Rajoy se crece y Esperanza mengua

Irónico, cómplice, relajado. Paradójicamente, en uno de los días más difíciles de su carrera, Rajoy se ha mostrado brillante y en buena forma. Se ha quitado un peso de encima. Y no es Esperanza Aguirre, a la que los miembros del Comité Ejecutivo han hecho el vacío durante la reunión.

Ballesteros (EFE)

Mariano Rajoy durante la rueda de prensa que ha ofrecido tras la reunión del Comité Ejecutivo Nacional.

Blanco como la cera, el presidente del PP se ha sentado esta tarde entre los cerca de 100 miembros de la Ejecutiva del partido con cara de estar atravesando un mal momento. Eso no es un secreto. Quienes le rodean cuentan que ayer, el día después de las elecciones, estaba derrumbado. Así que la expectación entre los asistentes era enorme. Algunos de sus más cercanos colaboradores ignoraban cuál era la noticia que les tenía preparada.

Primero ha tomado la palabra Pío García Escudero para explicar cómo había transcurrido la campaña. Después Arenas ha comentado los resultados en Andalucía y, tras el análisis de Acebes sobre los resultados electorales, Rajoy ha hablado. Su discurso ha sido como esa película de tu vida que pasa como un flash por tu mente cuando estás al borde de la muerte, según narran algunos de los presentes.

Un repaso a sus 27 años de carrera, plagado de agradecimientos a Fraga, Aznar, a su equipo de confianza, a su familia. Un canto a los valores fundamentales de su existencia que ha emocionado a muchos de los que le escuchaban boquiabiertos. Alguno, incluso, estaba a punto de mandar un SMS a su mujer con el mensaje 'se va' tras el anuncio de congreso para junio, cuando con esa socarronería que atesora ha dicho: "Y yo me voy a presentar. Y también se puede presentar el que quiera o la que quiera". Lo que se han interpretado como una referencia directa a la presidenta de la Comunidad de Madrid

Esperanza Aguirre se ha quedado petrificada mientras un aplauso sentido y generalizado -como ha explicado Jorge Moragas- arrancaba la sonrisa del todavía presidente. Pero la reunión guardaba todavía un momento más jugoso. A la izquierda de la cabecera se sentaban los barones, los presidentes autonómicos, y Esperanza Aguirre era la más próxima a Rajoy. Por pura lógica era a la que le correspondía iniciar las intervenciones, en caso de que tuviera algo que decir.

Sin embargo, el nombre que más suena en los medios para suceder a Rajoy, ha preferido callar, dejando que Francisco Camps (presidente de la Comunidad Valenciana) y Ramón Luis Valcárcel (presidente de Murcia) abrieran fuego, dando paso a los alrededor de 15 integrantes del Consejo que han aprovechado para cerrar filas en voz alta en torno al presidente y asegurarle su apoyo para el Congreso. Los aplausos, de nuevo, resonaban al final de cada minidiscurso. Menos cuando Esperanza Aguirre, la última en pronunciarse, se ha sumado al carro. Nadie ha aplaudido. El silencio ha dejado claro cuál es la posición de sus compañeros de partido.

Renovado por dentro, más que por fuera, como si hubiera ingerido bifidus activo, Rajoy ha salido a la palestra. Seguía pálido pero en plena forma. Se le iba encendiendo la chispa a medida que avanzaba la rueda de prensa. "Si el PSC me hubiera dado seis escaños, no le habría hecho ascos", ha comentado con sorna. Cómodo y relajado, ha contestado con aplomo y humor hasta las preguntas más dolorosas, esas en las que se apuntaba su fracaso. En estos casos, era Soraya Sáenz de Santamaría quien fruncía el ceño. Su colaboradora, nombre casi seguro en la lista que Rajoy tiene ya en mente para acudir al Congreso de junio, miraba con ternura a su jefe y en su expresión podía leerse el sufrimiento de las últimas 48 horas. Dos días de decepciones, en los que Rajoy y su equipo han asistido perplejos a la cacería que algunos medios de comunicación afines en los que confiaban, han desatado.

"Me siento exactamente igual que antes de pasar por las urnas". Otra ironía más. Ésta, de pata negra, para cerrar la jornada con el punto de chulería y superioridad que va necesitar hasta junio.