PEKÍN (CHINA).- Ya estamos en plena cuenta atrás del evento que dicen terminará de mostrar y hacer entender lo que es China y su cultura al resto del planeta. El 8 de agosto de 2008 y a las 8 de la tarde –el 8 en China es el número de la suerte- comenzarán los Juegos Olímpicos de Pekín. Aunque los que de verdad van a conocer la China auténtica, la que no sale por televisión, la que se respira día a día, serán los turistas deportivos que sin saberlo ni quererlo participarán paralelamente en ‘Las otras Olimpiadas’.
En Pekín las calles y avenidas son como la selva donde coches, autobuses, y bicicletas hacen la guerra cada uno por su cuenta.
Estoy ya deseando ver la cara del educado alemán cuando vaya a comer a los clásicos restaurantes callejeros que en verano colocan sus terrazas sobre el asfalto, indiferentemente del tráfico. En estas casas de comidas uno puede llegar a anestesiarse del brutal olor a queroseno que desprenden las freidoras de aceites inclasificables, refritos y perennes. También hay que gestionarse a gestos cerveza fría, ya que aún cuesta a la sociedad china entender que a cuarenta grados el zumo de cebada refrigerado está mejor.
¿Y qué será de ese suizo ordenado y mecánico como sus universales relojes cuando vea el horrendo y peligrosísimo tráfico? En Pekín las calles y avenidas son como la selva donde coches, autobuses, bicicletas y peatones hacen la guerra cada uno por su cuenta. En algunos cruces importantes se puede observar a alguien que parece dirigir el tráfico. Aunque si nos fijamos en su atuendo –más bien parece un basurero marroquí a la hora del bocadillo-, su edad –septuagenarios como mínimo- y el escaso éxito que consigue entre los viandantes cuando hace sonar su silbato de parvulario podemos confirmar que es un elemento más a asociar al caos circulatorio pekinés.
¿Y qué me dicen de los modernos californianos? Ya me imagino a alguno de ellos con arcadas al ver como toda la población pekinesa –sin excepción de clases- escupe a tu paso y junto a tus pies salivazos que aunque grandes en tamaño sorprenden menos que el sonido acompañante a la creación y lanzamiento del esputo creyendo que las amígdalas, arrancadas de cuajo, van detrás.
El verano pekinés también traerá agua por los monzones. Pero lo que poca gente sabe es que aquí cuando llueve tienes que dejar lo que estés haciendo y ponerte a buen recaudo. Por lo tanto advertimos al turista de zapatillas último modelo que las dejé aparcadas en su zapatero y transite siempre con chanclas. Y que no le de repelús que en algún momento de esas tardes monzónicas aguas grises le lleguen al tobillo ya que el alcantarillado de la ciudad digamos que tampoco está a la altura.
Coger un taxi también será otra prueba de fuego en estas ‘otras olimpiadas’. Primero porque en verano el taxista lleva el aire acondicionado al nivel más bajo que te puedas imaginar y con el chorro proyectado directamente a tu cara. Y no intentes manifestarte con él ya que en China nadie –levísimas excepciones de la supuesta alta sociedad- habla inglés. Ni lo chapurrea. El taxi, además, suele ir poco aseado y para no resaltar mucho el propio chofer acompaña esta desgana higiénica con una presencia deplorable que en el colmo del humor –al final hay que tomárselo así- suele colocarse unos guantes blancos como intentando homenajear a los camareros de los de antes. De los que pinceaban el solomillo con arte y elegancia. Ni que decir tiene que en todo el verano los guantes pasan a ser parte de la propia mano injertándose en la piel al no ser nunca cambiados.
Para terminar este texto –que no con las sorpresas extras que deparará Pekín a sus asistentes- debo explicar lo que son los baños públicos. Espero no cortar la digestión a nadie. Asemejándose a un abrevadero la gente deposita en cuclillas sus heces u orinas ante la atenta mirada de los demás y de los que esperan. Ni agua, ni cisternas, ni ambientadores, ni puertas, ni tapas del váter, ni nada que haga más digno algo tan personal. No se conocen a las señoras o señores de la limpieza ni cada cuanto tiempo vacían el canal pero lo normal es que tus sobras se entremezclen con las de los demás. Estos lugares son fáciles de localizar ya que al no disponer de aire acondicionado o extracciones suelen dejar puertas y ventanas abiertas para que los de dentro no fallezcan y los de fuera sepan donde está el lugar de desahogo.
Me quedan más anécdotas pero por ahora vamos a descansar ya que a este paso más de uno se va a pensar que en Pekín no hay nada bueno. Y yo digo que sí, que hay cosas buenas, pero esas serán las que salgan por la televisión.
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Leyendo el artículo se podría decir que estas olimpiadas pueden perjudicar seriamente tu salud.
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