Granada.- Bazares con artesanía árabe, teterías, pastelerías y restaurantes impregnan de color, olor y sabor al turista que visita Granada, una ciudad que ha conseguido romper estereotipos a través de la "islamización" de barrios como el Bajo Albaicín o la reconversión del antiguo Gran Bazar, la Alcaicería.
Bazares con artesanía árabe, teterías, pastelerías y restaurantes impregnan de color, olor y sabor al turista que visita Granada, una ciudad que ha conseguido romper estereotipos a través de la "islamización" de barrios como el Bajo Albaicín o la reconversión del antiguo Gran Bazar, la Alcaicería.
Zonas como la Alcaicería, junto a la Catedral de Granada, o Calderería, en el Bajo Albaicín, se han convertido en dos paradas imprescindibles para revivir la época andalusí o descubrir los entornos más multiculturales de la ciudad.
La Alcaicería evoca los zocos de las milenarias medinas árabes en la estrechez de sus calles y en el abigarramiento de pequeñas tiendas donde se oferta, con derecho al regateo, artesanía marroquí, egipcia o granadina, como la afamada cerámica pintada de fajalauza, los objetos de taracea -incrustaciones de madera y marfil- o los candiles de cristal coloreado.
Sin embargo, esta zona era antes famosa por ser un gran bazar donde se fabricaba y se vendía seda, con fondas para alojar a los comerciantes, cuyo sueño era velado por vigilantes que patrullaban las callejuelas.
Literalmente, Alcaicería significa "la casa de César" en reconocimiento a que el Emperador Justiniano concedió a los moriscos el permiso para vender seda, una actividad que se mantuvo intacta hasta 1843, cuando un incendio en una de las tiendas arrasó el bazar.
Según ha explicado a Efe el presidente de la Asociación Granada Histórica, César Girón, de aquel incidente se salvó lo que hoy conocemos, una réplica que se reconstruyó en estilo morisco para inspirarse en las callejuelas del romanticismo, y que años más tarde, experimentó el "boom" del turismo.
Youness Hassoun, uno de los comerciantes de la Alcaicería, ha asegurado a Efe que se siente "como en casa", y es que en su bazar vende teteras, ropa o artesanía marroquí, egipcia y siria.
"La Alcaicería me recuerda a los zocos marroquíes de Fez, Marrakech o Essaouira", según este joven, quien ha apuntado que los turistas españoles "son los que más compran", frente a los extranjeros.
Imprescindible en una visita a Granada es también la calle Calderería, donde se han instalado numerosas teterías, cada una con particularidades y ambientes diferentes, además de pastelerías árabes, restaurantes marroquíes o libaneses y tiendas donde poder adquirir desde pipas de agua hasta juegos de té.
El presidente de la Asociación Granada Histórica ha recordado que esta calle del Albaicín bajo, barrio declarado Patrimonio de la Humanidad, era el "mercado popular", donde los granadinos acudían a comprar pan, carne o pescado.
La presencia islámica se deja notar desde los últimos 20 años, según Girón, quien ha señalado que la comunidad sufí se asentó en la zona coincidiendo con la apertura de la mezquita Correo Viejo.
Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Granada y Almería en 2006, reveló que el perfil predominante del comerciante en el Albaicín es el de varón marroquí con estudios superiores y edad media de 32 años.
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