Dos "Soidemersoles": nostalgia y futuro

MADRID.-  El 'Soidemersol' es uno de los bares más populares de la calle Argumosa, que sería el paseo marítimo de Madrid si en Madrid hubiera mar. En la esquina con la calle Salitre -en la que Quique González compuso su álbum Salitre 48- se encuentra este restaurante que en pocos años se ha convertido en una de las paradas obligatorias para un primer contacto con Lavapiés.

Portada del álbum de La Buena Vida Soidemersol

El 'Soidemersol' representa el espíritu del nuevo Lavapiés, en el que la multiculturalidad y el casticismo siempre han convivido puerta con puerta. La mezcla de comida étnica y un ambiente elegante y moderno ha resultado una fórmula más que eficaz. Cous-cous, risottos, humus y demás platos exóticos dominan la propuesta del restaurante.

Sin embargo, detrás de esa puerta en chaflán hay toda una historia. Desde su apertura en 1949, allí se encontraba 'Los Remedios', restaurante de referencia para todo aquel que buscara comida casera por un precio más que barato.

Cuando era "El Económico"

La carta de 'Los Remedios' era un placer para el paladar y el bolsillo. Arroz a la cubana con plátano frito, judías con chorizo, filete de ternera con patatas eran sólo algunos de las decenas y decenas de platos caseros que podían degustarse por precios de entre 100 y 500 pesetas. Tanto era así que la mayoría de la gente que lo frecuentaba -entre ellos, muchos obreros- lo conocía más bien con el sobrenombre de "El Económico".

Su fama llegó a tal punto que el grupo de pop donostiarra 'La Buena Vida' tituló en honor al restaurante el tercero de sus discos, 'Soidemersol', que es la palabra que resulta de colocar al revés 'Los Remedios'. Los actuales dueños del local han conservado este nombre a modo de guiño a un público joven y más moderno.

'Los Remedios', regentado por Don Félix y Don Máximo, dos efectivos y amistosas de viejitos, cerró sus puertas cuando la mujer del primero de ellos murió. Según cuenta en un foro Fistrorr, cliente habitual y amigo de los dueños, no tuvieron fuerzas para volver a abrir el local. A Don Félix se le hacía insoportable trabajar en el lugar donde había pasado cincuenta años junto a su mujer. Así se perdió uno de los negocios con más sabor y solera de Madrid.

"Lo que fue nunca lo volverá a haber", lamenta Fistrorr. Esta opinión es compartida por muchos vecinos del barrio, aunque el visitante aún puede admirar en el Soidemersol aquellos azulejos por los cuales en 1986 un americano ofreció un millón de pesetas.

Invertido su nombre y alguna que otra cosa más, el restaurante sigue en pie, despertando la nostalgia de unos y el deleite de otros.