Corría el mes de abril de 1996. En concreto, el día 23. Un estudiante de Periodismo, en el segundo año de su carrera, ha logrado al fin citarse con un periodista mítico. Respira: va a poder cumplir con la entrevista por encargo de su profesor de Redacción. La primera de su vida.
Julián Lago, en la Cope, en abril de 1996
Por Alfonso Piñeiro *
Su interlocutor, más vapuleado que admirado, controvertido en todo caso, identificado con las líneas de pensamiento político más conservadoras y con cierto sensacionalismo, prolífico pero de obra desconocida, le atiende con paciencia infinita. Y se descubre el Julián Lago independiente, orgulloso de su profesión y enemigo sin tregua de toda cortapisa. Fallecido en Paraguay 13 años después, éste es el extracto de la charla que mantuvo con él, en su primera entrevista periodística, el hoy editor de este Confidencial. Sin ánimo de protagonismo. Sólo a modo testimonial.
Siempre ha juzgado de forma crítica al poder. Su sueño era poder cambiar la sociedad contando toda la verdad, la información sin condicionamientos. A Julián Lago los años le han llevado al desengaño y a un escepticismo del que se refugia en la COPE, tertuliando con Antonio y Luis, los dos Herrero de la emisora.
ALFONSO PIÑEIRO: ¿Como definiría el papel que juega usted en las tertulias de radio en las que ahora participa?
JULIÁN LAGO: Yo diría que soy no un oyente, pero sí un observador escéptico y bastante crítico.
A.P.: ¿Y a que se debe este escepticismo?
J.L.: Supongo que será la edad. Y supongo, precisamente a que no tengo ningún tipo de compromiso que me ate ni para glorificarme de que vienen unos ni para mortificarme de que otros no se van.
A.P.: Dijo usted hace un año que no hacía lo que le convenía sino lo que le apetecía hacer. ¿Es eso aplicable al momento actual?
J.L.: Sí, sin duda todavía eso es aplicable. Estoy aprendiendo a ver si en algún momento puedo hacer más lo que me conviene que lo que me interesa.
A.P.: ¿Usted considera que La máquina de la verdad y Misterios sin resolver...?
J.L.: Creo que eran programas impecables en su contenido y objetivos. A la vista de otros progamas que se han producido y que supongo que si los hubiera dirigido o presentado yo, pues me habrían masacrado en una pira de fuego inquisitorial.
A.P.: ¿Era un trabajo periodístico la presentación y dirección de estos dos programas?
J.L.: Totalmente. Yo llegaba a las seis de la mañana, me reunía con el equipo, y desde las seis hasta las once de la mañana, comiendo en un camerino, me veía a todas y cada una de las personas que aparecían allí, y les dedicaba una hora a cada una.
A.P.: ¿Está usted dispuesto a hacer alguna concesión para ganarse el favor del gran público?
J.L.: No sé. No me lo he planteado, o al menos ese enfoque yo no lo veo así. Es decir, yo creo que el periodismo es atender y conectar con la realidad social. Yo no sé si eso es o no concesión. Yo desde luego lo que no haría es hacer un strip-tease en un estudio ni decir a uno de los participantes: "estás manchando ahora, tienes una erección". Ni sobre todo haría una manipulación a veces presentando casos que no existen con actores, cosa que se hace con bastante frecuencia.
Ahora la productora de Julián Lago está negociando unos programas con Antena 3 y Tele-5 en lo que será la nueva aventura televisiva del periodista. Y es que Lago ha quedado emparentado con la pequeña pantalla a pesar de que ha sido una de las etapas más cortas de su vida. Lo que resultaba curioso, dice Lago, era que aquellos programas "innovadores" estuvieran presentados "por alguien como yo, que procedía de eso que se ha dado en llamar el periodismo serio". Un periodismo que ha tratado de ejercer siempre con el máximo grado de libertad.
A.P.: ¿Cuál es el periodo de la democracia española en que la prensa ha estado más mediatizada por el poder?
J.L. La época del PSOE con su mayoría absoluta, prácticamente hasta ayer por la tarde. Y la época más excepcional fue la de Suárez.
A.P.: ¿La época más...?
J.L.: Más excepcional y más positiva. Creo que ahí hubo unos techos de libertades difícilmente parecidos a los que pudiera haber en Europa.
A.P.: En una situación como la de la Transición hay muchos hechos noticiables que se ocultan desde el poder. ¿Es el deber del periodista de información política destaparlos?
J.L.: La información es la información y yo no creo que deba estar condicionada por ningún interés. Yo he publicado informaciones que afectaban a un hermano mío, que me ha llevado a los tribunales. Y tenemos una relación entrañable. Al final lo que me importa es saber lo que he hecho, por qué lo he hecho, y si ha supuesto para mí algún tipo de prostitución.
A.P.: ¿Ha ocurrido esto en alguna ocasión?
J.L.: No, al revés, podría estar forrado. Eso es por lo que más estoy cabreado, estoy absolutamente indignado porque no me he aprovechado del periodismo.
A.P.: ¿Qué precauciones toma la prensa en una situación política cómo la de la primera legislatura del PSOE, con una presencia tan arrolladora de un partido en el Parlamento?
J.L.: Hay cosas inevitables, y la historia es una de ellas. Yo solamente me he puesto de rodillas ante los toros y ante Dios, y no me voy a poner de rodillas delante de nadie nunca, porque nadie merece una cosa así, y los que están en el poder menos, porque suelen ser personas absolutamente impresentables, que lo utilizan en nombre de grandes propuestas, pero nunca pierden.
A.P.: ¿Qué es más fuerte en el periodista que su amor a la profesión?
J.L.: Para mí lo más importante fue la profesión en un sentido de entrega, prácticamente de romanticismo, de utopía, de sueño. Creer que la profesión podía cambiar hábitos e influir en la sociedad de tal manera que la gente iba a tener otros comportamientos. Para mí lo más importante fuera del periodismo es mi familia, es lo que más me importa. Me importa la estabilidad emocional de mis hijos y de mi mujer. Tengo un niño de seis años y me gustaría estar cada instante de mi vida mirándole.
A.P.: ¿Qué echa de menos en su vida profesional?
J.L.: Los tiempos en que todavía tenía capacidad para soñar.
A.P.: ¿Por qué se han perdido esos sueños de cambiar la sociedad?
J.L.: Pues porque me he sentido muy decepcionado. Yo me creía esto que decían los socialistas. Me creía de verdad que íbamos a tener un mundo mejor, más justo y más moral.
A.P.: ¿Algún proyecto aparte de la televisión?
J.L.: Tengo pendiente de escribir un libro que se titula "La España que se nos fue", que es un poco el resumen de los sueños que no se cumplieron.
A.P.: En 1990 usted fue miembro del jurado español del Festival de la Canción de Eurovisión, ¿qué tal la experiencia?
J.L.: Fantástica. Eso es relajante, ¿no?.
A.P.: Si Eurovisión fuera un concurso de prensa, ¿qué medio se llevaría los doce puntos de primer clasificado?
J.L.: El New York Times.
* Alfonso Piñeiro es editor de Confidencialba
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