Quien esté libre de pecado que vote a la izquierda

El Primer Ministro italiano, Silvio Berlusconi, ha respondido de nuevo a los que le acusan de organizar en su mansión privada de Villa Certosa, fiestas que parecerían más bien sacadas de la mansión de Playboy que de la residencia de un primer ministro de la UE.

Silvio Berlusconi dispara con pólvora cada vez que alguien trata de atacarle.

El Presidente del Consejo de Ministros de Italia, Silvio Berlusconi, tras los escándalos vividos en los últimos meses a raíz de las fiestas que organizaba para sus amigos en Villa Certosa (la mansión que el político y magnate italiano posee en la paradisíaca isla de Cerdeña), en un intento de quitarle hierro al asunto, ha querido justificarse con un no soy un santo, irónico para algunos, lleno de desfachatez para otros y lacónico en cualquier caso para todos.

Berlusconi nos ha acostumbrado a sus bromas; bromas que en algunos casos han alcanzado el grado de meteduras de pata de lo más sonadas. Es el día de hoy que la diplomacia italiana todavía se sonroja cuando se le recuerda las palabras de su primer ministro refiriéndose a Obama como una persona joven, guapa y bronceada.

Muchos pueden preguntarse cómo una persona como Berlusconi puede seguir disponiendo de la confianza de los italianos, que lejos de castigarle en las urnas, le han otorgado en las últimas elecciones un mayor apoyo si cabe. Lo cierto es que no podemos negar que Silvio Berlusconi es una de esas personas que o adoras o aborreces a más no poder. A sus 72 años mantiene una vitalidad y una energía que para sí quisieran muchos políticos que apenas sobrepasan los cuarenta. Por otra parte, la desarbolada y caótica izquierda italiana, y que ahora una vez más trata de organizarse con el apoyo de ciertos medios afines, es el mejor aliado que puede tener Il Cavalliere. Mucho más que el imperio mediático que éste controla, por más que la izquierda quiera eludir la responsabilidad que su propio fracaso conlleva en el éxito de la coalición de centro derecha italiana.

Por ello, no resulta extraña la última salida de Berlusconi. Con su no soy un santo parece querer presentarse como una persona cercana, con debilidades, con errores. Quiere mostrarse ante la opinión pública como la víctima de una izquierda a la que presenta como inmisericorde y que no es capaz de ver sus propios pecados mientras quiere juzgar y condenar los del resto. No soy un santo dice Don Silvio, como le conocen muchos. Sólo le faltaba añadir quien esté libre de pecado que vote a la izquierda. Y seguro que muchos le creerían y seguirían. Así es la política italiana. ¿Pero realmente es toda así?

Quizás lo que muchos desconozcan es que entre la Sodoma y la Gomorra (el parangón tal vez ahora cobre más sentido que nunca visto lo visto en Villa Certosa) que representan las dos grandes facciones del política transalpina, existe un partido que lucha por la transparencia y la honestidad de los miembros que lo componen. Como su nombre quiere reflejar, la Italia de los Valores, el partido fundado el juez Antonio Di Pietro (quien fuera azote de la Cosa Nostra durante la década de los noventa), pretende recoger los valores de la moralidad italiana para concebir una política limpia y cristalina, carente de cualquier atisbo de corrupción o escándalo. Se trata de un partido que en España tendría su reflejo más cercano en UPyD en lo que a ideología se refiere. ¿Puede imaginarse alguien aquí una candidatura que se presente a unas elecciones con todos sus miembros portando como primer aval y requisito el no poseer antecedentes ni juicio alguno pendiente? La Italia de los Valores lo hizo. Es una buena noticia para los italianos que haya vida más allá de Berlusconi y de la izquierda incapaz de derrotarle.