Una buena victoria, pero insuficiente... de momento

Alberto Contador ha ganado el Giro de Italia. Hace sólo 10 meses se impuso en el Tour de Francia. Y es muy probable que, en septiembre, lo haga en la Vuelta a España -su equipo no está invitado a la carrera francesa y, por lo tanto, no podrá optar a repetir victoria-. Sólo Anquetil, Gimondi, Merckx e Hinault lo consiguieron antes. Ni siquiera Miguel Indurain pudo inscribir las tres grandes vueltas por etapas en su palmarés. Sin embargo, pese a la hazaña del ciclista de Pinto, no suenan las trompetas, no retumban las hipérboles. A Contador no se le mete en el saco de Nadal, Gasol o Alonso, los jóvenes de su generación que llevan el estandarte del deporte español por todo el mundo. Con sólo 25 años, y en una situación normal, su hazaña merecería todas las loas de aficionados y periodistas, sin mesura que valga.

(REUTERS)

Contador cruza la línea de meta en Milán con la victoria en la mano.

Pero desde hace 10 años no vivimos una situación normal, desde que estalló el 'caso Festina' y se nos abrieron los ojos. Desde entonces, todos los triunfos están, con todo merecimiento, bajo la sombra de la duda. Los de aquellos a quienes pillaron dopándose -Heras, Landis, Hamilton, Basso y un largo etcétera- y los que salieron impunes -sobre todo uno, Armstrong-. Y es ahí cuando aparece Contador, con todos los requisitos para emocionarnos: joven, por supuesto, alegre, agresivo, español, talentoso, inteligente, escalador...

Pero la emoción no llega, y si llega es contenida. Ya no vale con todas esas virtudes. Los ciclistas, Contador incluido, deben demostrar que son inocentes. El ciclismo entero debe hacerlo. La presunción de inocencia ha sido derogada por la cruda realidad y de este profundo bache de una década -siendo muy benévolos y sin querer mirar otra década hacia atrás, cuando se comenzaron a subir los puertos alpinos con el plato grande- no se sale en 10 meses, por mucho que sea un español quien tire ahora del pelotón.

A Contador le salpicó la 'operación Puerto', aunque finalmente salió indemne. Pero nadie se fía de nadie. Ni los ciclistas de sus propios compañeros, ni los técnicos de los médicos, ni los patrocinadores de los técnicos, ni los organizadores de carreras de los patrocinadores. Y, lo que es más grave, los espectadores, los nuevos y los de toda la vida, no se fían de ninguno de los mencionados.

En esta década nos quitaron una de nuestras aficiones y dejamos de ver ciclismo. Hoy, en la contrarreloj de Milán, y ayer en el Mortirolo, y sobre todo el viernes en el passo del Vivione, volvimos a disfrutar, desde el estómago. Dejamos la cabeza a un lado, olvidamos los rencores y vivimos ciclismo del bueno. Ha terminado un Giro que nos cogió a contrapelo y nos volvemos a colocar la cabeza en su sitio. No confío 100% en Contador. Lo tiene que entender, que paguemos con él un escepticismo sembrado a pulso por todo su mundo. Pero, en lugar de revolverse, si está limpio y el Tour y el Giro son suyos con todas las de la ley, debería apechugar con el pasado de su deporte y liderar el cambio. Que podamos disfrutar de las próximas carreras con el estómago, pero también con la cabeza en su sitio.

Así ha quedado la clasificación general