Objetos. Cientos de objetos. Libros, revistas, discos, vídeos, fotografías, fetiches acumulados durante años y años de los cuales me siento incapaz de desprenderme. ¿Qué acabará pasando con ellos?
Tío Creepy, te fui fiel hasta el final...
sEl "bajonazo" (no sé si llegó a ser ataque de ansiedad, pero poco me faltó) me sobrevino hace un par de días. Me encontraba llenando bolsas de basura con mis viejos vídeos VHS, que llevaban años languideciendo en sus estanterías. Cada vídeo que introducía en la bolsa era como un pinchazo en el corazón. "Blade Runner", "Cayo Largo", "La vida de Brian", "El exorcista"... todos iban desapareciendo en lo que para mí eran negras profundidades abisales de donde nunca regresarían. Exactamente igual que cuando tuve que deshacerme de mi no tan amplia, pero no por eso menos querida, colección de vídeos Beta. Cada semana tiro una bolsa al contenedor (debería haber un contenedor especial para sueños y emociones, pienso siempre que me arrastro penosamente con mi bolsa hacia esos enormes cubículos de colores) y se me llena el corazón de congoja cuando la veo desaparecer irremisiblemente entre desechos evidentemente menos honorables que esas cintas que tan buenos momentos me han hecho pasar.
Y es que soy un acumulador. Así, en plan "terapia de grupo". Y, como decía la canción, "me estoy quitando", supongo que porque ahora que me veo haciendo equilibrios más o menos por la mitad de la cuerda de la vida (y ustedes perdonen esta rebuscada metáfora) cada vez más me encuentro haciéndome una pregunta angustiosa: ¿qué pasará con todo esto cuando yo no esté? Y es entonces cuando paseo mi angustia por las dos habitaciones que guardan mis preciados tesoros, me veo a mí mismo en un futuro más o menos lejano convenientemente esparcido a partes iguales por las viñas de mi amado Penedés y por las aguas de mi adorado Mediterráneo, y acto seguido vislumbro a mis herederos evaluando mis posesiones, soltando alguna lagrimita, pero pensando: "cuando tire toda esta basura me voy a montar aquí una sala de billar que se va a cagar la perra". Y los veo llamando a una de esas empresas que te colocan un enorme saco en tu puerta para que lo llenes de runas y porquería, y una vez rebosante de desechos retirarlo con una grúa y volcarlos de manera inmisericorde en cualquier anónimo vertedero. Algo quedará, como curiosidad, como recuerdo o porque todavía cumpla alguna función más o menos útil, pero cientos, miles de objetos, seguirán el camino de los vídeos de los cuales ahora me deshago con tanta pena.
Al contrario que algunos que afirman no saber cuando empezaron a beber, o a fumar, o a drogarse, yo tengo una fecha clave como inicio de mi afán acumulativo. Fue en mayo de 1981. Por aquel entonces era bastante fan de la Orquesta Mondragón. Pasé por un quiosco y vi una caricatura divertidísima de Javier Gurruchaga en una revista. Me hizo gracia y la compré. Se llamaba "El Jueves". Me reí tanto con ella que no quise tirarla. La guardé. La de la siguiente semana, también. Y así hasta ahora. En total, 1512 revistas guardadas en cajas de cartón que se acumulan y acumulan encima de otras. Luego comencé a comprar revistas de terror, ciencia-ficción y cómics en general. "Creepy", "Zona 84", "El Víbora", "Makoki", etc. No tenía narices para tirar ninguna, y se iban acumulando en pilas inacabables en mi pequeña habitación del cuarto de mis padres. También los libros comenzaron a reclamar su espacio en mi claustrofóbica habitación. A todo esto, estalló definitivamente mi pasión por la música, y a las revistas y libros se sumaron los discos, que al principio compraba muy de tarde en tarde, ahorrando como una hormiguita, pero que luego, cuando comencé a trabajar, "caían" cada vez con más frecuencia. Todavía siguen en mis estanterías, y aunque dispongo de versión en CD, o incluso en esas carpetitas amarillas que tanta rabia le dan a Ramoncín y al antiguo cantante de Los Canarios, conservaré aunque ya no los surque aguja alguna y hallan pasado décadas desde su última vuelta en un plato. Por cierto, el del vídeo que coloco a continuación no soy yo (lamentablemente).
No sé cómo he tenido valor para deshacerme de los VHS. Quizás anide en mí cierta idea de justicia, puesto que ellos también desplazaron de manera inmisericorde a los ya antediluvianos Beta o Video 2000. Lo que creo poder asegurar con certeza es que será la última "limpieza" de objetos acumulados que haga. No tengo valor para más. No podría deshacerme de mis libros, de mis revistas, de mi pequeña colección de relojes o de mecheros "Zippo", de las entradas de conciertos, incluso de las fotos de alguna antigua novia que amarillean en el fondo de una caja de cartón, ajados testimonios de lejanos y dolorosos fracasos... Dejaré que sean otros los que descuelguen de la pared el cuadro con los "Set List" originales de dos de los conciertos de Radio Birdman en España (conseguidos con sangre, sudor y lágrimas a base de pelotear descaradamente a los de seguridad), los miren con una leve curiosidad y luego los tiren a la basura, donde se encontrarán con los discos autografiados por los Dictators, o con mi "Madelman" submarinista, o con mi radio-cassete imitación de Juke-Box de los años 50, o con tantos otros objetos. Más o menos como diría el rubiales aquel, "Todos esos objetos se perderán... en el tiempo, como lágrimas...en la lluvia".
He decidido "echar el freno". Intento pasar de puntillas por librerías, quioscos, tiendas de fetiches musicales. Temo que este afán "acumulativo" me lleve sin solución de continuidad al más puro y duro "Síndrome de Diógenes". A veces mi mujer me arrastra fuera de una tienda mientras contemplo arrobado una caja con las figuritas de los miembros de Kiss, o un tebeo de zombis, o una gorra con el "logo" de los Misfits, y me dejo llevar como un corderito, consciente como un yonqui arrepentido de mis excesos "acumulativos". De toda aquella fiebre solamente me he permitido seguir fiel a mi cita semanal con "El Jueves", y hace unos meses he vuelto a retomar con cariño la lectura mensual del "Ruta 66" (otro vicio de juventud). Intentaré no seguir acumulando objetos, consciente como soy del triste final que les espera a la mayoría, el fuego, el vertedero o, en el mejor de los casos, la vil y mercenaria venta.
De todas maneras, nadie me va a quitar el pequeño placer de una pequeña, llamémosle así, "pre-venganza". Esta mañana he cogido algunos tebeos de mi hijo y los he roto con saña (después de leerlos, eran de Lobezno y al final me he enganchado) mientras pensaba: "Esto por lo que tú y la bruja de tu mujer haréis dentro de 40 años, pequeño cabroncete".
PD: Mis disculpas a Mauro Entrialgo por mi descarada utilización del término "acumulador", evidentemente sacada de sus geniales viñetas "Drugos, el acumulador", cuya lectura recomiendo encarecidamente a todos aquellos interesados en la lamentable y desdichada vida de los coleccionistas compulsivos de objetos.
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