Diferentes ciudades del mundo corearon el '¡A por ellos, oe!' No sólo las españolas. Éste es un breve repaso por tres centros emblemáticos, Nueva York, Berlín y Buenos Aires, y cómo vivieron la Final de la Eurocopa en sus calles.
Son las 2.30 pm, Nueva York. Ríos de agua caen por las calles. Una tormenta de verano que se asemeja mucho a las de las películas hace su aparición. Sin embargo, una cita ineludible con la historia hace que cientos de españoles residentes y turistas acudan como locos a los bares.Vamos a ganar a Alemania, la Eurocopa y… ¡todo!
En Manhattan, también se celebró la Eurocopa.
'Sol y sombra', un restaurante español en el corazón de Manhattan, ha sido testigo de excepción de las alegrías de un país que lleva muchas décadas esperando este momento. Este ha sido el 'bar de la esquina' improvisado para una veintena de españoles que han hecho un parón casi obligado en sus apretadas agendas de turistas para asistir a un momento histórico en la vida de la Selección.
Tras un vibrante partido que nos pone los nervios de punta, la crisis llega a menos de seis minutos del final. El dueño, un ecuatoriano, se convierte en el héroe cuando en ese momento la mencionada tormenta hace que la televisión ¡se vaya a negro!. El caos. Gritos, pitidos, palmas. No está acostumbrado a esta presión. Pero consigue resolverlo y todos, al grito de oeoeoeoeoeoeeo, ES-PA-ÑA, vemos cómo una selección que lleva tiempo mereciéndose el triunfo… lo consigue.
Una aficionada en Berlín.
Sonó el silbato y Alemania se quedó muda. Era el momento de callarse, plegar las banderas y reservar los petardos para otra ocasión. Muchas botellas de vino se quedaron sin abrir, muchas cajas de cervezas aguardarán en la sótanos de muchos bares y sobre todo, mucha euforia se quedó retenida con la victoria ayer de España.
Pocas veces hubo un silencio tan abrumador en unas calles tan abarrotadas de gente. En el metro, de vuelta a casa, eran pocos los comentarios. Miradas perdidas a la muchedumbre o a los relojes que anunciaban que en pocas horas comenzaba un día más, primero de semana. Algunos todavía se afanaban en agitar banderas y los que más se borraban con saliva las banderas alemanas dibujadas en sus caras. Silencio nuevamente. Nada comparado con los días de atrás...
«Se siente chicos pero los españoles merecían ganar» titula con los grandes tipos que acostumbra el diario alemán Bild. «Fernando Torres destruye el sueño alemán» sentencia Die Welt. Y así, casi todos los medios escritos alemanes, que no escatiman en elogios para felicitar al equipo español y exaltar su trayectoria durante esta Eurocopa. A los jugadores y a su entrenador. Los jugadores alemanes no fueron menos; Ballack poco después de la derrota calificaba de merecida la victoria española.
Con todo, minutos después del minuto 90 era el momento de marcharse a casa. Y así fue. Alemania se marchó a dormir, o a intentarlo. Y lo hizo de puntillas, en voz baja aceptando y reconociendo que España acababa de conquistar Europa.
En la Avenida de Mayo, en Buenos Aires, existe una pequeña España. Está el Teatro Avenida, donde siempre hay Zarzuela, hay una docena de restaurantes de comida típica española y es la calle donde el PSOE y el PP cuelgan sus afiches para las elecciones. Se suele decir que es la calle más española de Argentina y, al parecer, es donde se escuchó más fuerte el gol del Niño Torres.
Los domingos se almuerza tarde, y por el cambio de horario, la Final de la Eurocopa fue la mejor sobremesa. En todos los restaurantes de la pequeña España la televisión estaba sintonizada en Viena, con la familia española-argentina esperando el triunfo: un abuelo llegado de Asturias con su nieto que lleva la camiseta de Boca Juniors, un periodista madrileño radicado en Argentina junto a su novia valenciana o una larga familia porteña que heredó de los abuelos el gallego y la tradición de venir a la Avenida de Mayo a comer pulpo los domingos. Por todo eso, el ¡GOOOOOOOOL!!! se gritó como si se estuviera en el estadio. Luego vinieron los nervios, hasta el pitazo final, que dio inicio a los brindis, los festejos, las canciones españolas, la alegría y la nostalgia.
"¡Qué viva España! ¡Campeones!" Gritaban por Avenida de Mayo, agitando banderas y pañuelos, mientras algunos autos ya habían comenzado a tocar las bocinas. Al final de Avenida de Mayo está la Plaza del Congreso, donde tanto defensores como contrarios al gobierno de Cristina Kirchner aplaudían y levantaban la mano a los españoles que pasaban con sus banderas y que gritaban "¡Campeones! ¡Campeones! ¡Somos campeones! ¡Viva España!", con un entusiasmo similar al de Viena.
*Esta información ha sido redactada por Clio Beruete desde Nueva York, Rubén Gómez desde Berlín y Juan Pablo Meneses desde Buenos Aires.
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