Moda retro en el Vaticano

El Papa ha celebrado hoy una misa como se hacía antes, de cara al altar y de espaldas a la gente. Pues bueno. Si el Papa lo hace, será reglamentario. Yo, en cuestiones de fe y de liturgias, no me meto. Ahora dicen que lo próximo será celebrar una misa en griego, antigua y bonita, que como no se entiende ni palabra, estimula la imaginación y el fervor.

El hombre quiere darle a la cosa el empaque de otros tiempos, con su gregoriano, su penumbra y su misterio, para meter de una vez el temor de Dios en el corazón de los fieles. O los votantes. Desde que su eminencia el cardenal Rouco echa mítines, no acaba de estar claro el límite entre parroquia y circunscripción electoral.

Triunfa la moda retro en el Vaticano. Ahora volvemos, parece, a la liturgia de cuando Juan XXIII, o sea, antes del Concilio, aunque quitando la oración por los «pérfidos judíos», no se vayan a enfadar los pérfidos. Vale. Regresamos a mediados del siglo XX. Puede que el Papa se diga: ¿y por qué no el siglo XIX, cuando aún teníamos los Estados Pontificios, y un ejército, y estábamos contra la democracia? La tentación es fuerte, no me dirán que no. Una vez en el siglo XIX, se ve claramente que fue mejor el siglo XVIII, porque la Revolución Francesa lo estropeó todo. Y, ya puestos, el siglo XVI, cuando el Papa decía que el universo giraba alrededor de la Tierra, y pobre del que dijera lo contrario.

Yo, ya digo, estoy conforme. Como si el Vaticano dice que la Tierra es plana. Pero le veo un pelín de peligro a la máquina del tiempo. Se empieza por dar un paso atrás, para recuperar las esencias, y luego llega la tentación de recular otro poco, para tomar perspectiva, y no se sabe cómo se acaba. Porque si nos vamos antes del Credo Nicénico, que rige desde 431, no existe la Trinidad. Y si vamos antes que eso, glups, llegamos a lo de Nerón, el circo y los leones.

O sea, Santidad, mucha calma, no fuéramos a pasarnos con la moda retro.