Cientos de palestinos viven de la basura a pocos kilómetros del primer mundo

Psagot (Cisjordania).-  La creciente pobreza en Gaza y Cisjordania ha empujado a cientos de palestinos, muchos de ellos niños, a buscar su sustento diario en la basura de sus compatriotas y de los colonos judíos.

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(EFE)

La creciente pobreza en Gaza y Cisjordania empuja a cientos de palestinos a buscar su sustento diario en la basura. En la imagen, el vertedero de Psagot (Cisjordania).

No es un fenómeno exclusivo de los territorios palestinos pero refleja el deterioro de las condiciones de vida de sus habitantes en contraste con la pujante economía israelí y de la elite palestina, que linda con el primer mundo.

En el vertedero de Psagot, en el oeste de Cisjordania, a Alí le dan igual estas consideraciones cuando se lanza corriendo hacia el camión que trae la basura del vecino asentamiento judío.

"Los desechos son desechos, vengan de dónde vengan", dice este palestino descreído tras llevar 25 de sus 33 años rastreando día a día su comida en las sobras de los demás.

Alimentos, juguetes o aparatos electrónicos son algunos de los "tesoros" ocultos en las montañas de despojos, pero las pesquisas se centran sobre todo en metales que se venden después a dos shekels (35 céntimos de euro o medio dólar) el kilo.

"En las doce horas que pasamos aquí cada día logramos aluminio suficiente para obtener unos 30 shekels (5,2 euros o 7,6 dólares)", calcula Mohamed, mientras come sardinas en lata.

Hasta 40 palestinos -más de la mitad niños- se disputan algunos días la inmundicia transportada a este vertedero desde Al Bireh, localidad árabe conectada con la ciudad de Ramala, y el vecino asentamiento de Psagot.

Aquí llega, concretamente, la misma cantidad de basura (unas cien toneladas) de Al Bireh, donde viven más de 60.000 personas, que de Psagot, donde sólo lo hacen unas 1.500, explica Tzvika Orbach, responsable de Basuras del Concejo Regional de Mateh Biniamin, un grupo de asentamientos judíos próximo a Ramala.

Según Orbach, ambos núcleos de población cooperan en la gestión del vertedero, lo que ha mejorado su eficiencia y puesto fin a los incendios, algo que desmienten tajantemente fuentes de la Municipalidad de Al Bireh.

En cualquier caso, la imagen de niños buscando entre sobras ajenas se repite a lo largo y ancho de Cisjordania, donde las condiciones de vida se han deteriorado ostensiblemente desde que estalló la Segunda Intifada, en 2000.

Los controles militares israelíes, el inicio de la construcción del muro de separación, dos años después, y la deficiente gestión de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) han apuntalado a este territorio con un índice de pobreza superior al 30 por ciento.

El basurero del poblado de Ad Deirat, por ejemplo, llega a dar de comer durante las vacaciones escolares a unos 300 palestinos, que esperan con más optimismo las basuras domésticas de los cercanos asentamientos de Kiryat Arba, Karmel y Maon que las de las ciudades palestinas de Hebrón y Yatta.

Los vertederos de Cisjordania son, sin embargo, casi un paraíso comparado con los de Gaza, donde no hay asentamientos judíos pero no hace falta desplazarse a los suburbios para encontrar decenas de niños escarbando en las basuras.

Los despojos inundan las calles de la franja desde que hace un mes el servicio de basuras iniciara una huelga indefinida en protesta por sus salarios.

Así, cada vez más beduinos y gente de origen humilde merodea en los desechos a la vista de todos desde que el pasado junio Israel cerró la mayoría de pasos con Gaza y limitó sus importaciones a apenas ocho tipos de productos alimentarios en respuesta a la toma de la franja por Hamás.

Por ello, en Gaza no se buscan sólo metales para la venta, sino también las materias primas que ya no entran en la franja.

Incluso papeles y trozos de madera son codiciados para alimentar el fuego de las cocinas ante la escasez y el alto precio del combustible, cuyo flujo Israel ha empezado a limitar.

Lo peor -coinciden los buscadores de basura de uno y otro de los territorios palestinos- es la falta de esperanza en un futuro mejor.