A un año de su muerte, Pinochet provoca en Chile divisiones e inestabilidad

Santiago de Chile.-  Un año después de su muerte, ocurrida el 10 de diciembre de 2006, Augusto Pinochet todavía provoca en Chile divisiones e inestabilidad, pese a que sus cada vez más escasos seguidores carecen de fuerza para ser parte o influir en la vida política.

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(EFE)

Los problemas del gobierno de Michelle Bachelet, cuya popularidad ha decaído, han acentuado el negativo panorama de las fuerzas oficialistas. Según una encuesta reciente, el 54% de los chilenos quieren que el próximo presidente sea hombre.

Analistas e historiadores coinciden en que el "Pinochetismo", como expresión política, no existe, pero también advierten que la ausencia ha sido determinante en el surgimiento de brechas en la coalición de centroizquierda que gobierna Chile desde 1990.

La Concertación por la Democracia, que sacó del poder a Pinochet con "un papel y un lápiz", como ha señalado el ex presidente Ricardo Lagos, uno de los artífices de la recuperación de la democracia, ha sufrido fracturas tras desaparecer el factor que la unía.

En ese contexto, según el académico Ricardo Israel, la Concertación es quien echa más de menos a Pinochet", pues se ha diluido la fuerza que le dio haber sido la alternativa a la dictadura que el fallecido encabezó durante 17 años (1973-1990).

Al morir Pinochet, la Concertación se desveló como un pacto electoral en vez de un acuerdo político y ve el futuro con incertidumbre, con vías de agua por diversos lados.

Los problemas del gobierno de Michelle Bachelet, cuya popularidad ha decaído al persistir, por ejemplo, las deficiencias del Transantiago, el nuevo sistema de transportes de la capital, han acentuado el negativo panorama de las fuerzas oficialistas.

Según una encuesta reciente, el 54 por ciento de los chilenos quieren que el próximo presidente sea hombre y otra, difundida hace pocos días, señaló que sólo un 18 por ciento se identifica con la Concertación.

Todas las encuestas, por otra parte, sitúan al empresario Sebastián Piñera, de la derechista "Alianza por Chile", en el primer lugar entre los "presidenciables" para los comicios del 2009.

La primera fractura en la coalición gobernante se produjo pocos meses después de la muerte de Pinochet, cuando el influyente senador Fernando Flores renunció al Partido por la Democracia (PPD) y, junto a un diputado y otras figuras, lanzó el movimiento "Chile Primero".

El nuevo grupo dice ser "ni de gobierno ni de oposición", lo que ha materializado en el Parlamento, donde en votaciones claves, como una sobre nuevos fondos para el Transantiago, se alineó con la derecha para hacer fracasar el proyecto.

El final de año sorprende además al Partido Demócrata Cristiano (PDC), el más grande del oficialismo, enzarzado en una fratricida lucha interna, con el senador Adolfo Zaldívar como cabeza de una disidencia que amenaza escindir al partido.

Zaldívar, cuya expulsión ha sido solicitada al tribunal supremo del partido por la directiva que encabeza la senadora y ex canciller Soledad Alvear, encabeza a los llamados "colorines" del PDC, que incluyen además a media docena de diputados, no pocos dirigentes y hasta a algunos altos cargos del gobierno.

Para los analistas, la pugna es una lucha interna por el poder, entre la ambición de Zaldívar por ser candidato presidencial y los esfuerzos de Alvear tras la misma meta, mientras el ex presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle (1994-2000), trata de aprovechar los flujos y reflujos de la marea para llevar agua a su propio molino.

Se concrete o no la expulsión de Zaldívar, lo que se observa en el horizonte cercano es un quiebre del partido, vaticinan los observadores.

También el Partido Socialista tiene sus elementos "díscolos", aunque en este caso se trata de personajes que se mueven más cerca de la izquierda extraparlamentaria, como el senador Alejandro Navarro o el diputado Marco Enríquez-Ominami.

Todo este panorama, según Ricardo Israel, era inimaginable cuando Pinochet estaba vivo.

De forma paralela, la derecha opositora ha procurado distanciarse de sus nexos con el "Pinochetismo", condenando, por ejemplo, las violaciones a los derechos humanos.

Según fuentes oficiales, unos 3.200 chilenos murieron a manos de agentes del Estado durante la dictadura, en la que varias destacadas figuras de la derecha ocuparon ministerios u otros altos cargos.

Pero hoy la situación es distinta y los partidos del sector, la Unión Demócrata Independiente (UDI) y Renovación Nacional (RN), descartaron acoger en sus filas a Lucía Pinochet Hiriart, la hija mayor del dictador, que ha manifestado su deseo de ser candidata al Parlamento el 2009.

Ello deja al desnudo la decadencia irreversible del Pinochetismo, que carece de fuerzas para levantar alguna alternativa propia, pese a los estridentes anuncios de algunos seguidores del general en el momento de su muerte, hace un año.

Un aniversario que su familia y antiguos colaboradores conmemorarán con misas, peregrinaciones al lugar donde se guardan sus cenizas y conciliábulos en recintos cerrados para rendir homenaje " a su figura y su obra", según han anunciado la Fundación "Augusto Pinochet" y agrupaciones de militares retirados.

Para Gabriel Salazar, premio nacional de Historia, lo único que se recordará de Pinochet en el futuro serán las violaciones a los derechos humanos.