Una nueva exposición del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona pone de relieve el papel que un determinado cine de los 80 tuvo como relato de las consecuencias de la situación de conflicto social de aquella época.
Cartel de la exposición
El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, una vez más, demuestra que sabe estar en lo más emergente buceando también en un pasado aún reciente, aunque los ochenta parezcan demasiado lejos. A mí me pillaron de niño aún, pero suficientemente mayor para recordar imágenes del Cojo Mantecas y alguna portada de periódico, comentarios clandestinos en el colegio sobre películas con no sé cuántos rombos sobre "El Vaquilla" o una estanquera en Vallecas. Después, con el tiempo, hemos dulcificado el recuerdo de aquella época con una memoria selectiva en la que hemos guardado sólo el "Un, dos, tres", las canciones de "Parchis", el España-Malta y el gol de Señor, la cara alegre de la movida madrileña, y otras bondades risueñas.
Por eso esta exposición que enlazo, Quinquis de los 80. Cine, prensa y calle, me parece tan sugerente, porque rescata una memoria no tan dulce, una memoria más real de aquellos tiempos. Para variar, tampoco soy experto en cine, pero aquellas películas fueron posiblemente un fiel reflejo de las consecuencias del despertar explosivo a la libertad y las contradicciones sociales de la época. Una generación de jóvenes que se perdieron en la droga, la falta de alternativas de una recién estrenada democracia que arrastraba un modelo social ampliamente desigual, y reflejado en un urbanismo desarrollista de los años 70 que generó guetos de exclusión sin precedentes. Un marco urbanístico que generó el caldo de cultivo para todo lo demás.Transcribo la presentación de la exposición, que se puede visitar desde el 25 de mayo hasta el 6 de septiembre:
Quinquis de los 80: cinema, prensa y calle
El punto de partida de «Quinquis de los 80» es la figura del quinqui acuñada por el fenómeno del cine de delincuencia juvenil. Los códigos de representación de la delincuencia juvenil del cine quinqui han pervivido hasta la actualidad de tal manera que el estereotipo del quinqui, sometido a un proceso de estetización, continúa hoy en día ejerciendo una fascinación desenfrenada.
Los barrios de los setenta: polígonos, paro y depresión
Durante los sesenta se pusieron en marcha, ante el déficit de vivienda barata, los planes de urgencia social. El resultado fue un urbanismo de pésima calidad, con unos barrios sin los servicios más básicos, hecho que precipitó la aparición de los movimientos vecinales. La crisis de los setenta y el paro acabaron por convertir estos barrios en el territorio germinal del quinqui.
Nuevas formas de ocio
Aquella generación de jóvenes fue partícipe, por primera vez en nuestro país, de las corrientes de la cultura juvenil. En la sala de juegos se presentan los elementos de evasión del estilo de vida adolescente: los colegas, el sexo y las drogas; así como las manifestaciones de la cultura popular que proyectaban imágenes afines de rebeldía, escapismo y marginalidad, como el cómico o la música.
Vía Límite
En 1975 un 25% de la población mayor de 14 años quedaba excluida del sistema educativo. La edad laboral -como la penal- se situó en los 16 años, así que para muchos jóvenes sólo quedaba la calle. Además, la irrupción de la heroína hizo estragos. En un clima de alarma social, amplificada por los medios de comunicación, el delincuente juvenil se convirtió en el enemigo público número uno.
Quinqui-Stars
La presencia que los jóvenes delincuentes tenían en los medios de comunicación es clave para entender su iconización. El Vaquilla y El Jaro son las estrellas más brillantes de este universo, auténticos héroes de la marginalidad, gracias a los biopics cinematográficos: Navajeros, la saga Perros callejeros y Yo, El Vaquilla. Estas películas conforman la médula del cine quinqui.
El reformatorio
El Tribunal Tutelar de Menores disponía de tres opciones para tratar el problema de la delincuencia infantil. La primera era devolver el niño a casa, si los padres accedían a ello. La segunda era internarle en un reformatorio. La tercera opción, reservada a los más peligrosos, era su ingreso en prisión. Ante la falta de plazas especiales, muchos ingresaban en las prisiones de adultos.
Desde las azoteas, veo la ciudad
A la obsolescencia de las instalaciones carcelarias, debía sumarse los problemas derivados de la superpoblación y la escasez de recursos. La herencia franquista dejaba un sistema basado en la versión más represiva y punitiva. La situación estalló con la ola de motines de 1977, que desembocó en la creación de la COPEL (Coordinadora de Presos Españoles en Lucha).
La pervivencia del mito
Este ámbito aborda la pervivencia que el fenómeno quinqui ha tenido después de su auge y del final trágico de muchos de sus protagonistas, tanto en la ficción como en la realidad. De la mano de una nueva generación, se produce una pirueta estética mediante la cual el quinqui de los ochenta se erigió en icono castizo cool. El mito hoy, especialmente en Internet, vuela libre.
Más temas en el blog Ciudades a Escala Humana.
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