Una ciudad acostumbrada a ganar

BOSTON.-  El último lustro ha sido tan exitoso para el deporte local, con dos ligas de baseball y otras dos Super Bowls, que se diría que los hinchas de la ciudad del Río Charles empiezan a sentirse lo suficientemente acostumbrados a las hazañas de sus clubes como para no otorgarle a la finalísima de la NBA más importancia que la justa. O quizá, lo suficientemente acostumbrados a ganar campeonatos como para permitirse ensayar otras formas de afición menos evidentes que las usuales.

Sergio Sotelo

Boston está preparado para unos emocionantes 'play-off'.

Solo así cabe explicarse el disimulo notable con el que la hinchada de Boston asiste al comienzo este jueves del último round de unos play-offs que reeditan una de las postales más recordadas de la historia del deporte, los megaclásicos de los ochenta entre los Celtics de Larry Bird y los Lakers de Magic Johnson. Las muestras de adhesión al equipo capitaneado por Paul Pierce son de hecho tan pocas dada la trascendencia del evento, que algún despistado, al ver por el contrario la profusión de gorras y camisetas de los Red Sox que -como él solito- luce el paisanaje, podría llegar a pensar que la gran cita de la temporada en Nueva Inglaterra la protagoniza el equipo de baseball de los 'medias rojas'.

En realidad, hace falta acercarse hasta la tienda del Banknorth Garden, el pabellón donde juegan sus partidos los chicos del logo del trébol, para encontrar auténticos gestos de devoción por los colores. (Gestos, esta vez sí a la altura del exceso que merecería la ocasión; concretados en la compra compulsiva de 'merchandising' conmemorativo del cruce en el que los Celtics, los más laureados de la NBA, buscarán su decimoséptima corona).

Las formas discretas de los seguidores del cuadro verde 'saint patricks' no deberían, sin embargo, tomarse por tibieza o desapasionamiento. Uno se atreve a especular con la idea de que la reciente costumbre de ganar títulos que han cultivado las gentes de Boston, gracias a los Patriots y los Sox, les permite vivir su afición en un plano que excede la mera vehemencia. En una dimensión, llamémosle, de silente orgullo y vindicación del pasado.

En un territorio que tiene muy a gala el haber sido cuna de la Revolución de la Independencia, donde las matrículas de los coches llevan el lema 'Massachusetts, el espíritu de América', la inesperada presencia de los Celtics en una final tras dos décadas para el olvido se toma con una ocasión para reivindicar el sitio que el club del idolatrado pívot Bill Russell ocupa en la leyenda del deporte yankee.

No me pregunten por qué. Cuando uno trata de sacarle a un nativo un pronóstico para la serie, o intenta componer una solución tentativa para frenar al irrefrenable escolta de los Lakers Kobe Bryant, lo más probable es que el interpelado acabe hablando de las noches memorables en el demolido Boston Madison Square Garden o del inconfundible diseño del parquet que distingue a las, hasta hoy, dos canchas que han hospedado a los Celtics.

Al final, el signo más contundente de apoyo a Pierce y compañía lo constituye una gran pancarta que cuelga de la fachada del congreso estatal de Massachusetts, con el imperativo 'Think Big' (Piensa en grande).

¿Se imagina el lector algo similar en la Asamblea de Madrid para alentar a los merengues en un final de liga? ¿Un cartelón en el Parlamento vasco para animar al Tau?

Eso este corresponsal tampoco se lo imagina.