Dosis de LSD para ayudar a enfermos terminales

Este año se cumple el 70 aniversario del descubrimiento de la LSD 25 –dietilamida del ácido lisérgico–, la droga con efectos alucinógenos más consumida en el planeta. El químico suizo Albert Hofmann logró sintetizar esta sustancia en 1938. Buscaba un fármaco que estimulase la circulación y la respiración y acabó siendo el padre del tripi, la droga de la contracultura. Hofmann todavía está vivo, acaba de cumplir 102 años y puede sentirse contento. Las autoridades sanitarias del país que le vio nacer acaban de aprobar un estudio para saber si la LSD puede servir de ayuda en la psicoterapia de pacientes con cáncer en fase avanzada o enfermos terminales.

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Albert Hofmann, sintetizador de la LSD

Soitu.es ha podido saber que el pasado mes de diciembre el psicoterapeuta Peter Gasser, que trabaja en la ciudad de Solothurn (cantón de Argovia), recibió la luz verde definitiva. El comité de ética de ese cantón, el Instituto Suizo de Productos Terapéuticos (Swissmedic) y la Oficina Federal de la Salud aprobaron este ensayo que acaba de iniciarse en doce pacientes y que durará tres meses. Los enfermos asistirán previamente a ocho sesiones de psicoterapia y luego ingerirán dosis de 200 miligramos de LSD.

El doctor Gasser es consciente de que los pacientes que están cercanos a la muerte viven aterrorizados, saben que les queda poco tiempo y se hacen muchas preguntas. Buscan un significado a su vida y puede que los efectos alucinógenos que provoca la LSD durante ocho horas aporten algo de sentido a ese final. Esta droga es capaz de inducir estados mentales alterando e intensificando sentidos, estados de ánimo y percepciones.

José Carlos Bouso, psicólogo y psicoterapeuta español, aclaró a soitu.es que "desde los años 60 hay más de mil artículos científicos sobre la utilidad de esta sustancia, más de 50.000 pacientes fueron tratados en aquella época y hubo seis congresos internacionales. Casi todos los hospitales universitarios de EEUU y Europa, incluida España, tienen estudios antiguos que utilizaron LSD. La usaron para enseñar a los psicoterapeutas las experiencias subjetivas de los pacientes".

Bouso explica que la LSD puede disolver las fronteras del yo, "la persona se puede dejar de sentir encapsulada y conectar con otra dimensión más global. Sin olvidar que su efecto analgésico es más potente que la morfina con una sola dosis, lo que ayudaría a estos pacientes terminales". El principal problema es el conocido como "mal viaje", la posibilidad de que las alucinaciones hagan pasar un rato terrible al consumidor, con paranoias o psicosis durante las horas que dure su efecto. Bouso sostiene que el mal viaje tiene que ver con el contexto y la predisposición. "El contexto es clínico y controlado y los enfermos tendrán sesiones previas de preparación. Nadie está a salvo de un mal viaje pero en Suiza habrá especialistas en manejarlo si ocurre".

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El 'flower-power' floreció en los años 60

Este es uno de los primeros estudios aprobados sobre las supuestas ventajas terapéuticas de esta droga ilegal. En 1947, la LSD se empezó a usar en tratamientos para esquizofrénicos y muchos vieron en esta la sustancia milagrosa de la psicoterapia. Llegaron los 'hippies' en los 60 y el consumo se desvió de los laboratorios y hospitales a las fiestas 'flower-power' y a cualquier expresión contracultural. A finales de los 60 se incluyó en la lista de drogas prohibidas. Hasta la CIA la llegó a probar como herramienta en interrogatorios. En la actualidad, su utilización como droga recreativa es minoritaria en todo el mundo aunque nunca han desaparecido del todo.

El estudio suizo está financiado por la Multidisciplinary Association for Psychedelic Studies (MAPS), una organización de EEUU que ha aportado más de 50.000 dólares. Peter Gasser –uno de los participantes hace un par de años en el simposio para celebrar el centenario del nacimiento de Hofmann– ha reconocido que "algún día la LSD será como la morfina, y sólo psicoterapeutas especializados suministrarán la sustancia a los pacientes". En España, el psicólogo José Carlos Bouso inició en el año 2000 una investigación para conocer si el principio activo del éxtasis –la metilendioximetanfetamina (MDMA)– podía servir como psicoterapia en mujeres que sufrían trastorno por estrés postraumático crónico (víctimas de violaciones, de catástrofes naturales…). Cuando llevaba más de tres años trabajando, la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid acabó con el estudio y nunca se pudo saber la verdadera utilidad del éxtasis.