La gastronomía gallega alimenta la ciencia en el continente helado

Pontevedra.-  Ha llevado la gastronomía gallega al continente helado donde gracias a él ondea la bandera de Porto Novo. Es el cocinero portonovés (Sanxenxo), Miguel Ángel Montes Vidal, integrante de la expedición española de Unidad de Tecnología Marítima del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en la Base Antártica Española (BAE) Juan Carlos I.

ampliar foto

(EFE)

Miguel Ángel Montes Vidal, integrante de la expedición española de Unidad de Tecnología Marítima del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en la Base Antártica Española (BAE) Juan Carlos I, que ha llevado la gastronomía gallega al continente helado, donde gracias a él ondea la bandera de Porto Novo.

Montes acabó cumpliendo el deseo de la alcaldesa del municipio Catalina González de colocar la bandera del ayuntamiento en la Antártida, explicó en entrevista con EFE en la que reconoce que lo peor de esta aventura para cocinar "a la gallega" a miles de kilómetros de la comunidad es el rigor del clima, y estar alejado de su mujer y dos hijos.

Pregunta.- Situar una bandera en la cima del Everest es casi una obligación para el que la encumbra, pero, en la Antartida, ¿ocurre lo mismo?

Respuesta.- Allí, puede encontrar alguna banderita. La más grande de todas, a parte de la del Estado español, es la nuestra, la del ayuntamiento de Sanxenxo. Y, solo, una portuguesa y otra de Cadiz, que recuerde y no se me escape, fueron colocadas, en las inmediaciones, por los integrantes de la base.

La idea surgió de la alcaldesa del municipio que acepte sin dudarlo ni un minuto. Para mi, fue todo un orgullo por cumplir con este cometido con mi ayuntamiento.

P.- ¿Ha sido el encargado de llevar la gastronomía gallega hasta un punto geográfico tan lejano?

R.- Si, lo más positivo es que podemos transportar materia prima desde aquí. Como gallego y como profesional de la gastronomía no dude en incorporar en la lista de víveres: vino, marisco de la tierra, cacheira de cerdo y ternera.

En resumen, llevamos mil kilos de alimentos para poder pasar los meses previstos en Antartida sin problemas de este tipo. Lo calculamos todo antes de partir, aunque cuando cocinas, te mides en el consumo de aceite y vino.

La dieta diaria es muy similar a que practicamos aquí. Preparados a la plancha o también al horno son los preferidos por funcionalidad, dadas las condiciones a las que te enfrentas.

P.- ¿A que labores se ha dedicado la expedición de científicos para los que estuvo cocinando?

R.- Como cocinero, mi cometido fue alimentar a los compañeros de la base y a otros que se encontraban en el Campamento Bayer, situado a cuatro días de la base. La misión se centro en la investigación de líquenes, un vegetal autóctono, y los modos de vida de los pingüinos. Otros se dedicaron a recoger y analizar muestras de piedra volcánica o los glaciares.

P.- ¿Un cocinero percibe las consecuencias del cambio climático en el continente antártico?

R.- Si, mucho, muchísimo. He viajado, con este, dos años y puedo asegurar que caen y se funden toneladas de hielo. Es muy triste hacer una comparación tan corta como la de un año a otro. Hay que vivirlo para darse cuenta de que esto no es una teoría de los científicos. Siempre, cuando me preguntan por esto familiares y amigos, les digo lo mismo: ver para creer.

P.- ¿Tenemos la capacidad suficiente como para hacernos idea del paisaje y modo de vida que ofrece un lugar tan distante al nuestro?

R.- Valga el caso de nuestra llegada, el 13 de noviembre, cuando nos encontramos casi la totalidad de base enterrada bajo la nieve. Tuvimos que picar para poder entrar y tener un techo donde refugiarnos.

El modo de vida requiere de una mentalización previa porque no tienes nada. Aquello es una casa de madera, construida hace 20 años, revestida en su interior por materiales como poliéster. Por eso, la cabeza hay que llevarla muy bien amueblada.

Luego, pasan cosas infrecuentes en latitudes como la gallega. Por ejemplo, el río con el que nos suministrábamos agua estaba helado. Para afrontar situaciones como esta, debe uno estar muy preparado psicológica.

P.- ¿Cómo es el día a día en una base ubicada en medio de un desierto de hielo?

R.- Cuando estas allí, y va adaptándote, haces una vida normal. Te levantas a las siete de la mañana y trabajas hasta la una y media que se come. Después, se continua con las obligaciones de tres a siete de la tarde. A partir de ahí, escuchas un poco la radio, dependiendo de las condiciones meteorológicas, y un poco de televisión con vídeos porque se entiende que allí no hay cobertura de ningún canal.

P.- El clima extremo, ¿lo más duro y difícil en el proceso de adaptación?

R.- Si, desde luego. Además, este año, ha sido peor que el pasado. Mucha nieve y viento gélido de más de 120 kilómetros por hora. Resulta muy incomodo trabajar con estas condiciones, puesto que impactan en uno cristales de nieve y hielo. Hemos llegado a soportar menos veinte grados bajo cero, en verano austral.

La temperatura más elevada fue de dos grados. Ocurrió un domingo, todavía lo recuerdo, porque fue la única excursión que pudimos hacer y el cielo estaba despejado. Pero, fue un día en cuatro meses y medio que duro la misión científica.

P.- ¿Cada cuanto tiempo teníais contacto con vuestras casas?