El plan soberanista de Ibarretxe se desinfla dentro del PNV

Los resultados electorales del nueve de marzo certificaron un nuevo mapa político en el País Vasco, en el que los socialistas se erigieron como grandes beneficiados y los nacionalistas salieron perjudicados. Desde entonces, se ha abierto un proceso de reflexión interna en el Partido Nacionalista Vasco (PNV), en el que han vuelto a aflorar divisiones que por algunos meses parecían aparcadas. La difícil situación que atraviesa el partido nacionalista ha quedado certificada hoy mismo, cuando su propio presidente, Íñigo Urkullu, se ha distanciado del proyecto soberanista de Ibarretxe, como también lo ha hecho el alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna.

(EFE)

Urkullu en la asamblea de PNV

El nuevo mapa electoral

El Partido Socialista Vasco logró los mejores resultados de su historia en unas elecciones generales al lograr nueve escaños (de los 18 en liza) y un 38% de los votos, convirtiéndose en la fuerza política más votada en las tres provincias vascas. En el otro lado de la moneda se situó el PNV, que perdió un escaño en el Congreso y tuvo que conformarse con seis. ¿Qué lectura ofrece este resultado?

Algunos analistas habían planteado el resultado de las elecciones como un plebiscito a la política soberanista de máximos del 'lehendakari' Ibarretxe, que había lanzado un órdago al Gobierno central con su proyecto de consulta popular. El pasado mes de septiembre, Ibarretxe propuso una 'hoja de ruta' sobre el derecho a decidir de los vascos. Este proyecto asegura que, en el caso de que no se haya alcanzado ningún acuerdo con el Gobierno español en junio de 2008 sobre el respeto a la voluntad de la sociedad vasca, el 'lehendakari' realizará una consulta popular no vinculante el 25 de octubre de 2008. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, rechazó de plano este proyecto en más de una ocasión, y aseguró que la reforma del Estatuto vasco es el único camino posible, al considerar que el plan del 'lehendakari' se encuentra al margen de la legalidad.

Como si fuera un plebiscito se había referido, por ejemplo, un artículo de 'El Correo Vasco', al asegurar que el nacionalismo se había "autoimpuesto un reto ciertamente complicado: hacer acopio de una capacidad de influencia tal que le permita negociar de tú a tú con el Estado la modificación del actual estatus político de Euskadi". Esto es, había hecho una apuesta maximalista que hipotecaba la posición negociadora del partido, y que ha acabado convirtiéndose en una especie de callejón sin salida para los propios nacionalistas, obligados a replantearse sus pretensiones a la luz de los resultados electorales: los partidos no nacionalistas han doblado en escaños a los nacionalistas dentro del País Vasco. Pero un replanteamiento de la situación incluiría la desautorización del 'lehendakari'.

¿Y ahora qué?

Hace unos meses, en septiembre, el Partido Nacionalista Vasco parecía haber alcanzado un clima de unidad tras la marcha de Josu Jon Imaz. La presidencia de Imaz estuvo marcada por una profunda división interna entre el sector más moderado (que encarnaba el propio Imaz) y el más soberanista (en el que se situaban Egibar y el propio Ibarretxe). La ponencia política consensuada que logró el PNV a finales del año pasado y la presentación de una candidatura única a la presidencia con Íñigo Urkullu, considerado como una 'tercera vía' a los grupos enfrentados al ser 'moderado' y 'ortodoxo' al tiempo, trajo un período de calma al seno del grupo nacionalista.

Sin embargo, acaban de aflorar los primeros síntomas de desunión tras los resultados electorales. ¿Qué estrategia conviene al PNV? ¿Perseverar en su órdago soberanista y en su afán por cargar con la iniciativa? ¿Buscar una alternativa más dialogada con el ejecutivo socialista, reforzado en las últimas elecciones generales, a través de un replanteamiento del Estatuto de Gernika, que data de 1979?

En los días posteriores a las elecciones, los representantes 'peneuvistas' adoptaron un lenguaje ambiguo. La mayor muestra de esta indefinición se produjo el sábado pasado en la asamblea del PNV, donde Urkullu obvió por completo las referencias al proyecto de Ibarretxe. Los líderes del partido han pretendido ser muy comedidos, pues su postura en este asunto es crucial en las relaciones con el Gobierno durante los próximos cuatro años. Y Zapatero ya lanzó un aviso a los nacionalistas tras proclamarse vencedor en las elecciones, al reconocer que su mayoría era suficientemente amplia como para gobernar "con autonomía".

Sin embargo, esta indefinición ha acabado por romperse hoy, cuando Íñigo Urkullu ha dejado ver su postura sobre el proyecto del 'lehendakari' ante las cámaras de la televisión autonómica vasca, al afirmar que la consulta es de Ibarretxe y no del PNV. Urkullu también ha apelado a la voluntad de diálogo del Gobierno central y ha suavizado el discurso del 'lehendakari' al afirmar que "ha sido Ibarretxe quien ha dicho hasta la fecha que, si hay verdadera voluntad, también los plazos pueden tenerse en consideración". Esta postura contrasta con la posición que había manifestado durante su breve mandato Urkullu, que se había aproximado al discurso más duro del partido, y había sostenido una postura muy agresiva hacia el Partido Socialista. Iñaki Azkuna, el alcalde de Bilbao, tradicionalmente en el bando más moderado del partido, también se ha posicionado al reconocer que él no tiene pensado realizar ningún tipo de consulta en la capital vizcaína.