BARCELONA.- Los cuerpos, se rozan. Las piernas, se cruzan. Mientras el explosivo caderazo sexual del reguetón causa furor en Barcelona, la sutil cadencia del tango también seduce y crece entre los jóvenes. Ambos bailes sugieren el preludio de una relación que continuará en un lugar más íntimo. Pero en un recorrido por las más de 20 escuelas de baile y 14 milongas que hoy existen en la ciudad condal, las mujeres tangueras coinciden en un reclamo: "faltan hombres".
Distancias cortas y pasiones en el tango.
Sería injusto decir que bailar tango está de moda en esta ciudad, porque Barcelona arrastra una tradición musical tan apegada al tango como al jazz. De hecho, el poeta tanguero Enrique Cadícamo la bautizó "Tercera patria del tango" –después de Buenos Aires y París-. Y si entras en el museo del estadio Camp Nou, sabrás que existen letras de tango y fotos dedicadas por Carlos Gardel al capitán del Fútbol Club Barcelona, José Samitier, «El mago».
Pero ahora más que nunca llama la atención que haya tanta gente joven en las pistas, sobre todo mujeres. Trepadas a zapatos de tacón, las veo moverse en las dos milongas más tradicionales de Barcelona: La casa de Valencia –Córcega, 335- y el Club de 7 a 9 –Cartagena, 252-, donde el panorama casi siempre es el mismo: hombres y mujeres que rondan los 50 y chicas con poca experiencia que entran a la pista con timidez.
A los bailes no todo el mundo llega a bailar. Pero si en las milongas hubiese al menos un bailarín por cada dos mujeres, la ausencia de varones sería menos evidente, y no existiría el reclamo femenino que escucho sin cesar desde que frecuento noches de tango: "Faltan hombres".
Como testigos indirectos de la oferta tanguera, son buenos los portales de internet -www.bcntango.com" o www.antoniatango.com"-, pero hace falta vivir una milonga por dentro para comprobar que además del placer de bailar, los hombres 'faltantes' también se pierden un acompasado juego de seducción. Todo comienza en el fetiche de medias de red, sigue en los primeros ocho pasos que hacen falta para ingresar a la pista con dignidad, y ese vaivén de caderas que sugiere el inicio de una relación que continuará en un lugar más íntimo.
Diana Morris lleva 13 años como profesora de baile, organiza milongas en el particular bar de fumadores "Pipas Club", y según su experiencia la falta de nuevos bailarines tiene una razón clave: "Ellos intentan aprender, pero desertan porque el tango es mucho más complejo para el hombre que para la mujer. Les hace falta constancia", dice Diana, y su frase parece ir a contramano de la historia, porque desde sus inicios en Buenos Aires el tango fue un asunto masculino, igual que en Europa.
Si entras al antiguo hotel Oriente, en Barcelona, verás que la habitación 113 con vistas a Las Ramblas lleva un nombre escrito en una placa: Carlos Gardel, el zorzal criollo. La historia de esta ciudad avanzó unida a los hombres que hicieron del tango una pasión internacional. Y gran parte de esa trayectoria se puede comprobar en "Barcelona tercera patria del tango", un libro de los autores Xavier Febrés y Patricia Gabancho. («Barcelona, tercera patria del tango». Edicions dels Quaderns Crema, Barcelona, Diciembre – 1990).
Hoy sólo existe una milonga en Barcelona con anfitriones exclusivamente varones: Dan y Rubén. Son catalanes y su escuela de baile, que funciona en la calle Berga, 34, del barrio de Gracia, se llama "La pantera rosa". Por infantil, el nombre es atípico en el varonil ambiente tanguero. Pero al verlos moverse abrazados en la pista, Dan y Rubén me recuerdan que desde su cuna el tango era tan masculino que sólo se bailaba entre hombres. Así sucedía en Buenos Aires durante los primeros años del siglo XX, cuando pocas mujeres se arriesgaban a bailarlo por temor a ser calificadas con el eufemismo "mujeres de la vida". Ahora, en Barcelona, sucede todo lo contrario: las mujeres dicen que faltan hombres, y los reclaman.
"El hombre domina y la mujer lo sigue. El tango es así", me explica Andrea Ponzzeti, quien, como muchos inmigrantes argentinos –más de 130.00 actualmente en España-, llegó de Buenos Aires en los '90 y es profesora de baile en un caserón de la calle Méndez Núñez,18, donde también organiza milongas ambientadas con bombillas rojas y reproducciones en CD de discos de vinilo que conservan el típico sonido a fritura de fondo.
Como si fuese ilegal, el tango en Barcelona siempre se baila en la trastienda de algún bar o en la penumbra del primer piso de un edificio antiguo. En ese sentido el baile aún transmite el espíritu marginal y masculino que –según una versión etimológica rioplatense- hasta dio origen a su nombre. La palabra tango proviene del término tangó, que se usaba para nombrar los lugares donde se les permitía a los esclavos afroamericanos practicar sus ritos religiosos. Por su origen barriobajero, además de masculino el tango siempre fue un baile popular, no masivo, y esa particularidad todavía existe. Aunque de este lado del Atlántico, donde el explosivo caderazo del reguetón está de moda, se agrega la novedad de que los hombres no alcanzan a la hora de bailar tango.
¿Es descabellado pensar que el baile funciona como espejo de una sociedad que prefiere suspender la seducción de camino a la cama?
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Dicen que en el mundo hay más mujeres que hombres, así que imagino que en las milongas se refleja ese desequilibrio +
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