Nueva esperanza en la lucha frente al cáncer de próstata

La vida (y la muerte) siguen más allá de la gripe porcina, y los investigadores no cejan en su empeño de poner cerco al cáncer, ampliando los campos de investigación que, como en el presente caso, les ha llevado desde la Universidad de Santiago a las aguas cantábricas y andaluzas en busca de un tipo de microalgas.

Porque no solo de gripe muere el hombre. Y es que cuando al fin pase, mejor pronto que tarde, este último sobresalto porcino, nuestros conocidos antes que nosotros seguirán enfermando y falleciendo de lo mismo, esa falta de originalidad en la dolencia, en silencio, gota a gota. Seguirá la peste, sí, pero ya no se hablará de ella, y el cerdo en su gorrinez seguirá campando a nuestras anchas antes que conozcamos nuevos casos, como un buen jamón bien curado, aprovechando hasta sus andares.

Mientras tanto nos llega un hilo de esperanza desde la aulas de investigación de la Universidad de Santiago de Compostela en la que un equipo liderado por el profesor Manuel Freire-Garabal ha conseguido dar un paso más, por pequeño que este sea, en la lucha sorda y encarnizada contra el cáncer, esta vez en el frente abierto contra el de próstata, el segundo de mayor incidencia y mortalidad en España. El descubrimiento nos llega una vez más de ese desconocido, el océano, y procedente de determinadas microalgas ricas como productoras de los denominados “esteroles”, un antioxidante natural que según se informa desde el laboratorio ralentiza el crecimiento de los tumores e impide la aparición de la metástasis mediante un proceso que inhibe la formación de vasos sanguíneos en los tumores, los cuales acaban por morir a falta de oxígeno. La sustancia se encuentra en otras variedades de algas más grandes e incluso en la uva, siendo la peculiaridad de las microalgas no tanto la mayor concentración existente como la facilidad para su obtención.

La noticia, como todas las que llegan desde el campo sanitario y especialmente aquellas que se centran en dolencias oncológicas, hay que tomarla con las debidas precauciones ya que hasta el momento los éxitos no han pasado de los ensayos con ratones, estándose pues a la espera de pruebas y resultados en animales mayores y, en un plazo que se calcula próximo a los diez años, posteriores estudios clínicos y farmacológicos que serán los que definitivamente puedan darnos el verdadero alcance de este descubrimiento para su uso clínico.

Lo importante en cualquier caso es que no se baja la guardia mientras se exploran nuevos campos de investigación con la convicción de que la verdad, la sanitaria, está ahí fuera, repitiendo aquel exitoso eslogan de ufólogo, o más bien en este caso ahí en el fondo, una alerta cuya continuidad sin embargo sigue estando en el aire, el mismo que transmite el virus porcino, mientras las administraciones no actúen decididamente a favor de la investigación clínica con medios materiales y humanos o promoviendo actuaciones de mecenazgo como ocurre en tantos países de nuestro entorno.

Lampreas y Boquerones