La tormenta perfecta

Su ficha: Jacobo, 28 años, diseñador gráfico y una semana y media en el paro. Décima entrega de la serie Sra. Crisis, míreme a los ojos, de Confidencialba. Sin foto, por petición expresa del entrevistado.

Se pongan como se pongan, la mayoría del personal no se olía ni la décima parte del destrozo económico general al que hemos asistido en 2009. A toro pasado todos somos adivinos, hechiceros de las finanzas, magos del sentido común. Sin embargo, hubo una porción de la población que desde hace años venía advirtiendo: ojo, que esto revienta cualquier día. Les llamaban agoreros. Jacobo no sólo lo tenía previsto: él creía que podía ser “peor”. ¿Pero es que puede ser peor? “No vemos gente durmiendo en tiendas de campaña en la calle”, afirma con tono pausado y nada alarmista.

A las barricadas
Jacobo tiene el típico aire de chico posmoderno, intelectual de andar por casa, medio desarreglado, y algo de desprecio por el perro mundo que sus mayores le han dejado en las manos. Le va en el oficio: diseñador gráfico, profesión que en el neofordismo de finales del siglo XX y principios del XXI se ha convertido en una jauría de curritos que deben gastar imaginación a raudales por cuenta ajena, a cambio de mil euros y las gracias, si es que llega –los mil euros, y las gracias–. Una generación más así, y los herederos de estos desheredados saldrán a plantar barricadas. Tiempo al tiempo. Lo de los habitantes de barrios marginales en Francia no fue más que un anticipo.

Así que nadie le dé lecciones de descreído. El ya lo está. Lo suficiente como para no cogerse las palabras con papel de fumar, y llamar a las cosas por su nombre. "La culpa es de la banca de Estados Unidos, según el tío ese listo de la tele, el que sale en Buenafuente”. Jacobo se refiere a Leopoldo Abadía –ya advertimos en estas líneas la semana pasada que el catalán volvería a ser citado en esta sección de la Sra. Crisis–, autor del best seller La crisis ninja y otros misterios, lectura más que recomendable porque sólo descubre una cosa: no hacía falta descubrir nada, estaba ante nosotros, pero no quisimos ver el monstruo que estábamos alimentando.

Como tantos profesionales liberales de su generación, Jacobo sabe lo que es pasar por los contratos de tres meses, fin de contrato y ya te llamaremos chaval, que hay que ver lo majo que eres. Con el tiempo, sus contratos han ido a más, pero nadie espere ver cifras de cinco años en su curriculum. El último, y el más largo de los que ha disfrutado, ha sido de 14 meses. Contratado por obra y servicio: tantos encargos recibimos, tantas horas echas; y si no recibimos encargos, majete, ya sabes dónde está la puerta. El mercado laboral es a la crisis lo que una tormenta perfecta a la navegación marítima: una trampa legal donde es imposible no salir magullado.

Un poquito de por favor
“La gente ha aprovechado para quitarse problemas”, reflexiona Jacobo acerca de los empleadores. Han optado por la fórmula del despido fácil “en vez de hacer consensos tipo ‘trabajamos menos horas, ganamos menos dinero, pero mantenemos todos el puesto”. Así que en su opinión “alguna gente sí ha tenido avaricia, aunque a otra no le queda más remedio”. En todo caso, este joven diseñador gráfico ha echado de menos “un poco de esfuerzo” por parte de los empresarios. Un poquito de por favor.

E insiste en llamar a las cosas por su nombre. “¿Tú has visto cómo están las hipotecas? ¿Tú crees que alguien de 28 años puede comprarse un piso? Y la costumbre esa de antes de que los padres compraban los pisos, ahora ya no pueden. Antes podían, ahora ya no. Eso también forma parte de la crisis”. Crisis de la que, dicen, estamos empezando a ver el final. ¿Puede ser, se le pregunta, que esto no sea más que un paso en falso, y que lo más duro aún esta por venir? Jacobo aprieta los labios, los tuerce, encoge levemente los hombros, y contesta: “Puede ser”. Descreído. Producto de su tiempo.

(Ya) no le quitan el sueñoQue cada palo aguante su vela. “Eso de que le diesen dinero a los bancos, yo no les daría una puta mierda a los bancos. Creo que hice las cuentas y tocábamos a cada español no sé si 400 euros. Ese mismo dinero si se lo metieses a cada español en su cuenta, igualmente va al banco, pero también va para nosotros”. Se puede decir más alto, pero no más claro. Las soluciones ideadas hasta ahora para salir de la crisis vuelven perdurable el milagro de los panes y los peces que nos trajo hasta aquí: ingeniería contable, fuegos de artificio, baile de máscaras. Que siga la fiesta.

Jacobo no pierde de vista la posibilidad de mandar al garete el mercado laboral. Y hacerse autónomo. Pero es la pescadilla que se muerde la cola: “el diseño gráfico depende mucho de las empresas, así que tengo que esperar a que la economía se asiente un poquito”. Mientras tanto, no le importa cruzarse con empleos “aunque sean a media jornada”, que al menos tienen la virtud de repartir las migajas entre más gente y permitir a todo el mundo disponer de alguna oportunidad más.

Lleva semana y media apuntado en el Servicio Público de Empleo (antiguo INEM). El paro, por tanto, no le quita todavía el sueño. Aunque quizá lo acertado sería decir que el paro ya no podrá quitarle el sueño: los sueños se los quitaron, mucho antes, la rapiña, la avaricia y el realismo. Qué triste un país que ha obligado a gran parte de su generación más joven y brillante a estar de vuelta de todo antes de los 30. Se nos debería caer la cara de vergüenza. A todos. Y a quienes mandan y deciden, un poquito más que al resto.

Ficha completa

Nombre Jacobo
Edad 28 años
Profesión Diseñador gráfico
Tiempo en desempleo 1,5 semanas
Empezó a trabajar 16 años
Duración último contrato 1 año
Contrato más largo 14 meses
Clase social Media trabajadora
Créditos últimos 10 años No
Último despido Fin de obra y servicio

Cargas familiares No