Un descreído investigador intenta desenmarañar un homicidio en una pequeña ciudad de provincias cuyos habitantes viven dominados por la superstición y los odios ancestrales. Podría ser la sinopsis de una novela negra ambientada en el sur de los Estados Unidos. Podría, pero no. Ahora intenten dejar a un lado sus ideas preconcebidas y cambien la gabardina de nuestro investigador por una toga. Salgan del pantano en donde buscaban el cuerpo del delito, recompongan su figura e imagínense un remoto confín del Imperio romano. Ya están preparados para acercarse a la última novela de Eduardo Mendoza: 'El asombroso viaje de Pomponio Flato' (Seix Barral, 2008).
La diosa Fortuna (y una severa descomposición intestinal) han llevado al fisiólogo y filósofo aficionado Pomponio hasta Nazaret. Allí se verá envuelto en la investigación de un crimen supuestamente cometido por José, carpintero del pueblo. El escéptico ciudadano romano, pertrechado con las armas de la lógica y la oratoria, recorrerá en compañía del hijo del acusado (un vivaz niño que responde al nombre de Jesús) los diferentes escenarios en busca de pruebas que absuelvan a su padre. Por el libro van a desfilar personajes como el purulento mendigo Lázaro, el temido bandido Teo Balas (A.K.A. Barrabás), los holgazanes miembros del Sanedrín y toda una serie de individuos que conforman un irrepetible belén bizarro.
El escritor catalán alcanza con esta novela las mismas cotas de hilaridad que ya había conquistado con otras de sus obras como 'Sin noticias de Gurb' (1990) y 'Las aventuras del tocador de señoras' (2001). Pero aquí, haciendo fácil lo difícil, va más allá. 'El asombroso viaje...' es una original mezcla de novela histórica y relato detectivesco, sátira inteligente y humor escatológico. Recurriendo a la ironía y a un amplio conocimiento de la cultura clásica, Mendoza abandona el trillado camino de la novela histórica, rompiendo un encorsetado y repetido (hasta la saciedad) molde para darle la vuelta como un calcetín. Así, del mismo modo que El Quijote parodia las novelas de caballería de su época, esta novela lo hace un tipo de literatura tan frecuente en nuestros días.
Ejemplos de autores que, como Mendoza, se hayan atrevido a retorcer el género de la novela histórica, a cortocircuitarlo y crear con sus herramietas un artefacto nuevo no han faltado en los últimos años. Valgan como ejemplo los siguientes títulos:
César Aira: 'Parménides', Mondadori, 2006. El argentino Aira nos lleva hasta una colonia griega del sur de Italia, para contarnos la historia del 'negro' Perinola, escritor contratado por Parménides para escribir un libro que pasará a la historia. Una reflexión sobre el mundo literario, la creatividad y el discutible concepto de autoría.
Antonio Orejudo: 'Reconstrucción'. Tusquets, 2005. Ambientada en la Europa de la Reforma, Orejudo rescata la figura del científico y teólogo Miguel Servet. Intercalando personajes históricos y ficticios articula una magnífica novela sobre el fanatismo religioso.
* Alfonso Tordesillas, Gonzalo Queipo y Francisco Llorca forman el colectivo literario 'Tipos Infames'.
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