Presentado el miércoles en el Consejo de Ministros francés, el proyecto de ley contra la piratería suscita interrogantes y reacciones apasionadas.
La versión definitiva del proyecto de ley 'Creación e Internet' ('Ley hadopi' o 'Ley Olivennes') fue presentada el miércoles en el Consejo de Ministros por Christine Albanel, responsable de la cartera de cultura y comunicación. Esta 'Ley hadopi' (siglas en francés de Alta Autoridad para la Difusión de Obras y la Protección de Derechos en Internet) prevé especialmente una 'respuesta gradual' a la piratería de obras en Internet (quien descargue ilegalmente será apercibido antes de ser sancionado). Una idea que ha suscitado apasionadas reacciones en Internet en general, y en Rue89 en particular. El bloguero Versac (Nicolas Vanbremeersch) se ha prestado a explicar a nuestros lectores más negados en la materia, es decir, a vosotros y a mí, las claves de este debate. En tres puntos.
Tenemos que retroceder un poco primero. ¿Qué está pasando? Una revolución como no se había visto nunca en el dominio de la creación, que es fácil de comprender: la desmaterialización de la obra y la capacidad infinita de reproducción. Pido disculpas de antemano a quienes estén familiarizados con esta problemática, pero parece que no se conoce del todo bien.
Esta revolución cuestiona profundamente todo el ecosistema de la creación. Por 'ecosistema' debe entenderse no sólo 'empleos' o 'volumen de negocios', ya que se trata aquí de equilibrios y de la forma en que aparece y se concreta el valor creado. Los actores interesados conocen ya los tres elementos fundamentales de esta revolución, pero no parece ser el caso de mucha más gente. Es preciso volver sobre ellos antes de abordar en qué consiste el proyecto de ley.
Antes, la cosa era sencilla (o casi): una obra se caracterizaba por un soporte específico que no era reproducible por los usuarios. Del libro a la música, pasando por las imágenes grabadas, esto permitió el desarrollo de un modelo eficaz y robusto durante cientos de años. El modelo es simple: el valor cultural creado se transforma en valor económico en el momento único de la venta del soporte (el CD, la cinta, el VHS, el DVD…). Un bien cultural es un bien privado (me pertenece si lo he comprado). Toda la economía de la industria del entretenimiento fue creada sobre la base de ese momento único de materialización del valor de la obra.
Actualmente, una creación se ha convertido en un soporte desmaterializado, es decir, en un bien cuyo consumo no es rival ni excluible. Estos dos términos técnicos significan cosas sencillas. Si yo copio tu archivo de la última canción de Mylène Farmer, no te estoy privando del mismo (no rival). En cuanto a 'no excluible', es muy sencillo; quiere decir que, a priori, no se puede impedir a nadie el disfrute de dicho bien: todo el mundo puede tener libre acceso, fácilmente.
Cuando el consumo de un bien no es ni rival ni excluible, se convierte en un bien público. Por ejemplo, una carretera. Todo el mundo puede utilizarla y, salvo congestión, ello no impide a nadie utilizarla. Otro ejemplo, la televisión. Cuando yo veo una emisión, no estoy privando a nadie de verla, y todo el mundo tiene acceso a ella.
Un bien público puede facturarse, lo que sucede a menudo de forma más o menos directa. Se ponen peajes (para limitar la rivalidad), se crea un canon, se mete publicidad. Pero nadie ha dado con el medio de cobrar directamente por un bien público libremente accesible para todos, de manera obligatoria.
La creación de obras intelectuales se ha convertido en un bien público por la fuerza misma de los hechos. Los archivos pueden copiarse y son más o menos libremente accesibles, al haberse desmaterializado. Copiar un disco no priva a nadie del mismo, y todo el mundo tiene acceso a él.
Ésta es la revolución. Los cimientos de la industria del entretenimiento desaparecen paulatinamente. Y todos los propietarios de discográfica (quién sabe lo que será un disco en cinco años) se preguntan cómo salvar los trastos.
La otra dimensión de la pesadilla del jefe de un productor musical es la nueva economía de la atención que se ha creado en línea. En el mismo movimiento de desmaterialización, se produce otra revolución: en la web, en las redes sociales, en los blogs, por todas partes, millones de personas comparten sus gustos, sus deseos, publican, comparten e intercambian públicamente. Cumplen así las funciones que eran hasta ahora monopolio de las discográficas y los medios: identificar, seleccionar, dar a conocer a los artistas. En el sitio de Amazon, montones de personas califican y comentan las creaciones exhaustivamente. Hasta el punto de que el responsable de relaciones públicas de la Universal se pregunta de qué sirve su trabajo. Segundo mazazo: la desintermediación, el fin del monopolio de la discográfica sobre las fases previas a la producción.
Esta revolución es profunda porque invierte el modelo de atención. De una economía fundada en lo excepcional y el hit-parade, (produzco 100 discos, de los cuales uno me reportará dinero), se pasa a una economía en la que un micro-grupo puede al fin tener acceso a una audiencia. Es el modelo económico de Amazon, basado en la venta de millones de referencias que le reportan la mayoría de sus beneficios. Es la inversión de la Ley de Pareto (el 20% de los productos reportan el 80% de las ganancias) y del principio del hit-parade: hay sitio para los pequeños. A esto se le llama a menudo la 'larga cola': viva la cohorte de millones de contenidos particulares vendidos a millones de micro-objetivos.
Si a esto se añade la formidable democratización de los medios de producción, se comprenderá la amplitud del malestar que exaspera a las empresas cuyo modelo económico se basa en estos elementos en proceso de desaparición, y, por extensión, a quienes se benefician actualmente de un sistema basado en la excepcionalidad y la exclusividad.
Tal es el alcance de la revolución. ¿Quiere esto decir que se ha ido todo al garete, y que, carente de modelo económico (puesto que el antiguo se extingue), la creación va a desaparecer? ¿Quiere esto decir que los artistas morirán si no se impiden las 'descargas'? ¿Hay que prohibir Internet para salvar a Patricia Kaas?
Las respuestas, en el próximo episodio.
Lectura recomendada [en francés]: nota de Terra Nova contra el proyecto 'Internet y creación'.
* Artículo originalmente publicado en el medio digital francés Rue89.
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