Santa Cruz de Tenerife.- Cientos de embarcaciones con plaza para 50 personas llegaban a puerto con más de 200 ocupantes que realizaban travesías de más de un mes y pagaban un pasaje que costaba más de lo que muchos se podían costear; esa fue la situación de unos 12.000 canarios en las costas venezolanas hace 60 años.
En la imagen, agentes de la Guardia Civil y personal de Cruz Roja, acercan un cayuco al muelle, en el municipio de Alajeró.
A partir de 1948, y ante los obstáculos que puso la España franquista a la migración, la flota pesquera canaria trasladó a miles de emigrantes clandestinos en barcos de vela, explicó a Efe el profesor de Historia de América en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Laguna Manuel Hernández.
Para este historiador, las condiciones en las que viajaban los emigrantes canarios pueden compararse a las de los inmigrantes que ahora llegan a las islas en cayucos.
Manuel Hernández recordó titulares como "160 inmigrantes ilegales canarios apresados en Venezuela".
Según este profesor, la situación por la que pasaron miles de canarios no se diferencia mucho de la que se vive hoy en día como consecuencia de la llegada de inmigrantes subsaharianos a las costas canarias.
El historiador señaló que ambos fenómenos comparten el difícil acceso a los países de destino, hacinamiento en el viaje, la existencia de mafias y la condición de irregularidad de quien arriesga la vida en busca de un futuro mejor.
El "Nuevo Teide", con 300 pasajeros, o el "Telémaco" con 171, fueron algunos de los barcos que realizaron de forma clandestina viajes entre Canarias y Venezuela.
El "Telémaco", que zarpó en agosto de 1950 de La Gomera, tenía una eslora de 20 metros, poco más de lo que mide un cayuco.
El realizador de documentales sobre emigración canaria, Manuel Mora, indicó a Efe que a principios de la década de los cuarenta, partidos de izquierda ayudaron a llegar a Venezuela a los canarios que huían de la dictadura, y apuntó que este fue el precedente de los viajes en barcos de pesca.
La precaria situación económica que atravesaba Canarias propició que un alto número de personas estuvieran dispuestas a pagar cifras astronómicas a mafias organizadas para atravesar el Atlántico en busca de una vida mejor, explicó Manuel Hernández.
En aquella época tanto España como Venezuela ponían trabas al fenómeno migratorio, cada pasajero pagaba cerca de 5.000 pesetas, lo que suponía meses de trabajo, e incluso había quien para viajar hipotecaba sus propiedades.
Empresarios y políticos organizaron algunas de esas travesías viendo las posibilidades de negocio, como por ejemplo, el alcalde de Valle Gran Rey que gestionó el del Telémaco, recordó Manuel Mora.
Fundamentalmente hombres de entre 14 y 50 años eran quienes embarcaban pues las familias elegían a la persona más capacitada para trabajar, con el objetivo de que pudiera enviar dinero, y así pagar las deudas ocasionadas por el alto coste del pasaje.
Los embarques se producían a altas de la madrugada en playas desiertas para que las autoridades no pudieran impedir el viaje y los barcos recorrían las islas recogiendo pasajeros.
A bordo les recibían con pistola en mano, para evitar altercados, y a partir de ese momento enfilaban hacia Cabo Verde, para despistar a la policía, y después, hacia América.
Los vientos alisios guiaban la travesía aunque no siempre llegaban al destino deseado y con frecuencia el desembarco se producía en la isla de Martinica o en Brasil, pero desde allí les era sencillo trasladarse hasta Venezuela, que en esa época era vista por los canarios como una panacea económica.
Generalmente, quienes viajaban no sabían de navegación, pero tenían una ventaja frente a los cayucos, y era que los vientos alisios soplaban a su favor y hacían que tras un promedio de 40 días de viaje los pasajeros llegaran a puerto.
La vida en el barco transcurría con tranquilidad de forma habitual "había quien a mitad del viaje se desesperaba, pero la gente solía pasar el tiempo cantando folías o jugando al envite" afirmó Manuel Mora.
Durante el trayecto el alimento por excelencia era el gofio, pero se estropeaba antes de que la travesía llegara a su fin, y también entraban en la lista de provisiones alimentos como papas, pescado y cerdo salado, higos pasados y aceite.
Manuel Hernández subrayó que la falta de agua fue el mayor problema que tuvieron, muchas veces la mezclaban con agua salada para que les durase más.
La ayuda de los barcos que se encontraban a lo largo del viaje ayudaron a la supervivencia de los emigrantes canarios, como por ejemplo el "Telémaco", que encontró al petrolero el "Campante", que le proporcionó arroz y aceite, según explica en su libro Ángel Suárez.
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