Sara Casasnovas, la última víctima del Stalking

El término surgió a finales de los ochenta, cuando en el país del Tío Sam se acuñó tal concepto, que proviene de to stalk –cazar al acecho- para definir esa especie de molesta religión que algunos zumbados procesan, tanto a nivel de creyente como de practicante, y que se basa en acosar al famoso de turno al que le han echado el ojo. La actriz Sara Casasnovas –Amar en tiempos revueltos, El Comisario, Hospital Central- pudo sentir en sus propias carnes como las gastan los acólitos de tan enfermizo credo.

Sara Casasnovas

La bella actriz gallega salía el domingo del teatro Reina Victoria donde actuaba en la obra de Tennesse Williams La noche de la iguana, cuando un energúmeno se abalanzó sobre ella, increpándola por su constante desprecio a numerosas epístolas en las que le declaraba su amor. El acosador, un tipo que venía ni más ni menos que desde Alemania para realizar tal gestión, agarró por el cuello a la asustada chica e intentó atravesarle la cara con una ballesta que se sacó de la manga. Gracias a Dios, Casasnovas esquivó la saeta que terminó clavada en la chaqueta –y suponemos que en lo que había debajo- de un trabajador del teatro, mientras el resto de gente que se encontraba en el lugar, incluso un policía de paisano que pasaba por allí, se abalanzaron contra el stalker hasta conseguir reducirlo. Al angelito le descubrieron en la mochila que llevaba dos ballestas más, flechas varias, esposas, un bote de gasolina y hasta una cuerda fina con el nudo de la horca en cada extremo. Un caso de libro dentro del mundillo del stalking, con enamoramiento, cartas a go go, visita en camerino, que si quieres arroz Catalina, pues verás tu… Y todo por un pasional flechazo –valga la redundancia- gracias al canal Internacional de TVE, qué cosas.

El tema no es nuevo, incluso el cine hace unos cuantos años ya nos puso sobre la pista del tema, como en la primera película como director de Clint Eastwood, Escalofrío en la noche, donde un pobre pinchadiscos sufre el acoso de una fan, o también en la fantástica Misery, en la cual el bueno de James Caan recibe la del pulpo porque a la picajosilla y gordinflas de Kathy Bates no le termina de convencer el final de su novela.

 Misery, stalker en estado puro

Pero antes que Casasnovas más de un famoso supo lo que es sufrir el acoso de uno de estos peligrosos pesados. Michael J. Fox empezó a recibir cartas de una admiradora que firmaba como Tu admiradora número uno, en la que le aconsejaba que dejase a su entonces novia Tracy Pollan y que volviese con Nancy McKeon, anterior muesca en el extenso listado del eterno jovenzuelo del DeLorean. Curiosa petición por cierto, ya que lo normal en estos casos es que el que se oferta es el acosador, pero bueno, hay gente para todo. Poco a poco las recomendaciones terminaron en amenazas de muerte, hasta que J. Fox tuvo que contratar a un solucionador de problemas llamado Gavin de Becker, conocido en Hollywood por proteger a los famosos de tarados como Tina Bedletter, que así se llamaba la moza. Lo mejor de todo es que al final la pillaron, y tras pasar un tiempo en la sombra, en 1996 la volvieron a detener por darle calor esta vez a Scott Bakula; se ve que con los años la mujer iba rebajando el caché de sus víctimas.

Juan Pando, en su libro Crónica negra de Hollywood habla de casos como el de Olivia Newton-John, que descubrió a uno de sus perros colgado con una notita que decía Necesito matarte, a la pobre Cher, a quien enviaron una oreja con restos de sangre, o Stephanie Zimbalist, compañera de Pierce Brosnan en Remington Steele, que recibió 212 cartas, una detrás de otra, de un stalker que firmaba como Tu admirador secreto, en las que le demostraba que conocía hasta el número de braguitas de Piolín que había comprado en el Carrefour.

Desgraciadamente, no siempre la cosa queda en un susto. Rebecca Schaeffer, actriz que trabajó en Días de radio o Escena de lucha de sexos en Beverly Hills abandonó este mundo gracias a la mano, mejor dicho a la pistola del esquizofrénico Robert John Brando, que le disparó a los pocos minutos de que esta le firmase un autógrafo. Su novio, Brad Silberling rodó Moonlight Mile en homenaje a ella. Igual suerte corrió la Madonna latina Selena, asesinada por la presidenta de su club de fans Yolanda Saldívar cuentan las leyendas urbanas que por asuntos del mardito parné.

 Muerte de Selena

El caso de John Lennon de todos es conocido, pero lo interesante es que el libro de cabecera de su asesino, Mark Chapman era El guardián entre el centeno, el mismo que idolatraba John W. Hinckley, el tarado que por llamar la atención de Jodie Foster disparó contra Ronald Reagan en 1981, quien seguramente se acordaría de sus muertos más cercanos por elegir tan violenta manera de declararle su amor en lugar del viejo ramo de flowers o rondarla con cuatro tunos a la puerta de su mansión. El tal Hinckley era una verdadera joyita, tanto que hasta fue expulsado de un grupo neonazi por radical y vio tantas veces la película Taxi Driver, cuya trama se basaba en el atentando de un taxista de Nueva York contra el candidato a la presidencia, y en la que Jodie hacia de pilingui alevín, que al final se creyó Robert de Niro. Lo curioso es que después de ser arrestado otro loco intentó asesinarla de nuevo. Qué tendrá la pobre Jodie. Y que tendrá también el viejo libro de Salinger.