El acuerdo ha sido unánime durante los meses que ha durado la campaña presidencial estadounidense: fuera cual fuera el resultado de las elecciones, éste significaría el final de una controvertida etapa, la de los ocho años (aciagos para muchos) de presidencia de George W. Bush. En los últimos tiempos de su mandato, lo último que quedaba por explotarle en las narices lo ha hecho. Y de qué manera. El estallido de la burbuja 'subprime' ha dejado a Estados Unidos sumido en una crisis financiera que arrastra al mundo a la recesión.
Pero no sólo es la desastrosa situación económica que la Administración Bush ha dejado a su paso y con la que su sucesor en el cargo tendrá que lidiar. El ex gobernador de Texas acumula en su haber una serie de episodios nefastos entre los que destacan la pésima gestión del Huracán Katrina y, sobre todo, la infructuosa intervención en Irak en su estrategia de cruzada global contra el terrorismo protagonizada por la unilateralidad internacional.
Aunque, con el 11-S, la opinión pública lo respaldó con más fuerza que a ningún otro presidente americano en la historia, Bush ha acabado dilapidando ese 'rally around the flag' o luna de miel con la opinión pública. A lo largo de su mandato los niveles de impopularidad del presidente norteamericano han alcanzado mínimos históricos, hasta tal grado, que parece haber preferido retirarse a un discreto segundo plano para no perjudicar al candidato republicano. John McCain (un declarado 'disidente' en varias de las actuaciones políticas de Bush), se ha visto obligado a renegar hasta la saciedad del legado de su compañero de filas para no ser percibido como su sucesor.
¿Juzgará la historia a George W. Bush como el peor presidente de Estados Unidos? ¿Ganará la comparación con otro tan desastroso como Jimmy Carter? De momento, parece que no tenemos la suficiente perspectiva como para emitir un juicio tajante y los especialistas prefieren hablar de un gobierno "con luces y sombras". Eso sí, las encuestas que periódicamente diversos organismos y medios de comunicación hacen a historiadores, expertos en ciencia política y a la opinión pública ya han calificado de "fallida" en varias ocasiones a la Administración Bush. A pesar de los resultados, muchas son las voces que llaman la atención sobre el hecho de que la academia de historia americana esté tradicionalmente escorada a la izquierda.
En 2008, un estudio "informal y no científico" entre historiadores organizada por Histoy News Network daba como resultado que el 61 por ciento de ellos pensaba que su presidencia había sido la peor de la historia. Sin embargo, echando la vista atrás en el tiempo y como bien recordó nuestro gran Anatoli, "el nivel no es como para tirar cohetes". En la memoria quedan nombres como el de Gerald Ford, sobre el que pesa aquella frase lapidaria: "Es demasiado estúpido para poder andar y mascar un chicle al mismo tiempo".
¿Héroe o villano?
La famosa máxima también nos hace recordar la personalidad (simplona para muchos) de un Bush que no sólo pasará a los anales de la historia por sus errores y aciertos, sino como el hombre que protagonizó capítulos como el de la galleta con la que se atragantó hasta caer desmayado. No obstante, por el momento, los puestos más bajos del ranking los siguen ocupando sistemáticamente Franklin Pierce, Warren G. Harding y, sobre todo, James Buchanan.
Lo que todavía no tiene claro la ciencia histórica, sí parece ser una evidencia para otros. El ejemplo sintomático es el de Helen Thomas, la veterana reportera y cronista de información presidencial. Durante 57 años, cubrió la Casa Blanca, por donde se movía como Pedro por su casa y era conocida por sentarse siempre en la primera fila de las ruedas de prensa que ofrecía el presidente. Durante el mandato de Bush, fue relegada al final de la sala y se hizo famosa por su respuesta a una persona que, al pedirle un autógrafo, le preguntó el por qué de su expresión triste: "Cubro al peor presidente de la historia de Estados Unidos".
Con tanta valoración negativa, la pregunta es casi obligada. En Rue89 ya se la han planteado y han encontrado al menos dos o tres cosas que George W. Bush ha hecho correctamente. Entre ellas, destacan la inclusión de cierta diversidad racial entre los altos cargos de su gobierno (dos afroamericanos como Colin Powell y Condoleezza Rice al frente del departamento de Estado o al latino Alberto Gonzales en el de Justicia), su política de regularización de inmigrantes, la labor diplomática con el continente asiático o la reconciliación con Gadafi. Pero, sobre todo, sobresale una faceta casi desconocida: el generoso esfuerzo para ayudar al continente africano en su lucha contra SIDA y la malaria.
Para Olmeda, el descrédito que se ha granjeado Bush responde más a la fuerte polarización política que existe en Estados Unidos que a una mala gestión del ya ex presidente. "La valoración sobre la gestión de Bush depende de las sensibilidades", coincide Javier Maestro, profesor de la Universidad Complutense experto en sistema político norteamericano. "Algunos entienden que lo ha hecho muy bien porque ha querido afianzar la supremacía de Estados Unidos cueste lo que cueste", añade Maestro quien, sin embargo, opina que en el caso de Bush pesan más las sombras que las luces.
A la hora de evaluar su mandato, los defensores de Bush recalcan que ha tenido que enfrentarse a uno de los momentos más delicados de la historia reciente de Estados Unidos: el ataque terrorista del 11-S y la reacción militar y política consiguiente. Olmedo, además, recuerda que el ya ex presidente ha sido víctima de una campaña de "demonización" agitada particularmente desde el otro lado del Atlántico, donde su imagen es mucho más negativa. ¿No será, en cualquier caso, que, desde Europa, cualquier presidente estadounidense nos parece malo y tonto? "Algo de eso hay, tenemos una especie de mirada condescendiente y de superioridad no justificada sobre la política estadounidense", reflexiona Olmedo. Ahora que Bush se fue y llegó Obama, ¿abandonaremos la costumbre de verlos a todos como "vaqueros"?
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