WINDHOEK (NAMIBIA).- Aquí no hay grandes galerías comerciales. Si alguien viaja a Namibia que no espere tampoco disfrutar de las delicias de una gran cocina local o de un hotel a la altura de las grandes urbes europeas o norteamericanas en lujo y sofisticación; del legendario lujo oriental ni hablamos. Aquí se va de compras porque también han desembarcado Guess y Channel, por supuesto; se sale a cenar y el camarero te da a probar el vino, como no puede ser de otra manera; y se duerme en hoteles con su aire acondicionado, su buffet libre para atracarse de 'orix' y 'kudu' y no falta la decoración con motivos "africanos", (esos que se cuelgan en las paredes de los hoteles nada más. ¿Quién va a colgar aquí un escudo 'masai' en la pared de su casa? ¿Y por qué? Además, aunque se venden los escudos, en Namibia no hay 'masai').
En la barra del bar, como en cualquier otro lugar, uno charla con otros viajeros, que se pasan unas vacaciones intensas saboreando una bien merecida cerveza o cualquier otra bebida universal. Es decir, que globalizados estamos, o al menos en la capital; pero de momento en una versión más modesta, menos ostentosa y con un glamour que se está haciendo de rogar.
Hasta que llegue el glamour, nos dedicaremos a cosas más terrenales. Puede valer The Warehouse, la sala de conciertos más importante de Windhoek y de Namibia que celebra en 2008 sus 15 años de existencia. Lo celebrará en abril, me cuenta Ernst, el propietario, con la misma gente que participó en su inauguración. Espera con emoción ese momento. Van a ser noches de homenaje a la mezcla de estilos y de artistas que han pasado por su escenario. Porque en sus adolescentes tarimas han tocado y tocan todos y de todo, lo nuevo y lo de siempre: hip-hop, rock, pop, clásica, oriental, flamenco, jazz, flamenco-jazz, latinoamericana, africana por descontado, Kwaito… Hay hasta teatro, cine en pantalla desmontable, fiestas y pases de modelos.
Todo esto dentro de los espectáculos ocasionales, pero la sala tiene programa regular también. El último jueves de cada mes viene un grupo de música tradicional desde algún rincón de Namibia. Para existir. Porque si tocas en The Warehouse existes. Porque si no sales de tu aldea no existes. Aldeas donde la gente va a por agua a la fuente comunal, donde guarda el rebaño en vallas hechas de palos de mopane, donde no te pongas enfermo, donde la escuela está generalmente demasiado lejos, escuelas donde ya a los niños ni les ponen falta; por no ponerles, no les ponen ni zapatos.
A veces me pregunto por qué los guías no enseñan este pedacito de la noche de Windhoek a sus turistas.
Los domingos, uno de cada dos, en The Warehouse hay jazz. y Afrodisiac. Lo del jazz no lo explico, ya sabemos lo que es. Afrodisiac es el programa quincenal de artistas locales. Gente de renombre dentro de la música namibia que ofrece lo mejor de su repertorio a un público tan variopinto como la programación de la sala este mes de marzo, por poner un ejemplo cercano.
A veces me pregunto por qué los guías no enseñan este pedacito de la noche de Windhoek a sus turistas: un poquito de música tal vez se recuerde mejor, para nada exagero, que el sabor del filete de avestruz. O incluso que vengan después del filete de avestruz, que en The Warehouse también hay cerveza, licores y zumos, no todo va a ser música.
The Warehouse quiere convertirse en un escenario universal. Sin imponer que todos lo acepten, lo repitan, y lo repitan, y lo repitan, y cuando se sepan el estribillo que les guste. Sino dejando un espacio para cada voz; voz que a veces suena dulce como la de Patricia (lo de su nombre no me lo explico, es de aquí y bien de aquí), que cuando entona sus canciones tradicionales mira hacia el cielo con los ojos humedecidos; voz que otras veces suena poderosa como los tambores y las marimbas de Ongoma, un grupo de jóvenes locales que tocan con una rabia primitiva y electrizante; o la voz de quien sea que tantas otras veces suena a Occidente, o suena a Oriente, o a Norte, o a Sur, y muchas veces suena a ese poquito de pasado, de raíz, de origen que queda en lo tradicional. Aquí más que en ninguna otra parte.
Hay público, pero limitado, la sala es pequeña y el interés por la cultura es similar en todas partes.
Y para ofrecer a cada uno su espacio, desde dentro de la música, donde The Warehouse vive, aparece un penúltimo proyecto siempre en promoción de lo local: ahora quieren abrir una sala para que los músicos de aquí tengan un espacio de ensayo; para que tengan a dónde ir y comiencen a existir. Difícil empresa para abordarla solo el tal Ernest.
Hay público, pero limitado, la sala es pequeña y el interés por la cultura es similar en todas partes (si hay Champions League, la gente se queda calentita en casita; faltaría más, aquí, en España y en la China). Vamos, que igual no se llena como para decir "ahora la amplío". ¿Acabará pasando? Esperemos que sí, que sigas creciendo. De momento, felicidades por tu aniversario y suerte.
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Si voy a Windhoek no dejaré de visitar esta sala.... +
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