Vic’s Vaporub de toda la vida y complemento inseparable de la mayoría de los taxistas tailandeses y ventiladores de pilas o abanicos de mimbre, que el calor aprieta y aquí puede superar fácilmente los 40 grados.

También hay quien acude en familia, aunque esto implique que haya manifestantes de apenas meses de edad, así que biberones, leche en polvo y pañales también pasan a formar parte de este kit en algunos casos. Los más potentados se llevan una tienda de campaña-mosquitera, con la que se resguardan de las picaduras mientras siguen los discursos o deciden pasar la noche bajo las estrellas. Hay quien piensa que, ya puestos, una televisión haría la acampada perfecta: "Estaba pensando en traerme una televisión portátil para seguir los acontecimientos, pero tal vez sea demasiado", declaraba Thana Prasertphan al periódico local Bangkok Post. ¿La única pega? La falta de cuartos de baño. Aunque el Ayuntamiento haya instalado algunos portátiles para la ocasión, las colas son interminables, así que las bolsas de plástico han empezado a cotizarse entre los manifestantes, como último recurso cuando la naturaleza aprieta.

Este ambiente festivo se ha visto empañado por la muerte de un manifestante durante los enfrentamientos con la policía en el día de hoy, pero todo indica que armados de este valioso kit de supervivencia y de una determinación tan cálida como firme, los manifestantes lograran su propósito de forzar la dimisión del primer ministro en los próximos días.