Ya se puede crear un 'super maíz' que no sea transgénico

MADRID.-  Problema a resolver: 250 millones de personas en el mundo sufren deficiencia de vitamina A, entre ellos 40 millones de niños que por esa causa padecen enfermedades oculares capaces de dejarlos ciegos. Solución propuesta: un maíz con elevado contenido en precursores de dicha vitamina. Pregunta: ¿Sólo la tecnología transgénica puede obtener tan extraordinaria variedad? Respuesta: En absoluto. Ya es posible conseguir supercereales sin recurrir a los transgénicos. Lo afirman los autores del análisis genético presentado en la revista 'Science'.

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Mazorca de maíz.

Los científicos de la Universidad de Cornell (Estados Unidos) se enfrentaron a la cuestión que viene intrigando a los agricultores desde el Neolítico: ¿cuáles de todas las semillas recogidas en la cosecha anterior poseen el mayor potencial? ¿En cuáles se encierran las plantas que darán los mejores frutos? A simple vista resulta imposible saberlo. Por milenios, el único modo de averiguarlo era con el viejo método del ensayo y error: ir escogiendo, cosecha tras cosecha, las semillas de las plantas de mayor rendimiento.

Hace algunos años apareció la Cromatografía Líquida de Alta Resolución, un dispositivo capaz de aclarar el enigma. Esta "radiografía química" ultraprecisa puede determinar los contenidos de provitamina A (beta-caroteno) de una planta, pero presenta un inconveniente: analizar cada muestra (cada mazorca, en este caso) cuesta en torno a 50 euros.

Lo que han hecho los investigadores de Cornell es abaratar sensiblemente el análisis mediante el método llamado "mapeo de QTL" (traducción algo macarrónica de Mapping Quantitative Trait Loci). Explicado groseramente, consiste en localizar las regiones de los cromosomas donde se hallan los genes buscados, en este caso, los que intervienen en la producción de precursores vitamínicos. La técnica se deriva del progreso en secuenciación rápida de ADN, realizado al calor de la carrera por el genoma en combinación con el análisis estadístico.

Armados con esa herramienta, los científicos estudiaron 300 líneas genéticas de plantas de maíz e identificaron aquellas cuyas mazorcas contienen 15 microgramos de beta-caroteno por gramo (las variedades consumidas en África apenas llegan a 0,1 micrg/gramo). De pasada, descubrieron la enzima mutante responsable de los altos niveles de esa sustancia. El "mapeo de QTL" cuesta mil (¡1000!) veces más barato que la cromatografía, lo cual facilitará su difusión en los servicios agronómicos del Tercer Mundo. Semilla a semilla podrán ser analizadas a toda pastilla, permitiendo seleccionar las portadoras de la enzima mutante. Por esta vía, los autores confían en acelerar la biofortificación vitamínica del maíz, el cultivo de subsistencia en el África subsahariana y en América Latina.

La noticia alegrará a quienes recelan de los cultivos transgénicos y, a la vez, reclaman soluciones tecnológicas a la medida de las necesidades de los agricultores pobres del mundo. Conviene recordar, de todos modos, un detalle fundamental: ninguna técnica opera aislada del contexto. Si los agricultores destinatarios no reciben capacitación, si no disponen de otras tecnologías indispensables (tractores, cosechadoras, sistemas de riego, etc.), si no se liberan de la competencia desleal de los cereales subsidiados por los países ricos, muy pocos se beneficiarán de esta innovación. Una vez más hay que repetirlo: no hay soluciones exclusivamente tecnológicas al problema de la desnutrición.