Ponme un Pilé 43, rubia, que hoy me siento modenno

No me digan que no viaja uno a través del tiempo con según qué anuncios. Dicen que la publicidad va por delante de la sociedad, pero nada de eso. Más bien refleja, de forma más o menos idealizada, lo que hay. Y ver hoy lo que hace dos o tres décadas se consideraba idealizado, como es el caso que hoy nos ocupa, es un testimonio impagable de lo que esto tuvo que ser un día.

Vamos por partes:

Con un look que, con absoluta certeza, inspiró posteriormente las campañas del ipod, y el videoclip de cómic de A-Ha, vemos a un tipo, un yeyé para ser más exactos, que le da el toque a su amiga para decirle que en la discoteca la muchachada ingiere "combinaciones vulgares". ¿Qué debía significar eso de "combinaciones vulgares" en la España de la pelliza de piel, las patillas y 'La Ramona'? ¿Batido de chocolate con cognac, (AKA Lugumba)? ¿Coca Cola con ginebra, (AKA Raf)? ¿Gaseosa con Aguardiente, (AKA Castración Química)?

La chica agarra un rebote considerable, y al grito de "¡Adelante mis 43!" se pone en marcha con su brigada motorizada para desfazer el entuerto. Eso sí, nada de 43 (debió pensar el cliente al ver el presupuesto), "anda que Kurosawa puso 43 samuráis, no te jode". Cuatro, y al que no le guste que no mire.

Y ahí van los 43, perdón, los 5, a ver qué está pasando en la boite. Todos con su casco por fuera, menos la prota, que ya va suficientemente protegida con su peinado afro.

De ahí pasamos a una alegoría de lo que ocurre en el interior de una discoteque. Una chica que fuma, como ida, haciéndose la posmoderna ('endrogá', que pensaría seguro algún telespectador), otros cimbreándose de forma compulsiva…un lugar de perdición, fijo.

Se supone, porque no queda explicitado en la historia, que el Comando Sofisticación Etílica entra sin problemas en el local, y que una vez dentro la lían, reduciendo al 'dislloqui', e introduciéndole al jefe de barra todas las botellas de Anís Miguelín, de Pippermint y de Quina San Clemente por el orto.

Como colofón, la chica pronuncia una frase lapidaria: "¡Guerra a la vulgaridad!". De nuevo me pregunto qué debía entender la gente en ese momento. ¿Vulgaridad? ¡Si mi Sol y Sombra está mu güeno! ¡Si anda que no me quedan guapos estos zapatos de tacón cubano! ¡Si m’eché desodorante el domingo pasao y tó! ¡Si ya no palpo las ubres a la novia con la garrota, sino con la mano! ¡Si me he comprao un comediscos con los hits de Formula V! ¡Si me he planchao los Lois con la raya en medio!

¿No le da un poco de mal rollo lo agresiva que se pone la jefa del Comando con quien no bebe lo correcto? ¿Se imagina a usted mismo, aceptando ese chupito de orujo tras apretarse un cordero en Casa Cándido, y a esta tipa y sus compañeros del ballet Zoom irrumpiendo en el local dispuestos a darle lo suyo? ¿No le detecta un tonito condescendiente-superior al barbas del comienzo, así como para darle tres collejas? ¿Ligaba uno si se pedía un Pilé 43? ¿Qué pensaría el de las combinaciones vulgares si hoy ve la pizarra de un bar de adolescentes, con chupitos llamados 'mamada', 'hijoputa'…?

* César García es director creativo de la agencia Sra. Rushmore.