La clase alta era esto

Su nombre: Fudulu Paraschiv-Valentin. Rumano, 36 años, conocedor de múltiples oficios y un año en el paro. Octava entrega de la serie Sra. Crisis, míreme a los ojos, de Confidencialba

Fudulu Paraschiv-Valentin, en la puerta de una de las oficinas de empleo de Albacete

A veces tiene que venir alguien de fuera para dar una lección de lenguaje al que juega en casa. De lenguaje... o de dignidad. Es el caso de Fudulu Paraschiv-Valentin, de nacionalidad rumana, que no tiene reparos en considerarse de clase “alta”, aun cuando lleva un año en el paro, y está dispuesto a echarse cualquier trabajo al hombro para sacar adelante a su familia, compuesta por mujer y un hijo.

¿Alta?, se pregunta su entrevistador, antes de adivinar que, en contraste con las condiciones de vida de sus compatriotas allá en su país, en la tan europea y moderna Rumanía, quizá a Paraschiv estar en su situación le parezca propio de una clase social alta. Pero no, no van por ahí los tiros. “Nunca hago cosas malas con mi trabajo, por eso creo que soy de clase alta”. Es decir, clase en su acepción de elegancia, de saber estar, de educación; no clase en el sentido que le ha dado esta vetusta España materialista de “tanto tienes, tanto vales; nada tienes, nada vales”.

Tan rumano y tan castizo

Educación, clase, que también concede a sus empleadores: “yo he cumplido con mi trabajo, el jefe ha cumplido con mi dinero”, y por eso nunca ha echado mano de los sindicatos. A pesar de que en su último trabajo ha tenido que ver alguna estratagema, como cambiar el nombre de la empresa mientras se seguía con la misma tarea, este currito multitarea no inclina toda la balanza a favor de los trabajadores. Sabe por experiencia propia ese dicho tan castizo de que en todas partes cuecen habas.

Por eso no está del todo seguro sobre una medida eventual como el abaratamiento del despido. De entrada afirma que no, que no está bien; pero también llama la atención sobre el hecho de que el despido improcedente penaliza al empresario, mientras que la dimisión, llamémosle, fulgurante, no penaliza al operario. Es decir, “si el trabajador cuando quiere se va, no puede pedir nada, pero además pierde el jefe, porque debe encontrar otro trabajador que no lo conoce, que tiene que probarlo y puede que no le guste. O casos de trabajar once meses bien, y el doce no te da la gana, y pides 45 días para que te echen, que esto también se hace”.

Es decir, que los ricos también lloran. Y que lo que está mal, está mal, venga de donde venga. Que hay que chupar menos de la teta y trabajar más. Y lo dice alguien como él, que ha sido encofrador, mecánico de automoción, fontanero, que tiene el carnet para conducir camiones, y que a sus 36 años, y con más de la mitad de su vida en el tajo, hoy sigue dispuesto a ponerse con lo que sea: “cualquier oficio que encuentre me vale para trabajar”. Sólo quiere ganarse la vida. Y como él, 4 millones de personas en nuestro país, españoles o no, xenófobos o no, leídos o no.

“Si te mueves, sales de la crisis”

No sabe muy bien quién tiene la culpa de toda esta crisis que se nos ha venido encima. De hecho, confiesa que “nunca” se habría esperado un panorama similar, porque pensaba que “habíamos encontrado el cielo”. Quizá el Gobierno, apunta sin demasiada convicción. “Es una crisis mundial, pero en España es arriba del todo –más acentuada que en ningún lugar–; todos los superan como pueden, pero en España... Yo llevaba trabajando seis años muy bien, trabajando todos los días, como encofrador y como portero, pero desde el año pasado todo está fatal”.

Así que pide a ese mismo Gobierno que “busque una solución para dar más trabajo, y con el trabajo, si nosotros trabajamos, si te mueves, sales de la crisis”. Por eso él mismo no deja de buscar “todos los días para apuntarme en lo que sea, no importa lo que sea, de peón o de agricultura”. Y según habla del campo, le cambia el semblante y se da cuenta de la trampa que en algunos tiempos mejores se llamó crecimiento económico: “el problema es que tampoco encuentras nada de agricultura, porque hay mucha gente que conozco que se les está llamando y que al final no se les paga”.

Y el dinero, por suerte o por desgracia, es necesario. Cuando se le comenta la opción de trabajar menos tiempo por menos salario, para repartir el mercado laboral, le parece una propuesta de chiste. “No, nada, no es justo, ¿qué vas a hacer con ese dinero?; porque para pagar un alquiler, mantener un hijo y una mujer, no te queda nada, no consigues nada trabajando menos”.

Y eso que, se recuerda, Fudulu Paraschiv-Valentin se considera de clase “alta”. Es decir, que tiene clase, porte, estilo. Quizá también por ello realismo: hoy por hoy, se ponga como se ponga ningún Díaz Ferrán de turno, apretarse más el cinturón es imposible.

Ficha completa

• Nombre Fudulu Paraschiv-Valentin
• Edad 36 años
• Profesión Múltiples
• Tiempo en desempleo 1 año
• Empezó a trabajar 17 años
• Duración último contrato 3 años
• Contrato más largo 3 años
• Clase social Alta
• Créditos últimos 10 años No
• Último despido Cierre de empresa
• Cargas familiares Un hijo