Los buitres llevan cámara

Un suceso en la ciudad de Orense captó la atención de multitud de personas que en ese momento se encontraban en los alrededores del Puente del Milenio.

Hay una permanente competencia entre los buitres por conseguir su carroña

Hoy, cuando en uno de los frecuentes viajes que realizo por motivos de trabajo por el Noroeste de la Península, circulaba con mi vehículo por Orense, concretamente por las inmediaciones del Puente del Milenio que se encuentra en la capital gallega, presencié una escena que por más que lo intento, no puedo quitar de mi cabeza cuando ya han transcurrido unas cuantas horas.

Lo primero que atrajo mi atención fue el hecho que desde mi posición, no obstante aún un tanto lejana, pude divisar un camión del cuerpo de bomberos detenido encima del puente. Me resultó extraño y lo primero que pensé fue en un accidente grave, pero no tardé entonces en ver además a un par de policías que desde fuera de su coche, y apenas a unos metros de donde me encontraba, dirigían sus miradas a algo que ocurría en lo más alto del puente y que yo todavía no había descubierto.

Fue en ese preciso momento cuando lo vi: un hombre con el torso desnudo encaramado a lo más alto del puente, y fuera de las barreras de protección de éste, amenazaba con tirarse al vacío mientras otros dos policías desde detrás de las barreras trataban, intuyo, de disuadirle para que no persistiera en sus supuestas intenciones suicidas.

Haciendo un pequeño paréntesis, siempre he creído que los verdaderos suicidas, los que de verdad han tomado la decisión más drástica que una persona puede afrontar en vida, quitarse precisamente ésta, nunca esperan a que llegue la policía ni los bomberos. Se suicida y punto. O mejor dicho: y punto y final.

Distinguiría así entre el “suicida verdadero”, el que no espera por nadie, y el “suicida espectáculo”, al que sólo le hace faltaría firmar autógrafos. Y no digo que nuestro protagonista del torso desnudo no tuviera realmente la intención inicial de realizar el santo del ángel, ni que le faltaran motivos para ello; Dios me libre de juzgar a nadie que es capaz de llegar a una situación tan límite como esta.

Cerraremos al paréntesis dejando a un lado lo que no dejan de ser impresiones subjetivas, y como tales discutibles, para centrarme en lo que me impactó por encima de todo en aquella escena dramática. Y es que según me iba acercando, eran cada vez más las personas que con sus móviles en mano la mayoría, o incluso con cámaras de fotos o de video, trataban de inmortalizar la propia mortalidad del ser humano. Desconozco si era morbo lo que sentían, pero desde el momento en que además de querer presenciar in situ el desenlace de aquel pequeño caos que se había formado, se dedicaban a grabarlo, doy por sentado que había algo de crematístico en dicha conducta. Probablemente pensarían que cualquiera de las cadenas que llenan de basura a diario nuestros televisores, les pagaría unos cuantos euros por la escena en la que un pobre desgraciado ponía fin a su existencia. La duda que me asalta es si todos aquellos buitres mantendrían el pulso firme cuando a través de su objetivo vieran al hombre del torso desnudo atravesar a la velocidad de la gravedad, la frágil línea que separa la vida de la muerte.

Cuando giré en la rotonda dejando atrás el Puente del Milenio, no quise ni tan siquiera mirar por el retrovisor. Quiero creer que mi “suicida espectáculo” haya dejado por esta vez a los buitres sin su ración de carroña.