El arquitecto Alejandro Zaera dio ayer una conferencia en Madrid. En ella, planteaba la posibilidad de hacer política desde la obra arquitectónica en unos nuevos términos propios de la arquitectura y alejados del lenguaje político.
Viviendas de Zaera en Carabanchel
Ayer en la sede madrileña del IED, Alejandro Zaera ofreció una conferencia denominada "Envolventes". En ella, el arquitecto madrileño afincado en Londres recogía diversas ideas sobre las que había estado trabajando en los últimos tiempos y que una ve definidas por completo, según sus palabras, terminarán siendo recogidas en un libro que está preparando para la universidad de Princeton.
El arquitecto abrió la conferencia en clave de ruptura generacional: se han operado una serie de cambios en el mundo que han llevado a un cambio de paradigma. En ella contraponía el mundo de la generación anterior a la suya representado por iconos (con un punto de ironía, según reconocía) como Fidel Castro, El Che Guevara, Simon de Beauvoir o Martin Luther King que, según él, luchaban por la abolición de la diferencia de distinto tipo y en la defensa de un ideal, con los iconos de su generación. Los líderes de esta nueva época se caracterizarían por haber llevado a cabo revoluciones más profundas actuando directamente sobre los medios de producción y su forma de organización poniendo a disposición de grandes masas de población productos y servicios antes reservados a una minoría. Aquí surgía el ejemplo de Amancio Ortega en el terreno de la moda o Michael O'Leary, presidente de Ryanair. Lo explícito frente a lo implícito, esto es, aquellos que buscaban operar grandes transformaciones en la sociedad frente a otros que han conseguido operarlas sin buscarlas como objetivo primario.
Tras esta presentación, el arquitecto sugería que debiera existir un cierto paralelismo de este movimiento en la arquitectura. Mientras todos sabemos, decía, quienes son los Gucci o Prada de la arquitectura, no queda tan claro quienes son los Zara o Gap de la arquitectura. En esta línea afirmaba que los arquitectos deberían perder el miedo a hacer política, pero esta vez no hablando con los términos de los políticos, sino en términos arquitectónicos.
Hasta aquí, todo bien. A continuación, enlazó con el trabajo que está realizando sobre la teoría de la envolvente. Muy resumidamente, Zaera afirmaba que la arquitectura moderna debe prestar más atención a la piel del proyecto dejando de lado la planta que ha sido el leit-motiv de la arquitectura tradicionalmente y presentaba una taxonomía en función de la envolvente de los edificios: el plano, el vertical y el esférico, en función de la relación existente entre las distintas dimensiones (x,y,z) del proyecto. Es en este punto precisamente, cuando el discurso de Zaera, prometedor en un primer momento, comenzó a hacerse más etéreo y difuso al mezclar uno y otro concepto.
Según Zaera, tradicionalmente la arquitectura se ha mostrado política al emprender proyectos como vivienda social o edificios como Parlamentos, Escuelas o encargos públicos y no al emprender otro tipo de proyectos. Frente a esto, el proponía distintos ejemplos de sus obras (que a su vez servían para ilustrar la taxonomía a la que me refería anteriormente) en los que había un posicionamiento político. El catálogo mostrado iba desde un centro comercial en Estambul, a una reforma de la fachada de la estación de Birminghan pasando por un fallido proyecto para la construcción de una torre en la Isla de la Cartuja en Sevilla y por otro centro comercial en Leicester y la casa de Bambú en Cuatro Vientos.
Si bien estos ejemplos pueden ejemplificar su teoría sobre la envolvente, la significación política de los mismos está más cogida con pinzas. El posicionamiento político de Zaera no es implícito sino explícito: no trata como Zara o Ryanair de subvertir un sistema ofreciendo un producto distinto y revolucionario sino que trata de maquillar una propuesta existente y que en sí tiene una significación política más evidente: construir un gran mall es políticamente más significativo que abrir el concepto de caja cerrada de este tipo de edificaciones al exterior. La equivalencia con el modelo Zara sería popularizar una nueva forma de establecimiento comercial que se integrara con la ciudad y que no fuera uniforme en todo lo ancho y largo del globo. La popularización y triunfo de un modelo para estos centros más sostenible e interesante arquitectónicamente sería el triunfo de los Zara de la arquitectura que no parece ser el camino elegido por Zaera. Actuar cosméticamente en el recubrimiento del centro comercial de Birminghan o construir una torre-icono en la Isla de la Cartuja más alta que a Giralda aún a sabiendas , como el propio Zaera reconoció, que no es ni necesario ni rentable no tiene a mis ojos una significación revolucionaria.
Aún a sabiendas de que lo presentado por Zaera es work-in-progress, los conceptos presentados ayer parecían endebles y contradictorios: frente a la sostenibilidad y la responsabilidad, cosmética, frente a los intentos de reinvención de modelos convencionales, plegarse a ellos. Pareció más que otra cosa, un intento de Zaera de justificar su propia obra a posteriori, una disculpa por afrontar y trabajar determinado tipo de obras y tratar de diferenciarlo del trabajo aséptico de un consulting. A nosotros, al menos, no nos convenció.
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