Domingo de resurrección

Después de una semana de solemnidad y recogimiento, periodo que un servidor ha dedicado por entero al retiro y la meditación, no es fácil reincorporarse a la vida superficial y mundana. Tras el fervor religioso, el olor a incienso y las torrijas, supone todo un calvario retomar el pulso habitual. Antaño, para volver al trepidante ritmo que exigían mis superiores, aceleraba el ritmo cansino de los Pasos costaleros y salía por la puerta grande: me comía un chuletón de buey, me bebía una botella de Rioja y me pasaba un rato por DŽAngelo, sede social de periodistas de investigación y blogueros de élite. ¡Toma Domingo de Resurrección!

Martina Klein, presentadora de 'Celebrities'

Ahora ya no. Desde ayer ya no necesito recurrir a los placeres de las carnes rojas y los vinos tintos para volver a ser un profesional competitivo y una persona cabal. Desde ayer sólo tengo que poner la tele y ver 'Celebrities' (La Sexta), un programa super chic, hasta las trancas de gente guapa y gastosa, atiborrado de glamour y sensualidad, congestionado de moda y superficialidad. De lo que es la realidad de la vida, vamos.

Resucitar es renacer, revivir, decir "adiós" a la muerte y "hola" a la vida. Fíjense que en unas pocas horas hemos pasado de los nazarenos mohínos, que pasean sus penas en tinieblas, descalzos y con capirotes nada favorecedores, a las resplandecientes chichas de Martina Klein, presentadora de un programa repleto de beautiful people. Ya saben, esos ángeles que se hacen las ingles brasileñas, expulsan gases que huelen a Chanel Nº5, desfilan por pasarelas, pasean al perro con zapatos de Christian Dior y llevan la jeta hasta arriba de botox.

La pantalla es así de abierta, comprensiva y democrática: donde ayer había dolor y recogimiento, hoy hay exhibicionismo y despilfarro. Un día escuchas al arzobispo emérito de Pamplona, Fernando Sebastián Aguilar, oponerse en nombre de la Iglesia católica a la eutanasia recordándonos que Jesucristo, en la cruz, "tuvo una muerte digna a pesar de no tener cuidados paliativos". Y al día siguiente, oyes en 'Celebrities' que una de las actrices de 'Sexo en Nueva York' ha escrito un libro en el que explica "cómo utilizar el dedo meñique para realizar una estimulación anal más satisfactoria".

Eso sí, olviden a las pantojas, las marujítas díaz, los marichalares y las belenes estéban. Gentuza. Entierren en el fondo de sus sórdidas y rústicas memorias lugares como Marbella, Ubrique, Alhaurín de la Torre o Menorca. Poblachos. En este lujoso y despilfarrador 'Celebrities' serán veleidosos, frívolos e insustanciales, pero con clase: tienen corresponsales en Nueva York, París, Milán, Londres y Los Ángeles. Gracias a este carácter exquisitamente mundano nos mostrarán fascinantes anécdotas de algunos de los seres más inteligentes del planeta: ¿Sabían ustedes que Scarlett Johanson quiere regalar a su novio piezas de su propia dentadura? ¿Dónde imaginan que se ha puesto David Beckham su enésimo tatuaje? ¿Creen que Sarkozy se mensajeaba a la vez con Cecilia y con Carla Bruni? ¿Imaginan que le puede gustar llevarse a la boca a nuestro modelo más superguapo, superconocido y supermetrosexual?

Han sido días inolvidables, tanto para el espíritu como para el cuerpo. Una gran Semana Santa… y un Domingo de Resurrección con Martina Klein. ¿Qué más se puede pedir?

Un motivo para no ver la televisión

Obra selecta.
Autor: Cyril Connolly.
Editorial: Lumen.

Imagino a Cyril Connolly, ensayista inglés de enorme erudición y descomunal sentido del humor, escribiendo el blog perfecto. En un butacón de cuero, junto a una chispeante chimenea, rodeado por una interminable biblioteca y con un whisky de Malta en la mano. Connolly no fue un gran novelista, pero sí un crítico despiadado, capaz de mezclar los comentarios más sarcásticos con sus experiencias personales. Y llevó una existencia envidiable: bibliófilo, viajero y bon vivant, supo disfrutar de la soledad y de su tiempo libre. Fue un tipo culto y algo snob, sin llegar a resultar patético, que escribió crónicas de viajes, parodias (genial 'La caída de Jonathan Edax'), ensayos y, por supuesto, críticas.

Este libro, y 'La caída de Jonathan Edax' (Grijalbo Mondadori), resumen perfectamente sus textos breves. Mis favoritos son las críticas literarias, un paseo muy personal por un Londres estirado y romántico, y la desternillante parodia de un James Bond travestido.