Garoña, o lo difícil que es contentar a las dos almas del PSOE

Algunos análisis políticos sobre la inapelable derrota de la socialdemocracia en las últimas elecciones europeas han hecho hincapié en el fracaso de los partidos europeos de esta tendencia a la hora de mantener la alianza histórica entre las dos capas sociales que han constituido la base de su poder: la clase obrera organizada y las clases medias ilustradas. Una combinación de estado de bienestar para las primeras y una política avanzada (laicidad, ecologismo, libertades públicas) para las segundas han permitido un equilibrio que ha dado a esta tendencia ideológica una cierta hegemonía social.

Trabajadores de Garoña vestidos de ecologistas, en una manifestación el 2 de julio ante el Ministerio de Industria

En algunos países, como los de la Europa Oriental, esta alianza no ha llegado a formarse por razones históricas. En las naciones de Europa Occidental, diversas razones (entre las cuales la actual crisis económica es sin duda una de las más importantes) amenazan con provocar tal ruptura. Así, en varios países se ha visto un importante crecimiento de los partidos ecologistas, que han atraído a las capas medias, preocupadas por el cambio climático. En cambio, muchos trabajadores se han radicalizado, pasando a votar a partidos anticapitalistas, o, por el contrario, siendo atraídos por la extrema derecha, que en diversos lugares ha capitalizado el miedo a la pérdida de puestos de trabajo y ha sabido encontrar los adecuados chivos expiatorios. Finalmente, en otros casos los discursos ambiguos han conducido a la abstención.

El caso español es uno de los pocos donde el partido socialista ha podido mantener hasta el momento el equilibrio entre las exigencias de las dos capas sociales. La cuestión nacionalista interviene apartando a un sector de las clases medias hacia partidos de este tipo, pero limita la extensión de otros grupos, como los ecologistas. Por su parte, la mayoría de trabajadores no han encontrado atractiva la oferta de una Izquierda Unida o una Iniciativa per Catalunya, que desde hace años han optado por seguir una estrategia parecida a la del partido socialista, combinando las tradicionales aspiraciones obreras con un énfasis en cuestiones más propias de los partidos radicales: el ecologismo, los derechos de los homosexuales, el laicismo o la República, por encima de las reivindicaciones económicas y laborales.

Sin embargo, el Partido Socialista no puede confiar en que esta alianza de clases e intereses vaya a durar siempre. Uno de los mejores ejemplos que muestra las tensiones a las que se van a enfrentar estas dos almas es el posible cierre de la Central Nuclear de Garoña. Mientras un sector ecologista ha presionado por el abandono de la energía nuclear, la lucha de los trabajadores de la instalación ha sacado a la luz las consecuencias económicas a que se enfrenta toda una comarca, en la que las alternativas verdes presentan un futuro extremadamente limitado.

Una visión tan bipartidista como la que ilumina el panorama político español ha llevado a suponer que la cuestión de la energía nuclear es simple: los votantes de derechas están a favor, los de izquierda deben estar en contra. No es así en otros países: existen opciones conservadoras contrarias a este tipo de energía, mientras que en algunos lugares se identifica lo nuclear con una opción de progreso. En el caso español, la división pasa justamente por el medio del electorado socialista.

Salvad también las contratas

El gobierno socialista ha anunciado su decisión hoy mismo. Ya Zapatero ha adelantado que la decisión no gustará y ello sólo quiere decir una cosa: que su elección ha tenido en cuenta la necesidad de contentar a los dos sectores: cerrar la Central tras una breve prórroga y anunciar una alternativa de empleo para los trabajadores.

El problema es que esta última solución es incompatible con la situación actual del empleo en la comarca. Incluso aunque se protejan los intereses de los trabajadores pertenecientes a la plantilla de las eléctricas, el impacto global será muy negativo. La zona de influencia de la Central, es decir, el valle de Tobalina, y las comarcas de Miranda de Ebro y de Medina de Pomar, vive de las empresas de contrata y del empleo indirecto.

Ante los trabajadores va a quedar la imagen de que el gobierno defiende a los trabajadores más protegidos, pero que en general el partido socialista no tiene en cuenta la organización general del actual mercado laboral, con una fuerte presencia de empresas auxiliares y empleo discontinuo. Es una imagen muy peligrosa, que puede alienar a una parte de la clase trabajadora, un sector cuyo apoyo el Partido Socialista Obrero Español siempre ha dado por supuesto, pero que, como demuestra el caso europeo, puede verse tentado por otras opciones si percibe que el gobierno prefiere velar por otros intereses.