Lágrimas de sangre

El número de agresiones de hijos hacia sus padres se ha incrementado de forma alarmante según la Fiscalía General del Estado. ¿Qué conduce a una persona a actuar de manera violenta contra sus progenitores?

Sé que es tarde ahora que ya te has ido. Aun así algo en mi interior me empuja a hacerlo; a modo de despedida que no tendremos. Necesito decirte todo lo que siempre quise decirte pero tú nunca quisiste escuchar. Las lágrimas que derramé por ti son las mismas que hoy me dan fuerzas para escribir esta carta. ¡Quién me hubiera dicho que después de tanto dolor aún me quedarían!

Fueron apenas nueve meses, pero la impaciencia era tan grande que cada día se hacía eterno. Los iba tachando uno a uno en el calendario mientras colmaba mi diario con pensamientos de felicidad y amor hacia quien habría de llegar; hacia ti. Y todas las noches al acostarme te hablaba con el convencimiento de que así dormirías más tranquilo.

La primera vez que te tuve en mis brazos sentí que no podría haber nada en esta vida que pudiera superar aquel instante; y que jamás nada ni nadie podría separarnos.

Los años pasaron luego tan rápido que ahora todo me parece como un sueño, del que cuando despiertas no quedan sino pequeños destellos. Ojalá pudiera rebobinarlos como si de una película se tratara. Si al menos así llegara a comprender lo que después de tantas noches en vela no he sido capaz. Si al menos así pudiera aliviar este inmenso dolor que el sentimiento de culpa produce en mí.

Te perdoné todo y me juraba cada vez que lo hacía que también sería capaz de olvidar. Aquel primer grito, el primer insulto, el primer golpe. Y todos los que vinieron después. A cada uno sentía cómo mi alma se iba resquebrajando. Te perdoné todo y me juraba que alguna vez volverías a ser el de antes.

No resulta fácil encontrar las fuerzas para luchar cuando todos te abandonan. Tampoco culpo que lo hicieran, ni siquiera le culpo a él. Cuando me pidió que eligiera entre uno de los dos, sé que conocía la respuesta. Nadie puede aguantar tanto dolor si no hay un amor infinito capaz de curarlo todo.

Estuve a tu lado cada vez que caíste, cada vez que te hundías siempre un poco más, aunque de ti no tuve nunca nada que no fuera interesado. Sufrí cómo te ibas destruyendo como si fuera yo quien estuviera en aquella celda.¡Cuántas veces lloré porque volvieras conmigo aunque bien sabía lo que significaría de nuevo!

La última vez que te tuve en mis brazos sentí que una parte de mí también había muerto; y que jamás nada ni nadie podría separarnos.

Hoy te escribo con lágrimas; lágrimas de sangre.