El mundo al revés

Pequeña reflexión sobre alguna de las noticias que han ocupado un gran espacio en los medios durante los últimos días.

¿El mundo al revés?

Esta semana ha sido noticia el que el Parlamento Vasco -gracias a los votos del PSE, PP y UPyD- solicitara de forma oficial el que la selección española de fútbol y la Vuelta Ciclista a España vuelvan al País Vasco. Para analizar la trascendencia de este anuncio, basta decir que hace más de cuarenta años que la Roja no pisa territorio vasco, y que la última vez que la vuelta circuló por sus carreteras fue hace 31 años.

Por supuesto no han tardado en sucederse las reacciones de los partidos afines a la causa terrorista, que poco menos que han catalogado de ofensa o provocación el que lo aprobado democráticamente por el gobierno vasco, pudiera llegar a término.

Resulta complicado explicar el despropósito que supone el que algo que debiera resultar perfectamente normal, se presente ante la opinión pública como excepcional y relevante. Resulta complicado pero sólo para quien no haya sufrido lo que en este país hemos y seguimos sufriendo. Resultaría complicado explicárselo por ejemplo a uno de los dos piratas somalíes detenidos en nuestro país.

A nadie debe ya sorprenderle nada de lo que ocurre en un país que paga cuatro millones de dólares a unos piratas en una bajada de pantalones de las que hacen época. No importa si este dinero hará ahora que los piratas sean más fuertes y por tanto más peligrosos. Tampoco el que con esa cifra astronómica -probablemente la más alta jamás pagada en un secuestro de similares características-  se encarezcan las posibles negociaciones que en la actualidad otros países mantienen para liberar a sus correspondientes barcos apresados.

A nadie debe sorprenderle el que en ese mismo país se produzca un chivatazo desde altas instancias policiales en aras de salvar un proceso de paz -que nunca existió más allá de en las mentes de algún político visionario y egocéntrico-, permitiendo con ello la fuga de terroristas que de otro modo hubieran sido puestos a disposición de la justicia.

Son dos situaciones las anteriores que tienen un nexo común: un Gobierno que se pasa el cumplimiento de la Ley por el mismísimo forro de sus miserias.

Soy optimista por naturaleza, y me niego a creer que este país tiene estómago como para tragar con todo. Tarde o temprano estoy convencido que deberá de producirse una reacción social. Lo triste sería que ésta tuviera como catalizador únicamente la situación económica actual, cuando existen motivos de mayor calado que merecerían una reprobación en toda regla.

Pero volvamos a la actualidad y al inicio de este artículo: hoy hemos desayunado con la foto de los familiares del Alakrana celebrando la liberación de sus familiares; bendita liberación. Sin embargo a uno se le revuelven las entrañas al ver una foto que aparece en diversos diarios: la imagen del momento en el que desde uno de los balcones del Ayuntamiento de Bermeo se retira la pancarta que pedía la liberación de los marineros, dejando al mismo tiempo al descubierto otra, pidiendo en este caso el acercamiento de los presos etarras. Viendo la escena, lo que decida o deje de decidir el Parlamento Vasco, se me antoja casi como un brindis al sol.