La juventud escupe hacia arriba

Natalia y Estefanía, 18 y 19 años, varios oficios y expertas en las oficinas del paro.. Caso número 16 del especial Sra. Crisis, Míreme a los ojos, de Confidencialba

Natalia y Estefanía (identidades ficticias), a la entrada de las oficinas del desempleo en Albacete

“Siempre he trabajado en negro, pero no lo digas ahí”. Hablan Natalia y Estefanía, dos muchachas de 19 y 18 años respectivamente, que se podrían ciscar en su propia calavera si no fuera por la mala sombra que ya se gasta el personal en general. No necesitan pedir permiso para insultar, prejuzgar y poner en la picota. Viven en un país y en un mundo que anteayer sacaba pecho de prosperidad y hoy suplica por unos brotes verdes, mientras quienes deben llevar las riendas se acusan mutuamente de hincharse los bolsillos: CCM, Palma Arena, Gürtel, Seseña-El Pocero, El Quesito, Aeropuerto de Ciudad Real… ¿Quién da más? ¿Quién se puede sorprender de que Natalia y Estefanía larguen por esa boca pecadora?

La culpa la tiene “el gobierno”, responden por triplicado cuando se les pregunta. A la tercera, por fin, razonan. O al menos lo intentan. Un paréntesis: las siguientes palabras pueden herir gravemente la sensibilidad del lector, avisado queda. Ahora sí, Natalia y Estefanía, dos voces, una misma generación: “se quedan con los cuartos, los muy cabrones, anda que no salen casos en la tele, y luego lo invierten en ellos mismos; la otra noche vi en la televisión que uno de los concejales de (…) era maricón, y que se gastaba el dinero de la gente en puticlub y en drogas”.

Vaya por Dios. ¿Es que alguien le debe la vida a estas mozas? Pues quizá la vida no. Pero sí el haberse lucrado a su costa. Natalia ha trabajado como ayudante de cocina y en tareas de limpieza. Sus empleos nunca han durado más de un mes, y siempre en negro. El refranero nos socorre en estos casos: Hacienda que no ve, inspector que no siente. Su amiga, Estefanía, está hasta los pinreles de trabajar aquí y acullá, siempre en lo que se coloca. Y siempre, faltaría más, en negro. La trampa no es legal, pero está extendida: ni derechos, ni cotizaciones, ni leyes que las amparen. Esa es la enseñanza que este mundo deja a sus más jóvenes. Esa es nuestra crisis.

Todos pillan
Así que ambas aprenden la lección. Y escupen para arriba, sin temor a que las babas les caigan sobre la cara. Más hundidas no pueden estar –no tienen rubor al encasillarse como clase social baja–, así que de perdidos al río. Se quitan la palabra. Dos voces, una misma generación: “qué crisis, pero qué crisis van a tener si se comen las gambas a manos llenas. La culpa la tienen todos, la culpa la tiene el PP, la culpa la tienen tanto los del PP como los del PSOE, ahí todos pillan”.

Algo de razón deben tener cuando ni “los del PP” ni “los del PSOE” han sabido explicarle a su ciudadanía lo que avanzan todos los indicadores demográficos y socioeconómicos, desde la ONU hasta todos los expertos en la materia: que sin inmigración Europa se hunde, que el trabajo no es una tarta que se reparte, sino un dulce que se elabora entre todos.

Y como han estado ocupados en otras cosas, no en explicar la realidad, su ciudadanía que puede no ser leída, pero desde luego no es tonta, interpreta con las claves que tiene a mano: “no podíamos esperar la crisis… con este país que es muy rico, quién iba a pensar que iba a llegar esta crisis, pero nos han metido a la gente de fuera… Si te pagan cuatro perras, nosotros no tenemos que estar en el paro, nosotros los de aquí verdaderamente, somos españoles, y tenemos que trabajar los españoles en España”.

De la aspereza al cachondeo
Ojo, que no es racismo lo que supura. Es cierto sentido de la redistribución aplicado si se quiere de forma tosca. Pero la misma que dice que “el trabajo de aquí para los de aquí”, se revuelve contra la “avaricia” que se gastan los gobernantes, y les exige que “lo que tienen que hacer mandar el dinero a los países que no tienen, y así no se vienen –los inmigrantes– y no hay crisis”. Quizá la relación entre inmigración y crisis patine; pero no, desde luego, el sentido común en el por qué de la inmigración: vienen porque en sus países no hay dinero. Ojo con nuestros jóvenes: pueden apoyar cierta forma de populismo, pero saben distinguir el origen de los problemas sociales.

Más claves vividas en la experiencia diaria. ¿Todo el mundo ha buscado cómo hincharse rápido los bolsillos? Se les pregunta. “Sí”, responden con concreción y cierta aspereza. Han oído –en la tele, ¿dónde si no?–, que para salir de la crisis hay que “gastar dinero”. Y entonces su aspereza en la mirada se transforma en cachondeo general. Entre risas, se dicen la una a la otra que vale, que muy bien, que lo que diga su señoría, pero que en qué carajo van a gastar si no tienen con qué comprar nada. “Hay que subir los sueldos y bajar los precios”, y ya veremos entonces.

Un derechazo, una perla
Si se les dice que nadie tiene dinero, el cachondeo se incrementa. Y la dureza en el tono también. “No hay porque no quieren sacar, los que tienen que sacar dinero llevan una camisa nueva todos los días”. Es el lenguaje directo, llano y sin cortapisas del subproletariado, clase social extinguida que la avaricia ha hecho renacer entre los menores de 25 años y sin estudios –o con carreras devaluadas, caso del Periodismo, entre otros–. Que les hable alguien de que el dinero no se puede fabricar alegremente, que eso genera inflación. A las generaciones florecientes se la trae floja. Saben que no tienen guita fresca. Y que les da igual trabajar o no: los salarios no llegan ni para ser mileurista. Punto pelota.

Tan acostumbradas están a repartir a diestro y siniestro –y acaban de despertar a la vida, como quien dice–, que tienen palabras “amables” tanto para empresarios como para sindicatos. Adivine el lector quién es quién. “No –respecto a abaratar el despido–. Ya que te echan, que te echen con dignidad y con plata, no que te echen y encima por la cara bonita”. Primer derechazo. “No hacen nada, ¡nada!, hoy todo el mundo se busca sus castañas… El problema es que como a ellos no les duele que lo pase mal otro, porque ellos están bien, pues no hacen nada por ayudar a la gente”. Segunda perla.

Señoras y señores dirigentes, una vez más, tomen nota. No se quejen después si su democracia de marketing y compadreo hace aguas. Natalia, Estefanía, su generación entera y cuatro millones de parados se lo están avisando con tiempo para que tomen medidas. Ustedes verán.

Ficha completa

Nombres Natalia / Estefanía
Edad 19 / 18
Profesión Ayudante de cocina y limpieza / Varias
Tiempo en desempleo 2 años / Toda la vida
Empezó a trabajar 16 años / 15 años
Duración último contrato 1 mes / Sin contratos
Contrato más largo Siempre sin contrato / Sin contratos
Clase social Baja / Baja
Créditos últimos 10 años No / No
Último despido Temporal / “De hoy para mañana”
Cargas familiares No / No