De bofetadas e indultos

No ha pasado tanto tiempo desde que a María Saliente la condenaran por abofetear a su hijo, un muchacho "difícil" según los tribunales, y alejarla del menor en estricta aplicación de la ley que persigue la violencia doméstica. Ahora, el Gobierno acuerda que la mujer merece una segunda oportunidad.

Siguiendo los buenos consejos, el de Ministros de la semana pasada aprobó finalmente el indulto de María Saliente, la mujer condenada en Pozo Alcón, Jaén, por abofetear a su hijo por no haber hecho los deberes, incumpliendo así los suyos. De esta forma se hacía eco de la sentencia de la Audiencia Provincial que previamente había solicitado con mucha seriedad esta medida de gracia, siquiera parcialmente, al considerar el exceso que su cumplimiento podría traer aparejado. En definitiva, algo más de dos meses de cárcel, que no se habría visto obligada a cumplir, y un año de alejamiento del pequeño, lo más grande para ella. Y ello por más que fuera esa misma Audiencia la que en su momento modificó la resolución de primera instancia para agravar la pena al haberse producido los hechos en el entorno familiar, algo indultante.

Con frecuencia se habla de la grandeza de la ley por su flexibilidad, pero en el presente caso las circunstancias operantes resultaban, cuando menos, desconcertantes. Baste recordar la movilización popular, las apariciones de los protagonistas en los medios más o menos de reciclaje y, finalmente, el desagrado que expresamente manifestaron las instancias judiciales que firmaron las condenas al hacerlo. De todo un poco y demasiado tiempo para que las aguas del sentido común volvieran a su seco cauce después de haberse desmadrado en este asunto tan maternal. El hecho de no haberse hablado, o al menos escuchado, nada sobre la posibilidad de cambiar la ley puede hacernos pensar que al final este extraño caso de violencia familiar tenga su vertiente práctica, una suerte de aviso para quienes tengan la tendencia a excederse en sus atribuciones familiares en el ámbito de las relaciones paterno filiales, quienes no distinguen bien entre la manga ancha y la mano larga y hacen de sus hijos el blanco de su negras costumbres, aquellos que creen que los asuntos familiares, como los viejos televisores, se arreglan a golpes.

Y sin embargo, de ser medianamente cierto este planteamiento, no deja de presentarse tenebroso ya que, para escarmiento de unos pocos, o de unos pocos muchos, se ha castigado a una mujer y a su familia, trayéndonos a la mente aquel viejo dicho según el cual es preferible que un culpable quede sin castigo a condenar a un inocente. Puede que la madre no fuera inocente, pero tampoco parece que fuera culpable de no serlo. Y todo porque parece que el rigor de esta ley ha hecho con este caso de las bofetadas unos panes con unas tortas. Ahora tendrá que dictarse la correspondiente orden de acercamiento y que haya suerte.

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