La sucesión del Rey, en los corrillos de su cumpleaños

Jueves, 10 de enero. Desde primera hora de la mañana los teléfonos echan humo. La cena por el 70 cumpleaños del Rey Juan Carlos ha dado mucho juego. Estaban todos. Y hay interpretaciones para todos los gustos. Pero muchos de los asistentes -450 personas se reunieron en El Pardo- tienen la sensación de haber asistido a un momento histórico, al preludio de una sucesión organizada en la Monarquía. ¿La fecha? Dentro de la próxima legislatura, coinciden la mayoría de las fuentes consultadas.

(EFE)

Pilar del Castillo, Aznar y Ana Botella.

¿Y cómo es posible, si el Rey mostró su deseo de seguir en la brecha? "Sería otro acto de grandeza por parte de Juan Carlos. Jubilarse entre los 70 y los 75, como cualquier ejecutivo profesional. Los Reyes modernos no tienen por qué morir en la cama. Yo creo que hizo el comentario de seguir en la brecha, pero apoyando a su hijo. Algunos comentamos lo patético que resultaba el caso de Isabel II y el príncipe Carlos", dice uno de los asistentes. En el mismo discurso del Príncipe, un hombre maduro, a punto de cumplir los 40 años, estaba implícito ese sentimiento de agradecimiento y futuro.

La emoción del Rey perduró durante toda la noche. El acto tenía bastante de balance de 32 años de Gobierno y allí estaban los hombres clave de tres décadas de democracia. Faltaba Adolfo Suárez. Otro de los asistentes incide en el debate sucesorio que impregnó los corrillos: "Siempre será más fácil para don Felipe llegar al trono con su padre vivo, detrás de él y como apoyo, que en soledad y afrontando Dios sabe qué ideas peregrinas de los sectores más extremos del país".

Que la sucesión se va a producir en los próximos cuatro años no es una certeza, pero sí la percepción de un grupo de personas con un importante bagaje histórico y capacidad de análisis, personas que han participado codo a codo con el Rey en la transformación de España hacia un régimen democrático.

Otros temas de corrillo

Pero la actualidad venía cargada en las últimas horas y a dos meses exactos de las generales, otros temas centraron las conversaciones de los asistentes. La presencia algo cansada y taciturna del ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, llamó la atención. Después de unas jornadas muy duras tras las últimas detenciones de etarras y las denuncias sobre presuntas torturas, allí estaba Rubalcaba, protagonista omnipresente en la última etapa de la legislatura. En algunas mesas se debatió la opinión del ex presidente de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, sobre su apuesta por un futuro gobierno de coalición entre PSOE y PP para acabar definitivamente con el terrorismo etarra. Para Ibarra --el asunto no es nuevo-- los populares se han echado al monte utilizando el terrorismo y lo han monopolizado sin pudor, y ahora sería sensato acabar con esa lacra mediante la colaboración de los dos principales partidos.

El tercer tema de la noche fue la Iglesia. La presencia de monseñor Rouco Varela ocasionó una cierta sorpresa, sobre todo entre los asistentes de la izquierda. ¿Es la Iglesia una institución del Estado? La explicación la dieron algunos amigos y familiares de los Borbón, al recordar que Rouco casó y bautizó a media Familia Real. Estaba invitado a título personal. Algunos miembros del Gobierno, como María Teresa Fernández de la Vega, reconocieron que, en su fuero interno, no estaban muy seguros de que el comportamiento del Gobierno Zapatero con la Iglesia no hubiera sido demasiado blando. Fernández de la Vega viajó recientemente a Roma con motivo del nombramiento de los cardenales españoles.

Quizá el sentimiento más compartido, más allá de ideogías, fue la nostalgia del pasado, de la transición. Los saludos efusivos de personajes del PP, como Rodolfo Martín Villa o Rodrigo Rato, con otros miembros de la izquierda, como Santiago Carrillo, Felipe González o Pedro Solbes, elevaron de nuevo la reflexión sobre hasta qué punto era rentable para la clase política la crispación de los últimos cuatro años.

Llamativa resultó la charla, llena de sonrisas, entre Zapatero y los Aznar. José María Aznar, tan sonriente como ausente --así lo delataba su mirada, según algunos observadores--, parecía estar de paso, mientras el presidente del Gobierno se deshacía en cordialidad. Las gentes del PP no abandonaron a lo largo de la noche el corro en torno a Ana Botella, que debió de sentirse muy protegida. Mientras, Carmen Romero, la mujer de Felipe González, y Pilar Ibáñez Martín de Calvo Sotelo se perdían de círculo en círculo. Botella procuraba no salir de su ambiente.

Y el besamanos paralelo que los viejos rockeros del PSOE organizaron con Felipe González y Carmen Romero desembocó en comentarios sobre lo "fantásticos" que lucían ambos. Y algo similar sucedió con la cantidad de personal que pasó para abrazar a Santiago Carrillo. Salvo la tensión que se respiró durante algunos momentos, cuando el ex secretario general del PCE casi se rozaba codo con codo con el ex ministro de cultura socialista Jorge Semprún, el Federico Sánchez clandestino. Conocer las catacumbas de esa relación será una aportación más a la historia de la oposición en el franquismo.

Ana Palacio, la ex ministra de Exteriores de Aznar, y Juan Costa, coordinador del programa de Rajoy, fueron los mejores relaciones públicas de la derecha activa . Costa se mostró encantador con todo el mundo y habló sobre lo activa que iba a ser la campaña electoral.

Y de todos estos apuntes, la otra nota común, de toque color rosa, fue, cómo no, el comentario sobre la delgadez de la Princesa de Asturias.