La píldora del polvo de esta noche

Desde esta semana puede adquirirse la conocida como píldora del día después sin necesidad de receta médica. El debate está más abierto que nunca: ¿más libertad para las mujeres o menos responsabilidad para los hombres?

¿Barra libre para la píldora del día después?

Se acabaron las preocupaciones para miles de hombres: desde esta semana cualquier persona puede disponer de la conocida como píldora del día después sin necesidad de receta médica. Tan sencillo como comprarse unos caramelos para la garganta. Sí, no me he equivocado: he dicho que se han acabado las preocupaciones para miles de hombres, y no de mujeres. Porque para éstas, al contrario de lo que parece, podrían empezar.

Los primeros días en los que se ha comenzado a dispensar la píldora sin receta han estado marcados por una acusada falta de información y de medios, puesto que en muchas farmacias no se disponían de los folletos que debían entregarse a las personas que solicitaran la milagrosa píldora. ¡Qué más da! Al final, lo que importa es disponer de ella, porque diga lo que diga el panfleto de marras, quien va a comprarla no va a cambiar de idea por lo que ponga un prospecto.

Pero volvamos al inicio. No hay que ser un lince para adivinar que lo que se supone que es un anticonceptivo de urgencia, pase a ser un método profiláctico tan habitual como puede ser el uso de preservativo. Y es en este detalle donde radica la tranquilidad que disfrutarán los hombres a partir de ahora y que comentábamos al principio. ¿Para qué utilizar preservativo pudiendo hacerlo a pelo que mola mucho más? Luego que vaya ella a comprar la pastillita y a otra cosa mariposa, o mejor dicho, a otro polvo. Incluso, mejor que la mujer la tenga ya comprada, que así ganamos tiempo. Porque en eso se va a transformar la píldora del día después: en la píldora para el polvo de mañana, o de esta noche.

Alguno podrá decir que estoy infravalorando el poder de decisión de la mujer. Nada más lejos de la realidad. Estoy convencido que aquellas mujeres adultas y maduras intelectualmente hablando, no consentirán en modo alguno cargar con toda la responsabilidad que se deriva de un acto sexual consentido entre dos personas. Sobre todo, cuando ello pueda conllevar riesgo para su propia salud. Pero nadie puede del mismo modo negar, que en adolescentes, con toda seguridad las principales consumidoras potenciales, la probabilidad de que asuman ese riesgo de forma totalmente inconsciente, es a priori mucho mayor.

Porque se ponga como se ponga el Gobierno con su ministra de Sanidad a la cabeza, la pildorita tiene sus efectos secundarios como cualquier otro medicamento. De hecho, su componente principal, el levonorgestrel, obliga según el protocolo farmacológico a que cualquier medicamento que lo contenga haya de ser dispensado con receta médica. Es el caso de diversos anticonceptivos con cantidades muy inferiores de estrógenos pero que sin embargo, no pueden obtenerse a día de hoy sin prescripción facultativa. ¿A qué se debe esta contradicción?

Nos encontramos así con que en la actualidad la situación real es que cualquier adolescente de 16 años puede adquirir su píldora sin ningún tipo de control, y por si eso fallara, podría abortar sin consentimiento, o en el peor de los casos, sin conocimiento paterno. No vamos a entrar en el debate de si con esa edad se es lo suficientemente maduro como para asumir la responsabilidad de una decisión como esta. Lo que resulta innegable es que con esta serie de medidas parece que el follar no es cosa ya de dos. Así que lo dicho: tranquilidad para los hombres, que el pancho es para ellas. ¡Viva la igualdad! Y de las enfermedades de transmisión sexual hablaremos otro día.