Heathrow estrena la Terminal 5, pero su arquitecto prefiere la T4

LONDRES (REINO UNIDO).-  Bajo el espíritu ingenieril propio de las grandes obras de la época victoriana, se ha llevado a cabo —durante más de seis años— la construcción de la nueva Terminal 5 del mítico aeropuerto de Heathrow, al oeste de Londres.

(Morley von Sternberg)

El aclamado arquitecto británico Richard Rogers ha sido el encargado, desde que ganara el concurso público para el diseño de una nueva terminal, nada menos que en 1989, de dirigir e inspirar al inmenso equipo de profesionales que han llevado a cabo la gesta.

El edificio, de más de 300.000 m² de superficie, más dos edificios satélites , se convierte por el momento en la construcción más grande de este país. Aun así, para un mega-proyecto de estas magnitudes, su estructura funcional es bastante simple: una coraza de vidrio y metal que deja libre de columnas el espacio interior. De esta manera la organización funcional de salas, restaurantes, mostradores y demás puede ser totalmente modificada o extendida en el futuro sin mayores complicaciones.

Serán odiosas las comparaciones, pero en este momento se hacen necesarias. ¿Hasta qué punto la T5 de Heathrow está compitiendo arquitectónicamente con la T4 de Barajas?

No hace mucho que escuché una entrevista con Richard Rogers en la BBC donde se le pedía que, de entre todas sus obras, eligiera las tres con las que se siente más satisfecho. La primera sería la casa diseñada para sus padres en Wimbledon (ver imágenes), al sur de Londres, a finales de los años sesenta, la segunda sería el Centro Pompidou de París (ver imágenes) que diseñara en los setenta con su amigo Renzo Piano y la tercera sería la Terminal 4 del aeropuerto de Madrid-Barajas, recientemente concluida en colaboración con el Estudio Lamela de Madrid.

La elección de la vivienda familiar está motivada por el logro de un ambiente cálido e intimista (inusual en la arquitectura sesentera de trazas futuristas) pese a la utilización de materiales innovadores para el momento como plásticos, metales pintados o neoprenos.

La elección del Centro Pompidou se hace evidente dada la grandeza de la obra tanto por su innovación formal como por su implantación en el mismo corazón de la capital francesa. Este centro artístico muestra, como pocos, las claves de la arquitectura de Rogers: la estructura del edificio separada de su propia piel, la utilización de materiales de alta tecnología, la flexibilidad en los espacios, el dinamismo y el anti-monumentalismo.

Entonces, estando separadas por tan corto espacio de tiempo y siendo obras de características tan similares, ¿por qué elige la T4 de Madrid sobre la T5 de Londres? La respuesta estaría en que la T4 simboliza en cierta medida el punto de fusión de las otras dos obras seleccionadas, la fusión entre la alta tecnología y la calidez humana del espacio.

Si las catedrales góticas fueron la expresión tectónica y espacial por excelencia de su momento, consiguiendo sobreponer al público con la majestuosidad de sus estructuras, en los tiempos modernos, los aeropuertos toman el testigo y llevan la técnica a su máxima expresión. Todas las obras aeroportuarias de nuestros días exhiben tecnología punta y hacen gala de espacios monumentales propios de su condición de puerta de entrada y salida de grandes ciudades, pero es en la T4 donde se logra, junto con esa monumentalidad, la humanización del espacio solemne.

No me cabe duda de lo avanzado de la tecnología empleada en las estructuras, la grandiosidad de los espacios interiores y la funcionalidad de las instalaciones. State of the art, diríamos para calificar este nuevo edificio londinense de "último modelo". Pero es la simple, aunque costosa, utilización de techumbres onduladas de madera y el guiño de color de las interminables filas de pilares lo que hace del espacio de la T4 algo acogedor en lugar de sobrecogedor. Éste es el pequeño detalle que se echa en falta en la hermana mayor londinense.

Hay que proyectar hacia el futuro y al igual que los ingenieros de la época victoriana, tener visiones de grandeza y ser conscientes del legado de la obra bien hecha, pero al mismo tiempo que miramos hacia delante, hemos de mirar hacia dentro y tratar de humanizar incluso los espacios más grandiosos. El propio Rogers está convencido de la responsabilidad del arquitecto en la calidad de vida de la gente y así ha actuado en un buen puñado de sus obras.

¿Estamos entonces hablando de alta tecnología con un toque humano? Yes, please.

* Julián Ramírez es arquitecto. Vive y trabaja en Londres