Enfermeras, no mediquillos

Las profesionales de la Enfermería han desenterrado el hacha de guerra. Una cosa es estar dispuesto a casi todo, y otra cosa es tener que soportar que te echen la culpa de los errores del sistema

Están dispuestas a arrastrar la memoria histórica, cada vez más extinguida, que las convierte en secretarias avanzadas del fonendo; están dispuestas a cargar con los malos gestos de pacientes que se im-pacientan por el retraso de un sistema que ellas no han inventado; están dispuestas a someterse a cambios de servicio en la misma jornada, a cubrir huecos y aumentar su carga de trabajo, y a aprender las manías y virtudes de cada facultativo. Pero a lo que no están dispuestas es a que, además, se les intente hacer pagar los platos rotos de la Sanidad. Y por eso se rebelan. Son y quieren ser enfermeras.

Todos los hospitales estaban llamados a secundar ayer a las 12.00 horas las concentraciones convocadas en solidaridad con la enfermera del Gregorio Marañón de Madrid, presunta responsable del error que acabó con la vida del neonato Ryan el pasado 12 de julio. La primera de muchas movilizaciones, según el delegado sindical y responsable de Atención Primaria en Albacete del Sindicato de Enfermería (SATSE), Francisco Fernández. “No se va a aparcar el tema”. No ahora que ha estallado.

Fernández se lamenta de que se haya tenido que esperar a un acontecimiento que sacude a la opinión pública para que se detecten los problemas que arrastra el sector. Han desenterrado el hacha de guerra por el atrevimiento del gerente del hospital madrileño, que sin esperar a la investigación preceptiva tildó el hecho de “terrorífico error”. Porque sí lo es, pero no de la profesional: “hay que tener un protocolo, y hay que diferenciar las vías con colores y distintos calibres, no puede ser que no haya diferenciación, sobre todo porque puedes tener prisa, o ser una recién llegada, como es el caso”.

Raro es que no sucediera antes

La enfermera en cuestión se había incorporado ese mismo día a la unidad de neonatología, y se ofreció de manera voluntaria a alimentar a los pequeños del box de 10 metros cuadrados en el que había desarrollado su turno, tutelada por otras dos profesionales. Su ofrecimiento fue a consecuencia de un ingreso de urgencias que obligó a la auxiliar encargada de esa labor a estar pendiente de dicho ingreso. Y ahí sobrevino el “terrorífico” error: vía venosa periférica, vía nasogástrica, dos conductos diferentes con el mismo color, el mismo calibre, y sin protocolos de actuación. Raro es que no sucediera antes.

“Un gerente no puede desprestigiar, eso sí que es una gravísima negligencia”, subraya Fernández. Lo mismo que ha pasado allí “perfectamente” puede pasar aquí, en Castilla-La Mancha, donde las vías tampoco están diferenciadas. Y para que no vuelva a ocurrir protestan, y el responsable sindical recuerda todas las reivindicaciones pendientes. Que pasan por un dato sin réplica: en Europa las plantillas se sitúan en 843 enfermeras por cada 100.000 habitantes; en España la media es de 500, asegura Fernández, que cifra el déficit para el área sanitaria de Albacete en 380 enfermeras.

Además reclama que se pongan en marcha las especialidades, “que ya se aprobaron pero que no se han llevado adelante”, y que se ponga fin a la rueda de sustituciones sin fin y a la cobertura urgente de puestos de trabajo, que pueden llevar a la misma enfermera a rotar por varios servicios en una misma jornada: “baja a tal planta, sube a la UVI, etc.”. Situaciones deficitarias todas ellas que, no obstante, “los gestores han visto como algo normal que se puede asumir”. Fernández considera que parte del problema tiene como origen que quienes toman las decisiones sobre recursos técnicos, materiales y humanos no conocen el día a día de las necesidades de la profesión. “No es lo mismo estar en una oficina que en el hospital”, remarca.

“No queremos ser mediquillos”

“La imagen de secretarias de la gran familia de la Medicina hace tiempo que desapareció. La Enfermería es el gran pilar de la Sanidad española, somos la gente que está más tiempo con los pacientes, y siempre habrá enfermeras en un hospital. El médico pasa su consulta y hace sus tratamientos, pero quien habla con ese paciente, tratando, poniendo las medicaciones, son las enfermeras. La lucha es que se nos reconozca, como hace la Organización Mundial de la Salud, como unos de los profesionales mejor preparados del mundo. De hecho, en Europa a las enfermeras españolas las acogen con los brazos abiertos”.

A estas alturas habrá advertido el lector que el interlocutor de esta charla se llama Francisco y habla de “nosotras”. La explicación es sencilla: se trata de una profesión de tradición femenina, una de las pocas de media y alta cualificación que puedan ser definidas como tal. Y acabará cambiando, pero mientras tanto los enfermeros varones no tienen reparo en hablar de sí mismos como enfermeras. “No queremos ser el mediquillo, sino profesionales reconocidos tanto económicamente como a nivel de habilidades”, añade.

Este y otros asuntos salen en la conversación con el delegado sindical de SATSE Albacete. Pero lo hacen ya off the record. Algunas cuestiones son tan graves que, si este Confidencial se decide a publicarlas, en este u otro lugar, no podrán vincularse a esta charla. Porque bastante carga lleva un enfermero/a encima como para, además, crearse mala fama. Por mucho que, como Galileo, pueda invocar aquello de Eppur si muove. O, como los béticos, Viva er Beti manque pierda. Manifestaciones ambas de convicciones que responden a la verdad de los hechos aunque no casen con la verdad oficial.