La república independiente del metro

NUEVA YORK (EEUU).-  Tras vivir en el centro de Madrid y estar a no más de 20 minutos andando de todo lo que pueda necesitar es un pequeño shock descubrir que en Nueva York todo está lejos de todo. Desde mi domicilio de la calle 181, en el barrio de Washington Heights, se tarda unos 30 minutos en llegar a la calle 42 y a Times Square, centro neurálgico de la urbe. Aunque no parezca mucho, ésa es la duración cuando se coge la línea A Express, la que se salta todas las paradas de Central Park. Por la noche, fines de semana y, sobre todo, si tenéis que hacer algún trasbordo de línea a línea, preparáos para trayectos que pueden llegar a más de hora y media. ¡Verídico!

Diego Rebollo

El metro, maremagnum de culturas.

Aún viviendo lejos y teniendo que pasar mucho tiempo bajo tierra he descubierto que tiene mucho interés observar lo que sucede en esta especie de país independiente, en esta 'República del Metro'. Si Nueva York es una gran ciudad, el metro de Nueva York es como otra gran ciudad bajo tierra. Allí se desarrolla una pequeña sociedad, una reproducción a escala de lo que se vive un poco más arriba.

Una de las primeras cosas de las que me percaté es que poco importa quién seas, cómo vayas vestido o el color de piel que tengas. El metro en Nueva York es usado por un tanto por ciento muy elevado de la población, desde personas con muy pocos recursos hasta ejecutivos. Simplemente eres uno más entre ese maremágnum. Os propongo un ejercicio para cuando os subáis al metro: observad atentamente a la gente que tenéis alrededor. Es muy interesante hacer el esfuerzo de no desconectar y observar ya que nos daremos cuenta de la increíble cantidad de colores, vestimentas, lenguajes, actitudes y culturas de los que comparten ese viaje con nosotros.

Los desplazamientos en metro se utilizan para las más variadas actividades cotidianas. Puedes ver a la gente comiendo (desde hamburguesas hasta sopas o cafés, cualquier cosa es susceptible de ser engullida allí), leyendo un libro, escuchando música en su iPod (¿existirá un solo americano que no lo tenga? Y ya ha empezado la revolución del iPhone…), tejiendo una bufanda, predicando (la religión en cuestión es lo de menos), trabajando en un ordenador portátil… y, sobre todo, durmiendo. Esta última es una de las actividades estrellas, muy comprensible cuando te das cuenta de que mucha gente hace largos trayectos hasta sus quehaceres diarios.

El arte en los pasillos del metro de Nueva York.

En esta 'República del Metro' también hay manifestaciones artísticas porque... ¿Qué sería de una sociedad sin arte? Por poner un ejemplo de arte espontáneo, varias veces ya me he encontrado con grupos de hip-hop, algunos integrados por niños y adolescentes, realizando sus coreografías y sus acrobacias para recaudar algunos dólares. Bailando como en un Tetris para no pegarse contra paredes o techos dentro del reducido espacio de los vagones. Algunos viajeros ni se inmutan ante su presencia mientras otros acompañan el espectáculo dando palmas

En cuanto al arte institucional se refiere, la propia entidad que gestiona el Metro, la MTA, cuenta con un programa artístico conocido como 'Arts for Transit'. Gracias a él, varias estaciones se han convertido en auténticos museos. Dos de las más interesantes son la parada de la calle 14 con la 8ª avenida con pequeñas y divertidas esculturas del artista Tom Otterness (recuerdan a los muñequitos obreros de la serie 'Los Fragel') y la céntrica parada de la calle 42, con un mural del archiconocido Roy Lichtenstein. Además, el festival 'Music Under NY' permite a músicos elegidos a través de un casting tocar mini conciertos de forma legal en ciertas estaciones seleccionadas.

¡Abrid bien los ojos! Porque en Nueva York, lo que es un simple viaje en metro puede convertirse en una experiencia cultural y en un estudio antropológico de esta sociedad bajo tierra.