Una pareja británica sorda opta por la selección genética para tener un hijo sordo. El hecho no es nuevo. Hace más de una década que una pareja de lesbianas estadounidenses tuvo hijos sordos por este método. ¿Por qué se da esta situación?
¿Sacando los cuernos? No, en el lenguaje de signos significa: Te quiero.
Hoy ha aparecido un artículo en El País que vuelve a recoger la polémica surgida hace varios años, pero ya olvidada: Parejas de sordos que quieren tener hijos sordos. No es algo que suceda frecuentemente pero tampoco un hecho aislado. Se conocen varios casos (sobre todo en Estados Unidos) en los que ha tenido lugar el nacimiento selectivo de hijos sordos por fecundación in vitro. Algunos hay que no llegan a darse a conocer y otros aparecen en los medios de comunicación con años de retraso. Este fue el caso de la pareja de lesbianas Sharon Duchesneau y Candace McCullough que tuvieron dos hijos sordos.
Para ello, tuvieron que buscar a un donante de semen varón que padeciera de una sordera de causa genética. De los embriones resultantes de la fecundación in vitro, se elegían aquéllos que se sabía que tenían el gen de la sordera para ser implantados en una de las mujeres y continuar con un embarazo normal que terminaría en el nacimiento de un niño sordo.
Todos los casos en los que los padres buscan tener un hijo sordo tienen algo en común: el orgullo y la automarginación con respecto a la población no sorda. Este orgullo aparece tras un mecanismo de defensa psicológica muy conocido: la negación. Para un grupo reducido de sordos, dentro de la amplia comunidad sorda, ellos no tienen ninguna discapacidad. Defienden su atributo especial como una seña de "identidad" o una "variedad cultural".
Suelen rechazar con fervor todos aquellos programas que tratan de enseñar a los sordos el lenguaje hablado en combinación con el lenguaje de signos. Lejos de considerarlo como una opción para integrarse con los que no son sordos, lo ven como un desprecio hacia su lenguaje de signos y se niegan a aprenderlo. Se junta además que la sordera va asociada a cierta desconfianza e ideas paranoides con respecto a los que oyen. Ven a gente hablando pero no saben de qué hablan y es frecuente que algunos piensen que los están criticando, lo cual propicia aún más la automarginación y que se busque un trato preferente con sus semejantes.
Se trata del sector fanático de la comunidad sorda. Un grupo poco conocido pero muy presente y organizado, principalmente en Estados Unidos. Mientras la mayoría de programas para sordos van encaminados a su integración en la sociedad y a la disminución de los problemas de su discapacidad, ellos rechazan tales problemas y reafirman su orgullo sordo. Acuden, si es posible, a escuelas sólo para sordos y las personas de su círculo social son mayoritariamente sordas. Todo esto lleva a la creación de un gueto donde la sordera es el denominador común. No en vano, hay firmes defensores de la creación de ciudades e incluso de naciones sordas.
Pero hay un problema para este sector fanático de sordos, una alteración en la continuidad de su "gueto". Aunque la sordera sea hereditaria no pueden asegurarse de que sus hijos vayan a ser sordos de forma natural aunque ambos miembros de la pareja lo sean. Tras una vida despreciando el lenguaje hablado y comunicándose sólo con sordos, se encuentran con la situación de que podrían tener un hijo que podría oír. Un hijo que representaría una vuelta a esa comunidad que han despreciado. Y entonces es cuando ocurre lo que se veía venir: la selección de embriones para asegurarse de que el hijo salga sordo y continuar así el gueto. Y entonces, sólo entonces, los medios de comunicación recogen la noticia. Pero es sólo la punta del iceberg. No nacen hijos sordos selectivamente porque sí, nacen porque detrás existe un orgullo irracional por la sordera y un gueto autoimpuesto. Porque existe un sector fanático de la comunidad sorda. Y no es casualidad que sea precisamente la comunidad sorda los que más los critican, atacan lo que ellos más defienden: la integración y el tratamiento de la sordera.
Medidas como el implante coclear o las técnicas quirúrgicas más punteras para recuperar la audición son considerados como un abuso hacia el niño o un genocidio por el sector radical sordo. Ellos son "especiales" y quieren que sus hijos también lo sean. Aunque ello suponga apartar al niño del mundo de los sonidos. Un mundo que ellos no conocieron y que no están dispuestos a que sus hijos exploren.
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No hay peor sordo que el que no quiere oir. Bueno, sí: el que no quiere que sus hijos oigan. +
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