Vaya por delante que no suele gustarme Ken Loach y menos aún el fútbol
Con las últimas películas del primero he salido del cine echando pestes. Salvaría Sweet Sixteen y quizá Sólo un beso, de la que no recuerdo mucho, que no es buen síntoma. El resto me es de un maniqueísmo chocarrero. En concreto, las antecesoras a esta Looking for Eric ("Buscando a Eric" sería la traducción): El viento que agita la cebada y En un mundo libre. Quizá su exclusiva colaboración con Paul Laverty como guionista desde que se encontraron en La canción de Carla (1996) ha sido fundamental. Loach siempre tuvo una tendencia clara por las clases más desfavorecidas del Reino Unido, pero esa intención se ha potenciado en los últimos tiempos hasta lo impúdicamente panfletario.
Lo del fútbol es otro cantar. Nunca encontré interés en pelearme con otros por un balón. Lo mismo que ver a once tíos haciéndolo. Y que conste que lo intenté, aunque sólo fuera por formar parte del sector masculino en mis años de colegio o compartir esa efervescencia popular.
Aún así fui a ver Looking for Eric con buena intención. Queria disfrutar, pese a los antecedentes y a que transcurra en Manchester (poner a un español con nivel medio de inglés a entenderlos sin subtítulos es igual que pedirle a un inglés con nivel medio de español que te transcriba una entrevista con Rosa de Operación Triunfo). Quería con todas mis ganas pasármelo bien con esa cinta rebosante de optimismo que había tenido un buen recibimiento en Cannes. Qería también comprender un poco esa pasión que me es absolutamente incomprensible.
Looking for Eric tiene un pie dentro del cine de Loach y otro fuera. El metido es, desgraciadamente, con una construcción de personajes previsiblemente loach-labertyniana. Su protagonista, Eric, es un cincuentón deprimido que convive con dos jóvenes que ha acogido. Está divorciado pero aún enamorado de su ex, con la que tiene una hija veinteañera en su último año de universidad y que, ¡ohlalá!, representa otro de los grupos más tristemente frecuentes en estos parajes británicos: es madre soltera.
La parte novedosa es un tono de comedia con momentos francamente divertidos. Pero la tendencia de los autores por lo real tira al monte, alargan secuencias y tramas innecesariamente, el prólogo se les escapa de las manos bordeando lo cursi, y plantan en dos horas una película que podía contarse en noventa minutos (duración perfecta para la comedia, por otro lado). La guinda es el deporte, con una resolución bastante original, pero una introducción cogida con alfileres y, por tanto, un desarrollo y un resultado más que sorprendente: ¡Looking for Eric no es una película sobre fútbol!
El Eric del título, más allá del juego de palabras con el protagonista, podía ser cualquiera. Desde el Bono de U2 hasta el del Congreso. ¿Cómo se mete a Eric Cantoná en una cinta de Ken Loach?, me preguntaba antes de entrar a la sala. Loach y Laverty sólo encontraron una solución facilona: como ángel de la guarda del protagonista. ¿Y cómo colamos ese gol? Haciendo de éste un acérrimo del Manchester United; tanto, que su último instante de felicidad fueron los momentos de gloria de su equipo y Cantona se le aparece mientras se fuma un canuto.
Conozco a unos cuantos y cuantas que, si no tienen camello, buscarán desesperadamente uno en cuanto se estrene la película en España, el 20 de Noviembre, y descubran que Loach, tan pegado con la realidad, mantiene que se te aparecen tus iconos futboleros en estado lisérgico.
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